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jueves, 15 de diciembre de 2022

El beso de la pantera (1982). Hacia lo salvaje

 

See those eyes so red

Red like jungle, burning bright

David Bowie – Cat People


El remake, como idea de rehacer una película filmada anteriormente, ha tenido connotaciones negativas; si el clásico era bueno, ¿para qué tocarlo? Entre las miradas suspicaces que conisderan esto una muestra de falta de ideas, o la necesidad de dar al público algo machacado para sus gustos actuales, algunas de estas versiones son tan arriesgadas, enloquecidas o libres que se convierten en una producción distinta por derecho propio. Herzog se atrevió a trasladar al grotesco Conde Orlok a un surrealista Delft donde las víctimas de la peste bailaban una danza de la muerte. Luca Guadagnino hizo suya una producción tan de los setenta y tan visual como era Suspiria, dotándola de una profundidad distinta a la de Argento. Y Paul Schrader decidió que la película de la RKO, en la que una joven atormentada por el temor a su herencia ancestral, podía ser trasladada del nueva York Noir de los cuarenta al Nueva Orleans exótico y desvencijado de principios de los ochenta.





Una vez más, el título del remake se transforma de Cat People a El beso de la pantera, mucho más adecuado y sugerente para la historia de Irina, ahora Galliard, una joven huérfana que se traslada a Nueva Orleans tras haber encontrado a Paul, su hermano del que había sido separada tras la muerte de sus padres. Cuando este desaparece durante varios días, Irina no encuentra otra alternativa que deambular por la ciudad, descubriendo un entorno desconocido, y con un poco de suerte, encontrar un empleo con el que empezar una nueva ida. Este aparece de la mano de Oliver, cuidador del zoo local, gracias al que consigue un puesto e inicia una amistad que puede evolucionar a algo más. Pero, coincidiendo con la desaparición de Paul, llega a la jaula de seguridad del zoológico una gigantesca pantera, capturada en la ciudad, cuya procedencia se desconoce. La fuga de esta, tras asesinar brutalmente a uno de los guardias, la reaparición de Paul, el miedo de Irina a relacionarse con los demás y el secreto que rodea a a muerte de los padres de ambos, parece, a partir de ese momento, tener el mismo origen. 




Más que un remake, la película es una reimaginación de la original de Tourneur (hoy la llamarían reboot, pero es lo mismo) donde recurre a determinados momentos de esta, modifica otros y adopta una gran mayoría de su origen para una producción cuyo tono es muy distinto. Donde la original se centraba en la ambigüedad, el enfoque psicológico y una sencillez defendida por su composición de luces y sombras, la película de Schrader tiene un enfoque mucho más directo, donde acepta desde un principio la explicación sobrenatural, transformándola, de una leyenda a algo más antiguo. Los primeros minutos, con una secuencia en un poblado, quizá prehistórico, quizá en algún lugar de África, sin diálogos, iluminado por un irreal tono rojo, deja claro que el suspense se va a convertir en algo más salvaje y estridente, propio de la década, luminosa y chillona, que daba comienzo. Y que viene acompañada por la música, compuesta por GIorgio Moroder (responsable dos años después de una versión coloreada y musicada de Metropolis) que no duda en usar sintetizadores y arreglos electrónicos, siendo estos tan reconocibles como la canción de Bowie que acompaña a los créditos.



El cambio de tono precede a una trama donde se plantea unas situación similar a la maldición de la licantropía, salvo que, lejos de estar desencadenada por la luna llena y mantener una esperanza de redención, las criaturas felinas del título son en este caso una raza distinta, cuyo origen se pierde en la ambigüedad de una leyenda cuya transformación, así como la reversión de esta, se ve desencadenada por un acto de pasión o violencia. Esta es la revelación a la que se enfrenta el personaje de Irina, quien apena recuerda su pasado y su ausencia de raíces le permite desplazarse de un lugar a otro del país sin establecer lazos sentimentales y sin más conocimiento de su condición que el proporcionado por su hermano, plenamente consciente de una naturaleza que ha aceptado




La protagonista, interpretada por Nastassja Kinski, transmite una mezcla de inocencia y salvajismo latente, que contrasta con la presencia, más consciente de esta naturaleza animal, de su hermano. Maldolm McDowell se presenta con una actitud mucho más perturbadora y gestos que rozan lo felino. Su presentación, frotándose contra el hombro de su hermana, es tan inquietante como reconocible para todos los que convivimos con gatos y sabemos que nos están dejando su impronta.

