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jueves, 5 de diciembre de 2019

El barco de la muerte (1980) Quien maneja mi barca que a la deriva me lleva


Uno de los momentos más divertidos de asomarse a la estantería de un videoclub era fijarse en las carátulas. Entonces todavía se consideraba cierta tradición de realizarlas mediante ilustraciones y no montajes fotográficos, y era con las primeras donde era posible ofrecer más posibilidades. Especialmente en la sección de terror, en la que se compensaban unos valores de producción tirando a escasos con unas ilustraciones que prometían más de lo que había: zombies con crestas punk que parecían montar guardia ante una tumba. Manos putrefactas que flotaban  mientras pulsaban el timbre de una casa, payasos siniestros…ilustraciones que acababan quedándose más en la memoria que su contenido. Que en el mejor de los casos podía ser una serie b divertida, y algo olvidable en el peor.


Uno de los momentos más divertidos de asomarse a la estantería de un videoclub era fijarse en las carátulas. Entonces todavía se consideraba cierta tradición de realizarlas mediante ilustraciones y no montajes fotográficos, y era con las primeras donde era posible ofrecer más posibilidades. Especialmente en la sección de terror, en la que se compensaban unos valores de producción tirando a escasos con unas ilustraciones que prometían más de lo que había: zombies con crestas punk que parecían montar guardia ante una tumba. Manos putrefactas que flotaban  mientras pulsaban el timbre de una casa, payasos siniestros…ilustraciones que acababan quedándose más en la memoria que su contenido. Que en el mejor de los casos podía ser una serie b divertida, y algo olvidable en el peor.






Salvando las distancias y el presupuesto, es fácil que el comienzo de la película haga recordar las producciones de desastres que todavía mantenían su éxito: el crucero de lujo, y los personajes, uno que se perfila como antagonista y el resto representando diversos rangos de edad y características. Esta se liquida de forma muy brusca, pasando rápidamente del naufragio a la llegada de los protagonistas al siguiente escenario. Al menos, hay que reconocerle que va rápido al tema principal de la trama. Esta no se caracteriza por unos efectos especiales llamativos, sino por unos recursos muy básicos en los que el barco “fantasma” actúa mostrando una maquinaria accionándose por sí misma y lo inquietante que esto puede resultar (para alguien de tierra y que no se ha subido en nada más complejo que un catamarán, mucho). Al menos, en algunas ocasiones: el agua de una bodega, donde flotan restos humanos o la apariencia fantasmal del barco son algunos que sí lo hacen. Otros, como una secuencia donde una ducha empieza a verter sangre, parece más propia de una trama de casa encantada, y no muy buena, que de una historia de horror ambientada en el mar.

Tampoco se puede decir que el guión haya conseguido capturar las atmósferas fantasmales de un William Hope Hodgson: el trasfondo de la historia se soluciona convirtiéndolo en un buque nazi, cosa que tampoco termina de decir mucho salvo por justificar la naturaleza “malvada” del barco y los personajes resultan bastante olvidables: están ahí para ofrecer una variedad de gente que vaya cayendo uno a uno, de forma no demasiado grotesca pero sí vistosa, hasta llegar al núcleo de protagonistas que consiguen llegar al desenlace, y la limitación de presupuesto hace que tampoco pueda competir en cuanto a situaciones vistosas. En cambio, consigue funcionar empleando muy bien el recurso de un número limitado de personajes y un escenario que se convierte en algo claustrofóbico.

El barco de la muerte es una de esas producciones medio olvidadas pero que supone una sorpresa poder encontrarlas, no ya en un videoclub pero sí en el escaparate de una plataforma de streaming. Es modesta, entretenida, y al menos la trama ofrece una situación distinta a otros clichés más trillados. Y, puede que aquí juegue la debilidad por lo artesano, pero acaba funcionando mejor el chroma de un barco desvencijado flotando entre la niebla que la infografía de cualquier fantasma.   

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