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jueves, 5 de marzo de 2020

Laurell K. Hamilton: Placeres prohibidos. De profesión, reanimadora. Lo de matar vampiros es circunstancial


Uno de los géneros más trillados en el fantástico de los últimos años, es también uno de los más resultones: la fantasía urbana, y en concreto, sus detectives, han acabado por tener para ellos solos una sección cada vez más amplia pero muy parecida entre sí: la presencia de lo sobrenatural como algo común, sea de forma abierta o como una sociedad secreta, y un personaje principal con alguna particularidad que lo hace distinto al resto de seres humanos, y que se gana la vida entre ambos mundos trabajando como detective. Una fórmula muy sencilla que hace que prácticamente cada lector, incluso los que no sean aficionados a este tema, se haya acercado a él en algún momento y pueda tener algún favorito. En un género donde los tiempos de John Silence y Carnacki quedan muy lejos, y donde es prácticamente imposible llevar una pista actualizada de todas las sagas disponibles, sí que se puede señalar al personaje creado por Laurell K. Hamilton como uno de los más populares, y también uno de los pioneros.



Placeres prohibidos es la primera de las aventuras de, en este caso, no detective, sino reanimadora de cadáveres Anita Blake, aunque a su pesar acabe haciendo también investigadora no remunerada, el nombre del club nocturno regentado por vampiros donde comienzan sus problemas, y también una traducción libre del término "placer culpable", todo aquello que nos gusta pero avergüenza reconocer (algo así como mi afición por los zombies y las películas de tercera regional. Salvo que yo no lamento nada). Una despedida de soltera a la que acude Anita como invitada sirve para que esta sea contratada por la comunidad vampírica local como investigadora principal de los asesinatos que se están produciendo. Porque, aunque difícil cuanto más antiguo sea, es posible matarlos o dañarlos con los métodos tradicionales. Pero hay un problema: Anita no es detective, sino reanimadora profesional de cadáveres, una profesión que también le será útil en este caso. Pero también tiene licencia oficial como asesina de vampiros, algo que ha llevado a cabo en el pasado y que también significa una cosa: que los no muertos la temen, y que estos no le caen demasiado bien.

Aunque la saga de Hamilton apareciera a principio de los noventa, y se considere una de las primeras, no fue hasta finales del 2.000 cuando se publicó en España, únicamente tres entregas de una serie que supera las 20. Y de las que, según sus críticos, es hacia la mitad cuando la saga empieza a perder el norte y derivar hacia el erotismo como tema principal y la monotonía de los temas. Pero en esta primera novela esto quedaba muy lejos, y el Sant Louis donde transcurre la historia es una ciudad donde los vampiros son una parte más de la sociedad, más o menos tolerada pero no aceptada, el trabajo de reanimador de cadáveres es una actividad lucrativa, especialmente en lo que respecta a aclarar testamentos y operaciones de seguros, y Anita Blake, una protagonista que se toma su actividad con bastante pragmatismo y poco drama: su despacho, aunque por el momento aparece poco, no se distingue de cualquier otra oficina comercial, y ella, como protagonista, no parece un personaje trágico ni demasiado intenso: su primer encuentro con un vampiro, del que conserva cicatrices, se trata con la misma naturalidad que el accidente que podría haber tenido un agente de la ley. Se toma su trabajo con naturalidad y compensa su escaso tamaño con ingenio y teniendo un arma a mano. Aunque su forma de lidiar con las secuelas que pueda provocar su trabajo sea el dormir con un pingüino de peluche, además de coleccionarlos. Un personaje que cuenta con bastantes de los tópicos del género, como la escritura en primera persona, o su descripción menuda (¿por qué gran parte de las heroínas de este género tienen que ser minúsculas?), o que, durante la mayor parte de la trama, su trabajo como reanimadora poco tenga que ver salvo el resultar pintoresco. Pero que tiene la naturalidad necesaria para irse ganando la simpatía del lector, en una novela en el peor de los casos, o interés para continuar la serie en el mejor.






El libro cumple todo lo necesario para funcionar como lectura ligera: rápido, una mitología fácil de comprender en pocas páginas y que puede describirse todavía en menos, y la aparición de una serie de personajes con posibilidades de convertirse en secundarios recurrentes o, en el caso de alguno de ellos, en posibles intereses románticos para secuelas posteriores. No es una lectura para buscar nada original, y en realidad el misterio que resuelve acaba siendo un poco lo de menos: la trama del asesinato acaba teniendo validez únicamente para que el desenlace sea más o menos sonado, para hacer que la protagonista se vaya moviendo por distintos escenarios y describiendo lo que es nuevo para el lector. Sorprende, en todo caso, que tras casi treinta años de su aparición, su escritura resulta bastante intemporal, algo difícil en un género tan marcado por los tiempos, y que la diferencia de década solo se note, de forma inesperada, por la aparición de un busca.

Placeres prohibidos puede resumirse en una lectura breve, divertida y que funciona cuando se sabe lo que se iba buscando: en este caso, a uno de los primeros personajes de la fantasía urbana y una trama donde no falten vampiros ni cambiaformas deambulando a sus anchas por una ciudad cualquiera. En cuanto al interés necesario para continuar, dado que en un momento su protagonista suelta una frase lapidaria como "soy la ejecutora. Mato vampiros, no salgo con ellos", es bastante probable que este se quede en los tres únicos volúmenes editados por Gigamesh hace ya algún tiempo.



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