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jueves, 28 de abril de 2022

Lecturas de la semana. Los setenta

 


De los libros más antiguos que circulan por casa se encuentran, además de enciclopeias cuya informción se ha quedado obsoleta hace mucho, colecciones de las expediciones de Cousteau donde no se sabe donde termina el grano setentero y donde empieza el pez, y varios libros de bolsillo  con tendencia a despegarse un poco y perder una sobrecubierta cuya ilustración evocaba, de forma directa,  varios momentos de su contenido. En la colección Reno lo mismo era posible leer las hazañas bélicas de Sven Hassel, que  un drama de Pearl s. Buck, o una importante novela histórica. E incluso, aunque no tan habitual, algún autor de ciencia ficción se asomaba a un catálogo interminable y a la que por algún motivo, habían decidido numerar. 


Mika Waltari. Sinuhé el egipcio. No solo es una de las novelas históricas más concidas, sino que es  una de las poqúisimas que he leído de este género (como mucho, se queda en Yo Claudio y una de Christian Jacq). Una historia extensa, nada menos que las memorias de un médico real durante el Imperio Nuevo y que pese a buscar un estilo arcáico a la hora de narrar y expresarse, e s capaz de arrastrar al lector a cada paso de su protagonista. Ante este los años pasan tan rapido como para Siuhe, ese bebé arrastrado por las aguas del Nilo en un cesto de caña de una manera que resulta un tanto familiar, y al que le sucederán quizá pocas alegrías y bastantes vicisitudes. Alguna provocada por u inconsciencia, y otras inevitables. 

La trama avanza a través de Tebas, la construcción de Menfis, los viajes del protagonista como espía por Mesopotamia y Creta y al declive de un imperio, por lo que  para alguien no acostumbrado a este género, no tiene nada que envidiear a una saga fantástica. Y donde acaba aceptándose con la misma facilidad que sus personajes la sociedad y forma de ver las cosas que estos tienen. Como explican al joven Sinuhé en un momento: estas han sido así. 

Aunque la primera persona supone una mayor  cercanía a su protagonista (y a veces, hartarse un poco por su tendencia a quejarse), a menudo es uno de los personajes secundarios el que resulta más intersante: Kaptah, el esclavo, quien lo acompaña primero como siervo y despúes como amigo, siguiendo un peculiar avance en el escalafón social que, si bien solo resulta posible en la ficción, sirve para reflejar los aspectos más cotidianos de la sociedad egipcia.  En el medio de las guerra diviles, d ela frangmentación política, este vende, compra e incluso se dedica a la especulación inmobiliaria y a evadir el fisco, lo que sirve para mostrar como trasfondo, de forma muy efectiva, la complejidad de una sociedad antigua..o que no hemos cambiado tanto. 


Pierre Boulle. Historias caritativas e historias absurdas. A Boulle se le conoce por las novelas El planeta de los simios y El puente sobre el rio Kwai. Especialmente por la primera, aunque esta  haya obtenido una entidad propia a través de sagas cinematográficas y sus remakes. Además  de una variedad en novelas, también cuenta con una colección de relatos, que bajo este título, recoge textos de temática diversa pero aproximándose a menudo a la ficción especulativa y con preferencia por lo irónico. Cosa que no debería sorprender teniendo en cuenta que En el planeta de los simios, los orangutanes y otros monetes con corbata se desplazaban  en lianas a través de una ciudad de los sesenta. 

Si hubiera que encontrar algo en común entre todos los relatos, sería precisamente esa ironía y bastante humor negro, ya que estos recorren variso escenarios coo una leprosería en la Francia Medieval, un crime  qu eno sale como se había planeado o el contacto con una civilizacion extraterreste que, para desgracia de los científicos entregadas a la traducción de los mensajes estelares, descubren que sus vecinos de la galaxia son tan aburridos y centrados en sus problemas como los humanos. Hay sitio también para un ensayo un tanto peculiar e incuso para la poesía, po rlo que el título resulta bastante adecuado. 

El cojunto, además de desconcertante, resulta divertido por la forma de abordar cada cuento, y también ,por notarse en ellos un estilo muy propioi de su época, donde una inteligencia artificial se describe como una gigantesca máquina como no podía concebirse de otro modo entonces, y donde la gente de a pie  a los que les corresponde ser protagonistas, tienen una ctitud entre prosaica y resignada. 



2 comentarios:

Anacrusa dijo...

En Reno leí yo La montaña mágica, con hojas que se iban deshaciendo y soltando del libro según las leía xD.

Novelas históricas no he leído muchas. Algo de Christian Jacq, que en los noventa estaba a tope con el tema de Egipto, el Yo, Claudio de Graves, Memorias de Adriano, alguna novelilla de la colección que sacó El País, que después de la de aventuras y las dos de novela negra sacó una de novela histórica, y cosas sueltas de Mary Beard y Posteguillo. Mi problema es la tendencia al tocho y el mamotreto xD. Y que ya puestos a leer tochos, prefiero el culebrón de Juego de Tronos, que hay dragones y zombis.

De Pierre Boulle conozco la típica, El planeta de los simios, pero no he leído nada más de él. De Sinuhé el egipcio recuerdo la película, de las típicas de semana santa, y que en su momento, hace veinte años o más, me parecía un tremendo aburrimiento.

Mencionas las colecciones de Cousteau y me ha venido a la cabeza la colección de Féliz Rodríguez de la Fuente que heredé de mis primos. Creo que era como una especie de cuentos que tenían como protagonistas a distintos animales.

Cuando vuelva a casa de mis padres tendré que echar un ojo a la biblioteca y ver qué libros puedo saquear.

Renaissance dijo...

Para encuadernar los libros de Reno ya podrían haber contratado al responsable de Alianza o los bolsilibros, que esos si que son indestructibles XD.

Con la novela histórica me pasa un poco eso: si tengo que leer cosas extensas, al menos que sean de algo que no ha sucedido y donde el que parece ser el error de muchas novelas históricas (lo de hacer que sus personajes tengan una sensibilidad contemporánea) no resulte tan cantoso.

Además de la de Cousteau y sus fotos setenteras también había una hecha por fascículos titulada la "gran enciclopedia del motor", donde se explicaba de pe a pa el funcionamiento de los vehículos...fijo que en su día con ella se podría reparar el motor de un Chrysler, pero ahora resulta desactualizadísima dada la cantidad de software que lleva cualquier utilitario. Cosas como estas me hacen pensar que la generación anterior se las hubiera apañado mucho mejor en caso de apocalipsis XD.

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