En marzo de 2020, nos enviaron a casa.
Los noventa días que transcurrieron entre informes diarios sobre estadísticas, avances y previsiones, lo hicieron también acompañados de todas las formas de evasión posibles. Circularon correos con listas de visitas virtuales a museos, conciertos de ópera servicios de streaming liberados temporalmente y adelantos de libros. Fue una editorial, quizá la que por temática estaba más lejos del arcoiris y del slogan Todo irá bien, la que, primero cada día, y con un poco más de margen a medida que el horizonte temporal se ensanchaba, comenzó a subir un relato que guardaba cierta relación con lo que sucedía. Los lectores, medio en broma medio en serio, sugirieron que aquello podría ser material de una antología como las que solían publicar.
Un año después, Valdemar editaba esos mismos cuentos con el adecuado título de Estado de alarma, y una portada que evocaba irónicamente a la protección que los médicos de la peste utilizaban. y que se había convertido de forma involuntaria en una referencia a la pieza de tejido que sería una pieza más del vestuario cotidiano.
La antología se quedó en un total de 23 relatos de los 26 que fueron ofreciéndose durante esas semanas, quizá por cuestiones de maquetación o volumen. Estos comienzan con una aproximación clásica, siendo probable que el lector conozca de sobra La máscara de la muerte roja o El sótano de la peste de Stevenson, aunque apariciones como El color del espacio exterior o El Horla también sean una aproximación metafórica a la idea de la colección.
El conjunto, en perspectiva, constituye una colección bastante lúcida en la que las páginas se acercan de forma bastante inquietante a determinadas situaciones: El gigante invisible, de Bram Stoker, habla de una plaga que nadie cree al principio. Los guantes, de Horacio Quiroga, reflejan una rutina obsesiva de limpieza, y El sonido de las palabras, de Octavia Butler, habla de secuelas a una enfermedad, aleatorias, imposibles de predecir y que suponen un cambio a largo plazo.
Es curioso como una parte de estos sean cuentos de temática marítima, y aunque Una voz en la noche de Hogdson cuente con la presencia de una extraña enfermedad contagiosa, al igual que El barco de grano o la hipnótica Al otro lado de la montaña, los personajes de estas, aislados en los metros cuadrados que ofrece un barco, reflejen también de forma directa el aislamiento y la clautstrofobia. Del mismo modo podría justificarse la presencia de un texto de Thomas Ligotti, donde describe un fin del mundo lovecraftiano tan dificil de explicar como la propia percepción de la realidad...además de hacerme preguntarme si el recluso de Detroit se habrá enterado de la cuarentena o si para él solo fue un viernes más.
Aunque los relatos más modernos podrían ser los que se acercaran con mayor precisión a la idea de enfermedad y el final de una época, estos son también los más irregulares: si bien el de Butler funciona, y El fin del mundo tal y como lo conocemos es una visión del apocalipsis tomado con calma e indiferencia, el Dios salve a la reina de John Skipp sigue siendo tan flojo como siempre, quizá porque no puede haber una antología del mal rollo sin su cuota de zombies, aunque hay muchísimos otros cuentos dentro del género que lo reflejan mejor que un relato pensado para escandalizar, y el escrito por Hyatt Verril lo demuestra.
Lo que empezó como una pequeña herramienta promocional terminó, un año después, con una colección variada, de corte macabro y que se acerca al concepto de enfermedad y encierro desde las perspectivas más amplias, también con un poco de humor negro. Un buen ejemplo de cómo sacar algo positivo de cualquier situación...Aunque, por si acaso, me quedaría más tranquila si no hay que seleccionar material para Estado de Alarma II: La cepa india.
3 comentarios:
Pues tiene muy buena pinta.
Un abrazo.
Todo lo que hace Valdemar está bien. Podré no tener una casa en propiedad, pero tengo sus libros xD.
Es curiosa también la percepción de la pandemia dependiendo del país en el que te haya tocado vivirla.
Rocio G. Tizón: tiene muy buen contenido, aunque en conjunto se nota que varios relatos salieron de sus antologías sobre zombies y el fin del mundo.
Anacrusa: a diferencia del ladrillo y las propiedades, los libros de Valdemar nunca se devalùan XD.
No solo del país sino que la percepción varía según la situación...Lo que más recuerdo es que mis gatas llegaron a ponerse nerviosas por tenerme tanto tiempo en casa.
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