Si el fantástico refleja de forma fiel las preocupaciones e intereses de cada época, el terror hace lo mismo con gran parte de las situaciones y emociones (negativas, casi siempre) predominantes en cada generación. El uso de cámaras y dispositivos domésticos sirvieron para narrar otras historias o hacerlo desde un punto de vista distinto. La crisis económica atrajo una mayor carga social y un saludable odio a los oligarcas. Y al hilo de esto último, modelos de negocio nuevos, aportaron también escenarios: ahora cualquier personaje ficticio tiene algo más que tener que el pasar la noche en un hotel embrujado. Como puede serlo ese entorno tan despojado de su finalidad original, el ser un hogar, como lo es una vivienda de uso turístico.
Es precisamente una casa en Barbary Street, Detroit, destinada a tal fin, el lugar en el que acaba Tess, una joven a la que una entrevista de trabajo la lleva a buscar alojamiento en una casa de alquiler temporal, perdida en las ruinas del peor vecindario de la ciudad, cuando descubre que esta se encuentra ocupada por otro inquilino, que asegura haberla reservado en la misma fecha. Sin otra opción que compartir el alojamiento ambos, todavía recelosos de la situación, deciden pasar loa noche en una casa que salvo por su localización hace que solo parezca una opción para alguien desesperado por conseguir alojamiento, resulta normal e incluso acogedora. Pero como Keith, el compañero accidental de Tess comenta durante su primera conversación, hoy es lógico desconfiar incluso de aquello, y de quienes, parecen inofensivos y normales.
La cinta utiliza a su favor muchos elementos modernos. Es probable que, salvo el Covid, aparezcan casi todas las cuestiones que preocupan al público en los últimos años: el deterioro del casco urbano, la especulación, la violencia contra las mujeres como algo intrínseco a la sociedad, e incluso, las atrocidades ocultas, pero tan cerca que podrían estar a la vista, en un entorno cotidiano. Es probable que hace unos años a nadie se le hubiera ocurrid o plantear una historia en un escenario tan particular como un airbnb, y mucho menos, tan adaptado a la situación reciente como sus consecuencias especulativas (la casa, como se sabe a posteriori, fue adquirida como inversión, y su propietario no tiene ni idea de donde se encuentra). Esta, con su aspecto inmaculado e impersonal, destaca en un escenario ruinoso que la protagonista puede apreciar con detalle más adelante. Del mismo modo, la sensación de amenaza que esta parece sentir en todo momento proviene tanto de una situación anómala, con ese desconocido que se encuentra en la misma casa y cuyos esfuerzos por ser amables ella sigue considerando sospechosos, como de una mucho más corriente. Esta acaba de terminar una relación, probablemente abusiva, donde su libertad se había ido reduciendo, y que acabará reproduciéndose de una forma mucho más violenta más adelante. Una sensación que no solo recae sobre la protagonista sino sobre otros personajes que son parte de la trama pero que se mantienen fuera de cámara: otras mujeres que residieron en la casa o una de las compañeras de trabajo que, tras haber denunciado por violación al propietario de la casa, lo llevan a tener que volver allí en un intento de liquidar propiedades y obtener dinero para los gastos jurídicos.
Esta impresión de hostilidad del entorno, no solo para la protagonista, sino para todas las mujeres (como ella misma comenta, de haberse encontrado en la situación inversa, no habría permitido que su compañero Keith entrase en la casa) se mantiene en todo momento y se hace todavía mayor cuando empieza a desarrollarse la trama, revelando lo que esconde la casa y el pasado de esta…un pasado que su propietario, ignora completamente y que acabará actuando una vez más del mismo modo mezquino que se había entrevisto previamente. codicia, lujuria e instinto de supervivencia que lo llevará a convertirse en una antagonista más, y de la peor condición posible: aquel que podría encontrarse cualquiera en una situación cotidiana.
