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jueves, 6 de abril de 2023

Sergio Morán. Érase una puta vez. Se acabó el cuento

 



Los cuentos de hadas y su mundo son un escenario que se ha utilizado  a menudo para narraciones fantásticas, y no necesariamente destinadas a los más pequeños. Seguramente las seis temporadas de Once upon a Time sean el ejemplo más recordado (y más Disney), pero Dentro del laberinto es, además de igual de memorable, claramente superior y supone una variación: el relato en el que se adentra su protagonista no existe. Se va creando de este mudo un género distinto: el de los cuentos, en general, como un universo caracterizado por su propia lógica interna, a veces absurda, pero son sus propias normas. También, mucho más cándido que la realidad, pero en varias ocasiones, igual de cruel. Este es  el último escenario que Sergio Morán ha elegido para su novela más reciente: ¿qué pasaría si el mundo de los cuentos fuera un lugar real, y sus personajes pudieran salir de él a cometer fechorías? O peor, ¿qué pasaría si la gente con la que se han metido fuera la más peligrosa?



Una noche, unos duendes secuestran a un bebé humano. En otras circunstancias habría sido un príncipe, pero Adolfito es un niño igual de importante: es el hijo de Don Manuel Ibañez, el narcotraficante más peligroso de todo el Norte de España. Y cuando ve en la grabación de una de las cámaras de seguridad de su casa como su hijo es raptado por unas criaturas imposibles, que desaparecen atravesando  un armario, no duda en reunir a sus mejores hombres para recuperarlo. Un ex legionario, una mercenaria, un asesino a sueldo del mejor postor y…Dieguito, el hijo mayor, que tras una noche de juerga se ve obligado a actuar como representante de su padre, y a ser posible, probar ante este su valía. Pero ninguna de las misiones que  hubieran llevado  a cabo hasta entonces los habría preparado par lo que se encontrarán en el Reino: animales  que hablan, peces que conceden deseos y..¿eso que hay delante del puente es un conejo  de color verde que les está negando el paso?

Morán desarrolla una vez más su particular estilo de fantasía,  con un humor un tanto bestia y  esas situaciones en las que lo cotidiano puede  convivir perfectamente con lo fantástico sin tener que recurrir a  no tomárselo en serio. Algo que había venido   planteando en la saga de Parabellum y que aquí lleva un poco más lejos dando el papel protagonista a u grupo de sicarios. Esto, más que antihéroes, son los héroes involuntarios de la historia y los caracteriza de forma que sea inevitable empatizar con ellos: cada uno tiene sus motivos para deber lealtad a su jefe, no están orgullosos del trabajo que llevan a cabo pero es algo que no les queda más remedio. La pareja de amigos formada por  Matas el legionario y Lorenza la Bestia, uno, con una lealtad ciega a su jefe, ella, cada vez mas cansada de que la consideren un perro de presa, o Salvini, un personaje que de calculador, traicionero y ambicioso es el mejor antagonista de toda la trama. Y sobre todo, Diego, que  sin ser el personaje principal (la novela en este sentido es una historia coral), es el que  consigue evolucionar desde las primeras páginas en las que se presenta como un chaval aficionado a la fiesta y completamente anodino a alguien con más sentido de lo correcto que el resto de sus compañeros. Estos consiguen  que el lector sienta simpatía por unos protagonistas perdidos en un mundo  que no consiguen comprender y cuyas referencias les quedan muy lejos (porque, como explica uno de ellos, la lectura de cuentos no entraba dentro de sus dinámicas familiares), para luego recordarle su  verdadera naturaleza, la de unos criminales que se deben a su trabajo. Y que son muy buenos en este.



Con este punto de partida era de esperar que los momentos de  humor del libro fueran bastante negros  y con una tendencia a la exageración: hasta llegar a entender el lugar en el que se ncuentran, lo s protagonistas  provocan verdaderos desastres,  que empiezan ametrallando a un conejo  gigante que parece sacado de un sketch de los Monty Python, pasando por una masacre involuntaria en uno de los pueblos  por los que pasan, para terminar adaptándose al funcionamiento interno del escenario. Aunque  esto no  impida que sigan echando mano de un fusil de asalto cuando las cosas se ponen feas.

