Otro de los clichés habituales en la fantasía es la figura del héroe. Este, caracterizado a menudo como un joven, carente de experiencia, tomado poco en serio por su temprana edad, y cómo a lo largo de su correspondiente trilogía acaba convirtiéndose en una figura legendaria. Frodo Bolsón tendría 50 años cuando se marchó de la Comarca, pero los años hobbit no cuentan y el personaje más habitual es ese jovenzuelo (o peor, la jovenzuela que no es consciente de su poder y belleza) que emprenderá la aventura que lo transforma y lo hace madurar. Que este camino no es tan épico, ni simple como dicen las narraciones, es algo que los lectores saben y también ha sido explorado por autores que, como Barbara Hambly, sabe que la historia no tiene por qué terminar después de matar al dragón y quedarse con el príncipe. Y que también puede ser más complicada.
Hace mucho tiempo, un guerrero y una hechicera derrotaron al dragón que asolaba el reino. Años después, otro de su especie ha regresado, ocupando las cuevas de los gnomos y quedándose con su oro. Gareth, el hijo del rey, acude en busca de aquellos héroes. Pero en las tierras de Invierno, la realidad es muy distinta a las canciones de los bardos: Aversin, el señor del lugar, desea saber si repetir su hazaña será compensada con la ayuda que sus tierras necesitan. Jenny, su compañera, se encuentra dividida entre su familia y perseguir los conocimientos mágicos que no es capaz de alcanzar. La capital del reino también es muy distinta a lo que la corte cree: el rey, convertido en un títere, sigue las órdenes de Zyerne, hechicera y amante de este quien, pese a sus poderes, ha decidido pedir ayuda a unos héroes a los que desprecia.
Hambly es una escritora con una carrera muy extensa dentro de la fantasía, siendo varias de sus sagas publicadas en España por Timun Mas (que, pese a su fama de ser una editorial más de consumo que Minotauro, y su especialización en Dragonlance los últimos años, tenía un catálogo mejor de lo que recordamos). Desde su incursión en el tema del vampirismo con Cazadores nocturnos, y su aportación al tópico de los viajes a mundos fantásticos con la trilogía de Darwath, en Vencer al dragón plantea una historia de fantasía un tanto crepuscular, con héroes cuyo momento ha pasado hace años, y que ha sido menos legendario, y con más sombras, de lo que las leyendas cuentan. Y en el que los dragones, inspirados en las leyendas tradicionales como guardianes de tesoros y acaparadores de oro, cuentan con un trasfondo para esta característica que sirve para que estos tengan un carácter un tanto amoral, no siendo malvados sino simplemente, no humanos. Y, por tanto, ni comprenden a estos o les importan muy poco.
El uso del estereotipo fantástico como es la lucha contra un dragón se utiliza aquí para plantearse el verdadero sentido del s héroes, la diferencia entre la verdad y la leyenda, y sobre todo, la dicotomía entre las relaciones concebidas como la pertenencia al otro o el complementarse el uno al otro. Algo que se presenta a través de los protagonistas, especialmente mediante Jenny: una hechicera, frustrada por un talento mediocre y la imposibilidad de mejorar sus capacidades, dividida entre un compañero e hijos a los que ama pero a los que no puede vitar ver como aquellos por quienes ha sacrificado la posibilidad de progresar en la magia. Su dilema, paralelo al enfrentamiento con el dragón, será resuelto por ella misma, suponiendo una contraposición a las escisiones de la antagonista, una hechicera más competente pero consumida por la ambición y el deseo de poseerlo todo.
Son precisamente los personajes, y el desarrollo de un mundo muy poco heroico, hostil pero sin llegar a los extremos del realismo sucio del grimdark, lo que hace que la novela de Hambly se convierta en una propuesta de fantasía distinta. No solo por contar con una protagonista femenina muy realista, consciente de sus limitaciones mágicas y físicas, sino por el desarrollo de esta, un epílogo al viaje del héroe que todavía no había terminado. En este caso, la aventura de los protagonistas a la que se hace referencia es solo un trasfondo n comparación con la que viven durante su madurez, teniendo esta última mayores consecuencias tan to para su hogar, como el reino, y para ellos mismos. Y que, en un género donde lo habitual es contar con héroes e n la veintena o menos. El que la edad de ambos quede lejos de esa horquilla de los 18-25 habituales, sigue resultando un enfoque más fresco, tanto hace tres décadas como hoy…o por lo menos, algo que los lectores que peinamos alguna cana, agradecemos.