Los actores elegidos para esta tarea cumplen con creces. Si Georgina Campbell como Tess es una buena elección para el papel d superviviente, en el sentido figurado y literal, el resto de actores, secundarios por el tiempo en pantalla un poco , por su tipo de carrera profesional, destacan por su elección. Bill Skarsgard hace que resulta tan difícil como lo es para la protagonista confiar en él hasta pasado un p buen rato de caracterización de su personaje. Justin Long, cuya carrera oscila entre el terror (recibiendo más palos que una estera, lo que aquí no es una excepción, y en este caso, merecida), y la comedia, presenta a un tercer protagonista capaz de ofrecer la misma impresión de falsa confianza que de traición, convirtiéndose en uno de esos personajes mezquinos que acaban provocando más daño que un auténtico villano. Y Richard Brake en un papel muy breve que…bueno, he visto suficiente cine fantástico para saber que si este señor aparece, va a hacer algo rematadamente malo. Y su paso por la casa de Barbary Street no es una excepción.
Los elementos que maneja y la construcción de los personajes hace que los primeros 80 minutos del metraje sean una excelente muestra de terror moderno. Y en los últimos veinte, las concesiones a los tópicos del terror comercial estropean todo lo que habían desarrollado. Si la trama hasta entonces había transcurrido por esa fina línea entre el horror y la realidad, esta se olvida de repente haciendo que el desenlace dependa de una criatura monstruosa cuya fuerza sobrehumana y capacidad invencible resulta incoherente teniendo en cuenta la naturaleza y el trasfondo de esta, así como la capacidad d supervivencia de la protagonista, forzada hasta el absurdo con el objetivo de asegurarse la presencia de una final girl y un final “feliz” que con las decisiones tomadas en esos últimos veinte minutos, resulta más que improbables. Y lo que podría haber sido una película de terror realista, donde las referencias al monstruo de Amstetten o al caso de Natascha Kampusch podrían haberse utilizado de manera mucho más sabia, se convierte en una serie de persecuciones que pueden resumirse en “La niña Medeiros vive de okupa en un barrio de mala muerte, y reza para que no te encuentre”.
Barbarian acaba sufriendo el mismo problema que No tengas miedo a la oscuridad y otras producciones recientes: una buena idea ejecutada de manera brillante en su primera parte, pero que cede en su desenlace, a los típicos del terror que ni resultan adecuados para la historia, y que deberán haberse desechado hace mucho. Al menos, quedan esa primera hora y cuarto de terror real e inquietantemente cercano.
2 comentarios:
A pesar de sólo ir a España de vacaciones he podido observar como mi ciudad se ha llenado de Apartamentos Turísticos. Salamanca no es Ibiza, pero a la que se descuiden un poco acaban igual.
Barbarian me gustó mucho, sobre todo el primer tercio de la película, cuando no está muy claro qué es lo que pasa y quién es el villano. Luego ya la película se vuelve muy loca con el monstruo y las idas y venidas de la prota huyendo de él. Me dejó con la sensación de que podía haber sido mucho mejor película. Aún así, la disfruté bastante. Le pasa lo que a muchas películas de terror, como la de Vivarium, por tomar otra que trata el tema vivienda. Que no saben cómo darles un final. Ya nos enseñó la bruja de Blair que con poner a uno de los personajes mirando a una esquina todo vale y todo se perdona, incluso correr sin sentido por el bosque xD.
No se en qué momento el terror inmobiliario pasó de ser sobre casas encantadas a barrios reconvertidos en centros de alojamiento para turistas, pero al margen de las posibilidades cinematográficas, que están siendo muy buenas, la perspectiva no me está gustando nada (me comentan que en Santiago están viviendo el traslado de vivienda especulativa de los pisos estudiantes a los alojamientos turísticos).
La película me ha gustado mucho por como juega con la situación de la protagonista, y ese punto de no tener claro que va a pasar cuando encuentra a ese inquilino y juega un poco con esa inquietud de si va a ser un coprotagonista o un villano. Es una pena que después pierda un poco el norte con un monstruo demasiado tópico y que no tiene sentido con el tono de la película...es dificil de creer que pasarse 40 años metido en un sótano de un barrio hecho polvo vaya a darle a nadie una fuerza sobrehumana. Como mucho, una fotofobia y una avitaminosis bastante seria. Se lo acabo perdonando por esa primera mitad, que es mucho más efectiva.
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