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jueves, 21 de marzo de 2024

Fantomas (1964) ¡Atrapen a ese enmascarado!

 


No es raro que los villanos acaben siendo más famosos que los héroes. Sin irse a figuras recientes como Darth Vader, o,  cosas que nos pillen más lejos como los fans de Draco Malfoy o Coriolanus Snow, Fu Manchu era más importante que los esfuerzos de Nayland Smith para detenerlo. Rocambole encarnaba los planes más retorcidos que acababan fracasando (aunque  este iría evolucionando hacia una figura positiva), todos esperábamos que Lupin triunfase una vez más e incluso figuras más siniestras, como el personaje creado por Marcel Allain y Pierre Souvestre a principios del siglo XXi sería más importante en la ficción que su némesis el inspector Juve. Sus tropelías conocerían la fama, precisamente, en la época donde la idea de maldad individual, el malhechor al que culpar de los problemas en la sociedad, era mucho más viable en 1900 de lo que  sería, 15 años más tarde, cuando los genios del mal se quedarían cortos ante las atrocidades que traería el primer gran conflicto bélico del siglo. Esto no sería suficiente para hacerlos desaparecer de la imaginación colectiva, pero si para convertirlos en una figuras casi nostálgicas, algo más amable que en sus comienzo, y en el caso de Fantomas, que continuaría sus andanzas literarias hasta los sesenta, su versión cinematográfica sería mucho más cómica y amable que su primera aparición cincuenta años antes.


Fantomas es, como asegura el inspector Juve en una entrevista de televisión, una de las peores amenazas a las que se enfrenta Francia actualmente. Pero, como asegura este, las fuerzas del orden pronto pondrán fin a su carrera delictiva, aunque para la opinión pública, especialmente el reportero Fandor y su prometida Helene, este no es más que un chivo expiatorio conveniente, un invento al que culpar de todos los problemas recientes. Intentando conseguir notoriedad, Fandor inventa una entrevista con el temido Fantomas, lo que supondrá  poner en peligro su vida el a de su prometida: usurpando las personalidad del periodista, este pretende  cometer una serie de delitos que supondrán la caída de Fandor y la del propio Juve,  seguramente incapaz de detenerlo. Pero ese policía minúsculo, de gestos neuróticos y aspecto irascible, es mucho más inteligente de lo que Fantomas cree.  O quizá solo tenga un poco de suerte y buenos aliados.



La película es una versión libre del  personaje original, desarrollada con el permiso de Allain, que finalmente no estuvo de acuerdo con el enfoque cómico de la historia. No adapta ninguna aventura previa sino que se trata de un guion original del estilo de la comedia de aventuras, para la que  contaba en los papeles  protagonista con Jean Marais y un Louis de Funes  ya conocido, pero todavía no tan famoso como lo sería a partir del Gendarme de Saint Tropez o La gran  Juerga. Esto hace que el humor gestual de cómico sea algo  secundario y que  Marais tenga más tiempo en pantalla. Y por partida doble, dado que se encarga de interpretar a Fandor y al propio Fantomas. Algo muy bien traído, y donde se aprovecha, no se sabe si de manera involuntaria, ese juego de identidades: si primero el periodista se hace pasar por el criminal, será después este quien usurpe la personalidad del reportero, llegando incluso a robar su vida. Como buen villano clásico, también se le ha antojado quedarse con la novia de este. Aunque por desgracia, el personaje de Helene, al igual que la mujer fatal cómplice de Fantomas, Lady Beltham, tienen una presencia muy anecdótica, un mero apoyo frente a la pareja protagonista.  


Una pareja que gracias al enfoque del guion y la diferencia de celebridad entre ambos,  supone que tienda más hacia la aventura. Donde las secuencias de acción son muy básicas, pero sorprendentemente bien rodadas: la coreografía de Marais peleando contra los sicarios de Fantomas a puñetazo limpio, o la accidentada conducción de un deportivo sin frenos en una carretera de montaña resultan muy efectivos, mostrando que pese a ser una comedia, esta sabe tomarse en serio a sí misma. Y seguramente sorprenda al público reciente si está acostumbrado únicamente a las secuencias de acción posteriores a los ochenta.


El personaje de Fantomas sigue siendo el eje central de la trama: no tanto por su presencia sino por su condición de amenaza permanente, suponiendo este todos los contratiempos que enfrentan los protagonistas. Este se convierte en un antagonista de naturaleza invencible, capaz de adelantarse a los planes de los héroes o superar cualquier obstáculo puesto por ellos. Y que sin embargo, pese a la amenaza que supone, especialmente para Fandor, se plantea como una figura casi benigna: sus crímenes, por retorcidos que sean, se limitan a robos de joyas donde nadie resultar herido y de atracos a casinos vetados para  la gente a de a pie. Y en general, a cometer delitos que, salvo por esos explosivos lanzados de forma aleatoria y absurda, no afecta para nada a alguien que solo debe preocuparse para llegar a fin de mes. Sus planes, grandilocuentes y casi teatrales, acaban resultando tan dignos de admiración como los de Lupin o el contemporáneo de este Fantomas, Diabolik: malvados, pero no tanto.


Este Fantomas supone una película para todos los gustos, y también opiniones: para unos, una adaptación fallida muy lejos del personaje original, donde Louis de Funes hace lo que sabe hacer, si bien más comedido que en sus siguientes apariciones. Para otros, es una comedia de aventuras clásica, dinámica y con un humor que hoy puede verse como amable e inofensivo. Para mí, no podría pedir más a esta mezcla de folletín, de la percha de Jean Marais y de los gestos de deFunes. Además de confirmar lo que ya sabía: prefiero a Fantomas, a Mabuse, a la Sombra Amarilla o al Doctor Nikola antes que a Doc Savage, Tony Stark, o su intento de equivalente real, el fantoche de Elon Musk. Al menos, los primeros no pretenden hacerse pasar por héroes.




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