El cambio de tono del remake supone también la modificación, a menos, en la forma, de varios elementos de la original. Además de recurrir a un origen más antiguo, la acción se traslada a Nueva Orleans, un entorno más exótico, pero también uno de los más antiguos de Estados Unidos, y más enraizado con las creencias mágicas. Del mismo modo, el pasado directo de ambos hermanos se traslada del Este de Europa a un circo ambulante, haciendo que el origen de su familia adquiera un carácter más nómada y difícil de encuadrar en un entorno concreto. Este también sirve para justificar, en cierto modo, la agilidad natural de los dos y que se muestra en un par de secuencias, sin alardear mucho de estas porque no han hecho excesivo uso de especialistas. No se han cortado, en cambio, a la hora de mostrar la violencia ni as escenas escabrosas, siendo bastante directa en cuanto a desnudos o ataques animales.

Los protagonistas secundarios no pueden hacer mucho frente a los personajes de McDowell y Kinski. Oliver y Alice, esta vez convertido en trabajadores del zoo, con las caras de John Heard y Annette O´Toole, se ven arrastrados hacia el desarrollo de la historia, especialmente, Oliver, por la fascinación hacia la cualidad animal de Irina. La aparición de estos sirve también para poder recuperar dos de los planos más conocidos de la versión clásica: la secuencia de la piscina a oscuras y el bar donde una misteriosa mujer se refiere a Irina como “mi hermana”, sugiriendo la existencia de más criaturas como ella. Aunque esta posibilidad suponga un contrasentido cuando la protagonista menciona, posteriormente, que es la última de su especie.

El beso de la pantera queda muy lejos de la película de la que pretende ser un remake. Mucho más salvaje, estridente y emotiva, esta le da un enfoque distinto, separándose de la original y que muestra una mayor amoralidad: lejos de redimir a su personaje principal con la muerte, esta, consciente de su naturaleza, la asume y acepta vivir en el lugar que la sociedad ha reservado par a los animales salvajes. La imagen de la pantera que mira dócilmente a cámara tras las rejas, antes de emitir un último rugido, hace que sea imposible no sentir compasión por ella. Y no solo por ser la última de su especie.


2 comentarios:

Anacrusa dijo...

Un remake que desconocía y que vi hace unos meses fue "Secuestradores de cuerpos" (1993), la versión noventera dirigida por Abel Ferrara del clásico de Don Siegel. Y no es la de Kauffman de los setenta, tampoco el remake de los dosmiles con Nicole Kidman, pero me sorprendió para bien. Así que me apunto esta "El beso de la pantera". Lo de ambientarla en Nueva Orleans le da bonificación extra xD. Debería estar prohibido rodar en EEUU una película de fantástico y no ambientarla en Nueva Orleans xD.

Y por cierto, muy a favor de los remakes xD. Que nadie obliga a nadie a verlos. Se ha hecho de siempre, primero porque salía más barato volver a rodar una película que conservar los rollos durante años, y segundo porque es casi una ganancia asegurada para los estudios. Y hay remakes, reboots o como lo queramos llamar, que superan a la original. El mejor ejemplo que se me ocurre es el de "La cosa" de Carpenter, pero también "La mosca" de Cronenberg, por hablar de clásicos de los cincuenta readaptados en los ochenta.

Y yo debo de estar gilipollas o algo, porque con lo que me gusta Bowie siempre pensé que la canción era un homenaje a la peli original y no su aportación a la banda sonora del remake xD.

Apuntadas quedan las tres películas para este 2023, y creo que empezaré el visionado por esta última.

Renaissance dijo...

Recuerdo una época en que los remakes sí que tenían cierta mala fama, cuando en realidad hay auténticas joyas: La cosa es mil veces mejor que su original, y hasta la fecha, no será la versión de En las montañas de la locura que queríamos, pero sí la que merecemos. El Nosferatu de Herzog es más extraña que la de Murnau, y el Beso de la pantera es una aproximación muy libre que efectivamente, demuestra que Nueva Orleans es la capital estadounidense del ocultismo. Eso sí, yo a Malcolm Macdowell, por su aspecto, que no por su interpretación, lo veía de todo menos felino...quizá si fuera Pug People...XD

Bueno, y se sabe de qué generación somos en cuanto se ven los comentarios de la gente al escuchar Cat People de Bowie: si mencionan primero la película original en vez de Malditos Bastardos, es que peinan canas XD.

Este es un blog cat-friendly

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