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jueves, 28 de julio de 2022

La araña y otros cuentos macabros. Hans Heinz Ewers. Disfrutando de la decadencia

 


Los años de entreguerras se recuerdan como una época especialmente vistosa y próspera. Los locos veinte, las revistas pulp, Josephine Baker paseando a su felino por las calles de París y Jean Ray escribiendo entre vaso y vaso de ginebra, novelitas de Harry Dickson y relatos de fantasmas. Incluso el país vencido, recuperándose, participaba también de este entorno en el fantástico, aunque muchas de su s aportaciones resultaban más oscuras que lo que podía leerse en otros lugares. Strobl escribía en Lemuria relatos más violentos y dotados de humor negro, y en el caso de Ewers, el autor de La mandrágora, no dudaba en recurrir tanto a la tradición del romanticismo alemán como a creaciones propias. Y también, a lo peor que podía dar de sí el ser humano.



La araña y otros cuentos macabros es una antología donde Valdemar selecciona varias de las narraciones de un escritor cuya vida daría para una ficción. Viajero, sibarita, mujeriego y alcohólico profesional, llegó a actuar como espía en Estados unidos y a Manifestar simpatía abierta por los nazis. Una simpatía no recíproca pero que debido a su fallecimiento en los años cuarenta, su figura y libros quedaron olvidados durante mucho tiempo.  (algo similar a lo que le pasó a Strobl).  Sus relatos no se ciñen siembre a lo abiertamente fantástico, pero sí a lo macabro. Si el cuento que abre la antología se puede considerar el más clásico, en el sentido de su desarrollo y la criatura que aparece en él, el resto está plagado de hechicería, venganza…pero también violencia, locura, y donde no se escatiman referencia a los comportamientos más deplorables, donde en algunos momentos, la necrofilia acaba siendo lo menos malo que puede aparecer en sus páginas.


No es solo el protagonista de La araña, sino también el desenlace que sufre el malogrado artista de John Hamilton, enamorado de una momia conservada en un bloque de hielo, el noble, compasivo hasta la abnegación con la autodestructiva Stanislava D´Asp, perdiendo a su objeto de deseo de la manera más cruel posible. O el enterrador de La peor traición, que ama a cada una de las mujeres inhumadas en el camposanto de un pueblo de Estados Unidos tan siniestro y aislado como podría serlo el Dunwich de H. P. Lovecraft. Ewers, en todo caso, no se corta a la hora de retratar lo peor de sus personajes. Leer como como el protagonista de La mamaloi manifiesta su preferencia por las niñas, o como un clérigo asiste con fascinación  a las peleas a navajazos en Andalucía, se describen  de una forma tan casual que pasan a ser solo una parte  más de un entorno donde lo violento (/descrito con una elegancia que roza lo inquietante) está a la orden de cada página.

Esta violencia se manifiesta también en los escenarios más exóticos de su relatos, donde la visión de sus personajes, para quienes el colonialismo es  el orden establecido, se junta con lo salvaje  de una ceremonia vudú o de la venganza de un noble asiático despechado. , y donde la visión más romantizada de España (el autor estuvo en España. Aunque hasta donde sabemos, y pese a su nacionalidad, parece que no en Mallorca), se muestra como algo ajeno, también violento e incomprensible. Sorprende que entre una colección donde lo perturbador sea la norma, se encuentren relatos tan desconcertantes como El carnaval de Cadiz, donde los lugareños hacen todo lo posible por acabar con un tronco de madera inanimado. No se si al señor Ewers le habrían contado algo de esto y su imaginación hizo el resto, pero a los que vivimos en Cataluña nos vino a la cabeza la figura de un sonriente e inocuo Tió de Nadal.  

La araña y otros cuentos macabros es, además de una recopilación a las que Valdemar ha acostumbrado a sus lectores, una forma de acercarse a un autor injustamente olvidado y una visión previa antes de continuar con la mandrágora o El vampiro. Decadente, siniestra, y a veces, muy sangrienta y desesperada como las contiendas que asolaron a Europa el pasado siglo, quizá hoy lo que pudo escandalizar a sus lectores se queda corto comparado con lo que autores de bestsellers se atreven a incluir en sus páginas, pero con el que es inevitable no sentir la necesidad de asomarse y contemplar el abismo.

2 comentarios:

Anacrusa dijo...

Todavía no me explico el porqué nadie ha utilizado el personaje de Ewers para una novela. Ya sólo el episodio de espía en la I Guerra Mundial da para trilogía de fantasía urbana. Más Ewers y menos Lovecraft xD.

De los relatos me gustó mucho la mezcla del folclore alemán con un tratamiento y a veces temática más pulp: hay civilizaciones perdidas, vudú, gente que se convierte en un naranjo y un misterioso tronco en Cádiz xD. También el sexo está bastante presente en muchos relatos. Y la violencia.

Es un libro que hace buena dupla con el Lemuria de Strobl, también publicado por Valdemar. Y la única manera de acceder a la obra de Ewers para los que no hablamos alemán, aunque desconozco si en su lengua original existen ediciones de Ewers, por aquello de haber sido un poco nazi xD. En cualquier caso no dejo de imaginarme a Ewers como una especie de David Bowie. Si hubiese nacido unas cuantas décadas después estoy convencido de que se hubiese convertido en el cantante estrella de una banda de Krautrock xD.

Renaissance dijo...

Con personajes como Ewers, podrían jubilar de una vez a Alisteir Crowley como cameo recurrente en las novelas de fantasía urbana, que este ha tenido una vida todavía más loca. Además a Lovecraft le había gustado mucho el relato de La araña (aunque no sabemos qué pensaría del resto).

Los relatos me parecieron una buena mezcla entre tradición alemana y elementos exóticos, y que incluso van más allá de lo que pudimos leer en la recopilación de Strobl. Todavía estoy decidiendo si me ha desconcertado más que salga un tronco en un relato o que a uno de los personajes le parezca normal tener a sus hijos bastardos correteando por su finca, reconocer abiertamente su pederastia y quedarse más ancho que largo con ello. La sordidez y la violencia son elementos que están conviviendo con el fantástico con toda naturalidad.

Además del de Strobl, casi se podría hacer triplete con el Demonio del movimiento de Grabinski, aunque el tono sea muy distinto, pero es un buen contrapunto a lo que teníamos asociado al fantástico en los años veinte: al otro lado del charco estarían escribiendo sobre héroes galácticos, civilizaciones perdidas y peligros amarillos, pero en Europa estaban de vuelta de todo..

Creo que en inglés han empezado a sacar ediciones en fascimil de Lemuria, aunque no sé cómo estará la obra de Ewers precisamente por la fama que lo terminó acompañando (aunque tenía pinta de ser el típico que se había subido a la política porque los uniformes le parecerían vistosos XD). No quiero ni imaginármelo pululando por Berlin occidental en los setenta..

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