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jueves, 7 de mayo de 2020

Brightburn (2.019). No es otra historia de orígenes superheroicos



Cada pocos meses es habitual ver en cualquier cine (bueno. Cuando estaban abiertos. Quizá no era un buen momento para pensar esto) como fórmula segura dos cosas: superhéroes y efectos espectaculares. Casi todos ellos, al menos los de Marvel y DC son ya conocidos por el público y cada vez que se anuncia una nueva adaptación lo habitual es la correspondiente historia de cómo el próximo héroe obtiene sus poderes, unas cuantas dudas durante la trama, y decide utilizarlos para el bien. Pero, ¿y si alguien dotado de habilidades sobrehumanas decidiera hacer lo contrario? Si, para eso están su contrapartida los supervillanos, que, o bien son malos por sistema, o tienen sus motivos. La diferencia está cuando de ese punto de partida, del que se esperaría un héroe, surge lo contrario.



Brightburn se propone jugar con esa premisa, donde un escenario familiar, quizá demasiado si se piensa en determinado personaje, lleva a la situación contraria: un matrimonio sin hijos descubre, en una cápsula estrellada en la tierra, un bebé de aspecto humano al que crían como suyo. Doce años después, el que había sido un niño normal y corriente empieza a experimentar cambios. Su carácter se vuelve más huraño, comienza a interesarse por una chica de su clase y la actitud ante las bromas de sus compañeros se hace más agresiva. Lo que parecía algo normal en alguien a punto de entrar en la adolescencia viene acompañado por el desarrollo de capacidades sobrehumanas. Y a la fuerza, velocidad e incluso la capacidad de volar lo acompañan las extrañas voces que surgen de los restos de la nave donde fue encontrado, hoy oculto en el granero de su granja. Pero sus padres adoptivos no se llaman Kent, y él no es Clark, sino Brandon Breyer. Y las voces que resuenan cada noche, adquieren finalmente significado en su cabeza: somete al mundo.




Cuando el nombre más reconocido en la producción es la de James Gunn, que antes de Guardianes de la Galaxia ya había demostrado buen hacer en el cine de terror con Slither, la idea de una versión terrorífica del género de superhéroes era prometedora. Esta resultó estar a la altura, pero llevando a cabo todo lo contrario a lo que suele ser la norma en este tipo de películas: sin humor, salvo la vertiente más negra que puede tener lugar en algunas escenas, sin heroes, sin batallas ni escenas de acción espectaculares, y sobre todo, con una brevedad que hace que sus 90 minutos podrían encajar en cualquier película de terror efectiva, pero poco publicitada.



Desde el primer momento, el desarrollo de la trama y su protagonista es tan reconocible que podría considerarse una parodia del hombre de acero, pero donde el humor se ve sustituido por una serie de situaciones muy parecidas a las conocidas previamente, pero que toman un giro más oscuro: Brandon, el protagonista, no se presenta como un futuro villano con motivos comprensibles, ni digno de compasión, sino como un personaje que en todo momento toma las decisiones más oscuras hacia un entorno que en ningún momento le ha dado un motivo para tomar ese camino. Su desarrollo está muy cercano a otros arquetipos infantiles del cine de terror como el asesino o el enviado del diablo, y a partir de ahí, el resto del guión continúa mostrando una serie de situaciones donde este termina mostrándose como un personaje irredimible. Y, al igual que en estos casos, no se trata de la historia de los protagonistas contra el monstruo sino de la historia del monstruo.

Como pasa a menudo en este tipo de tramas, gran parte de este desarrollo se basa en una sucesión de asesinatos que el protagonista lleva a cabo con un arma reconocible. En este caso, todo tipo de tropelías para las que utiliza su capacidad de volar, fuerza e incluso su visión de rayos laser. Donde resulta llamativo ver ese tipo de poderes propios de superhéroes, y que, como tal, tampoco falta una referencia a su punto débil, o a su propia Kriptonita, dando lugar a una serie de muertes que, si bien han sido editadas para obtener una calificación menos restrictiva, siguen siendo el punto fuerte por lo gráfico de estas.



Al tener un objetivo tan claro, como era el de ser una versión oscura de Superman, la película acaba teniendo poco que ofrecer: una sucesión de lugares y arquetipos reconocidos, y su utilización para narrar una versión en negativo de estos. El desenlace es de esperar, y en conjunto, puede parecer que el guión no pretendía hacer más que un “superman malvado”, pero lo que quiere hacer, lo hace bien. Tenía un objetivo claro y una duración tan limitada que hacen que la mejor forma de definirla es la de una película pequeña y sólida, que funciona como versión macabra del nacimiento de un superhéroe.

Brightburn consigue funcionar como película independiente. Pero como buena serie B, también es capaz de ofrecer la posibilidad de una secuela, haciendo referencia a una serie de personajes cuyos rasgos los hacen perfectamente reconocibles.

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