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jueves, 17 de septiembre de 2020

Los archivos de Van Helsing de Xavier B. Fernandez. Un vampiro suelto en Sant Adriá

 


Drácula será el vampiro por antonomasia, además de un personaje de dominio público que puede permitirse pasear por cualquier página. Pero su presencia no sería la misma sin la de su némesis: el doctor Abraham van Helsing ha sido la otra cara de la moneda y el arquetipo de como el mal puede ser vencido. Su figura, no tan explotada, es la del arquetipo del cazador, a veces tan obsesivo como su presa. Un cazador que también ha tenido algún que otro rostro memorable y muchos lo asociamos a la figura huesuda de Peter Cushing (entre otras cosas, porque todavía estamos intentando olvidar la película de Hugh Jackman). Alguien tan presente en la ficción y con un currículo de estudioso tan amplio siempre es de agradecer que cuente con su propia novela. Aunque en el caso de la narración de Xavier B. Fernández, esta siga profundamente ligada a la del vampiro que lo complementa.




Los archivos de van Helsing no es tanto una historia del jesuita  metido a cazador de vampiros y su descendencia como la de sus archivos, literalmente: el padre van Helsing, retirado actualmente en el monasterio de sant Cugat del Vallés y desencantado con una iglesia codiciosa y alejada de toda idea de bien y misericordia se dedica al estudio de los papeles que han estado en su familia durante siglos. Y que, entre textos redactados por sus antecesores se encuentran también los diarios de un noble válaco en los que narra su muerte, regreso como criatura nocturna y aprendizaje de la magia negra a lo largo de los siglos. Cientos de años donde este comprueba cómo para el una segunda o tercera muerte no es más que una pausa y que mientras, los seres humanos han ido mostrando formas más creativas y sangrientas de obtener el poder. Ahora, el anciano sacerdote, sin más conocimientos que los heredados de su familia y su tenacidad, escucha la noticia sobre la llegada al puerto de Barcelona del Demeter II, un navío que aparece misteriosamente vacío.




El libro, más que una historia del cazador, acaba siendo un relato indirecto del Drácula previo a la novela de Stoker y a las apariciones posteriores de un personaje  al que prácticamente es imposible matar. A través de este pasan por las páginas del libro la condesa Bathory, las guerras napoleónicas, la segunda guerra mundial y el Holocausto e incluso el régimen de Ceaucescu. Con un tono que, pese al título y estilo de la portada, resulta mucho más oscuro y pesimista de lo que podía esperarse: la historia de Drácula como parte del Mal presente en la historia de la humanidad, inevitable, y según la visión de su narrador, a veces invencible.Como suele pasar en muchas novelas en las que se emplea un personaje de dominio público, los lugares comunes y referencias son algo habitual. En su mayoría son adecuadas al tono de la narración, bastante pesimista y donde una personalidad como la del dictador rumano resulta interesante. Otras son predecibles, como la vampira Erzebeth Bathory. Y alguna pese a no pasar de guiño, resultan un poco chocantes en un texto tan poco lúdico: Dracula representa una parte del mal. No es que haga una cosa buena en seiscientas páginas, pero…¿También tiene que tener una copia del Necronomicón como plus? Vale que igual que Drácula sea uno de los elementos de la cultura popular literaria, pero parece que todo personaje que se precie tiene su propia copia ¿Habrá ejemplares en el Ministerio de Hacienda?.

Su estructura de crónica hace que la extensión sea mayor que la esperada  y que la narración principal sea algo secundario frente a los transfondos de los personajes, aunque cumple perfectamente el objetivo que Fernández parecía tener en mente: el de hacer un relato sobre el mal a través de los siglos, del que el vampiro es solo una pequeña parte, y en menor medida, sobre aquellos que se esfuerzan en oponerse.

A Xavier B. Fernandez, en las últimas Celsius, se le preguntaba sobre la posibilidad de una secuela dado que su desenlace era lo suficientemente abierto como para continuarlo. Aunque este, inesperado y un tanto desolador, podría quedarse perfectamente como conclusión a los archivos de van Helsing.  

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