Estas situaciones están por suerte bien  dosificadas evitando que se conviertan en una broma repetitiva, y posteriormente aprovechando mucho más las posibilidades el mundo de fábula que describe: este se presenta como un lugar  irreal, casi a medio hacer, donde los colores parecen  más propios de una ilustración que la del mundo real, y donde todo parece  poco esbozado.  El reino no es otro que el Reino, con un rey o Reina, sin nombre, pero hay todo un gremio de príncipes y cada costumbre local tiene su origen en algún suceso que haya sido narrado previamente. Un entorno muy lejos  de la idea de cuento complejo pero sí más acorde con el que podría ser  el del libro de historias infantiles de la Hermana Herminia, que mencionan los personajes y cuyos relatos tienen un papel importante en la trama, no solo como referencia para estos. El estilo mantiene muy bien el equilibrio entre lo absurdo, lo cómico, lo coherente y lo peligroso, que es habitual en los libros anteriores de Moran  y que en esta caso aprovecha la libertad  que le proporciona el escenario de los cuentos para explotarlo muchísimo más. Hasta el punto de hacer pensar, en algunos capítulos, que ha debido pasárselo de miedo escribiendo esta novela.



Érase una puta vez no  solo es un cuento con animales parlantes, princesas, reinas y asesinos a sueldo donde  no se corta a la hora de plantear las situaciones más alocadas, sino que decide ir un poco  más lejos  y acompañarlo de su propio spin off:  por si el mundo en el que acaban perdido Matas, Lorenza, Salvini y diego se ha quedado pequeño, se publicó como complemento las Historias de la Hermana Herminia,  una colección de cuentos muy ortos donde se recogen el resto de las historias que mencionan en la novela. Eso sí, tanto el conejito Pin Pan Pun como la gallina que ponía huevos de dragón, quedan muy lejos de cualquier versión Disney.

3 comentarios:

Liliana Fuchs dijo...

Uy, me ha recordado mucho a la serie de cómics Fábulas, me lo apunto, que no he leído nada de Sergio Morán todavía. Me atrae mucho eso de coger los cuentos de hadas y sus personajes, que originalmente en muchos casos eran tan poco infantiles y naif, para introducir historias más escabrosas y humor negro, y más aún si se llevan al "mundo real". Como Fábulas, mismamente :D.


Saludos!

Anacrusa dijo...

Creo que me has vendido otro libro xD.

Se me viene a la cabeza el juego The Wolf Among Us basado en el cómic Fables. Narra una historia clásica de detectives pasada por el filtro del fantástico. Hay bastante humor y mala leche en el videojuego.

En literatura recuerdo el ya clásico la Cámara sangrienta de Angela Carter y uno menos conocido de Tanith Lee, el Red as Blood, un retelling de los cuentos clásicos europeos muy interesante.

Ametrallar conejos gigantes siempre es bien xD.

Renaissance dijo...

Liliana Fuchs: de Sergio Morán me gustan muchísimo los de Parabellum, que fue los primeros que leí y se ha convertido en mi detective paranormal favorita. De este me ha gustado especialmente el inventarse sus propias fábulas, tremendamente absurdas y muy de dibujos animados, pero que conserva mucho el punto de los cuentos de toda la vida.

Anacrusa: creo que el juego de Fables tengo pendiente de jugarlo, que salvo los de Dark Pictures y los de pulsar un botón en un momento dado, la coordinación no me da para más XD. También había leido La cámara sangrienta hace algunos años, que era un retelling en toda regla de cuentos reconocibles, pero Carter es mucha Carter. Me apunto también el de Tanith Lee que lo que voy encontrando de esta señora también me convence mucho.

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