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jueves, 25 de julio de 2019

Annabelle vuelve a casa (2019). La ausencia de los Warren y el trastero de los horrores


Desde 2013, la saga titulada Expediente Warren (título que me gusta mil veces más que The Conjuring) ha aportado como legado dos cosas. La primera es unas entregas de cine de terror muy competente y donde gracias a los hechos reales contamos como protagonista a unos investigadores de lo paranormal cuyos testimonios y entorno supera a la ficción. La segunda es una tanda de spin offs que empezó con la famosa muñeca Anabelle y continúa con cualquier espectro que haya aparecido en la saga, sea muñeca, monja o leyenda urbana. La que ha tenido más presencia ha sido la primera, que, después de guionizar sus orígenes, y quizá después de una temporada sin la presencia del matrimonio Warren en las pantallas, deciden llevarla a donde empezó todo: al museo, almacén o cámara donde los investigadores guardan todos aquellos objetos que han tenido algo que ver con sus casos.



Un poco después de que Ed y Lorraine investigaran una muñeca de aspecto grotesco, cuyos propietarios creían que se encontraba vinculada al fantasma de una niña, esta descansa ahora en su sótano encerrada en una urna, siendo probablemente, uno de los objetos más peligrosos que se encuentran allí. Pese a las medidas de  protección tomadas por ellos, la influencia de la criatura que se esconde en la muñeca sigue notándose en el exterior, y durante uno de sus viajes (seguramente, donde resuelven un caso más interesante que el que nos cuentan en esta película) en el que Judy, la hija de ambos se queda sola con su canguro y una amiga de esta, consigue valerse de los temores de una de las jóvenes para ser liberada de su prisión y mostrar por qué esta era seguramente el objeto más peligroso que custodiaban: Annabelle es capaz de actuar como foco para todas las entidades que se encuentran allí encerradas, liberándolas y amenazando la vida de quienes se encuentran en la casa.




En principio, esta parecía la que sería mejor de las tres entregas de una de las muñecas más inmóviles y más persistentes dentro del cine de terror. Contaba, sobre todo, con la presencia de los protagonistas de la saga principal y un entorno más cercano a estos y a sus caso. Aunque ya avisaban que su presencia se reducía a un cameo, podría ser lo más parecido de momento a una tercera entrega de Expediente Warren y ofrecía también más variedad en cuanto a fantasmas que la muñeca titular. Y efectivamente, puede que sea la mejor de las tres, pero tampoco era muy difícil porque no es una serie que se distinga por ser muy brillante.

En realidad, el resultado es una mezcla de personajes que por lo menos, se esfuerzan en no resultar demasiado irritantes. O si lo son, intentan darles una motivación posterior por la que llevan a cabo decisiones francamente estúpidas. Porque el motivo por el que se desencadena la historia hará pensar al público que hace falta ser muy tonto y, entre su actitud durante el primer tercio, junto a los momentos cómicos fuera de lugar, hace que estos no generen más interés más allá de esperar a que empiece la trama sobrenatural.



Esta, aunque satisfaga un poco la curiosidad que pudiera generar ese garaje/trastero lleno de objetos, siendo bastante creativos a la hora de darles un trasfondo macabro, acaba resultando más una especie de reunión de monstruos donde la impresión que da es que podemos ver a todos aquellos que no van a tener spin off. Estos van de lo cantoso, como un vestido de novia diabólico o un juego de mesa poseído, a lo macabro y con bastante potencial, como la secuencia donde tienen cabida un teléfono y un televisor que salvan un par de momentos de la parte central de la película. El resto, entre la sobreexposición de objetos de un escenario que no deja de parecer el cuarto de los trastos que todos tenemos por casa, y las secuencias en exterior con el secundario cómico siendo perseguido por el fantasma de un hombre lobo recuerda más a la versión cinematográfica de Pesadillas que a una producción de terror que, como lo fue el primer Expediente Warren, podía tirar a pequeña, pero sabía manejar bien sus bazas y se tomaba un poco más en serio.



Pese al desfile de fantasmas más o menos variado, la película parece irse salvando a ratos: el comienzo, prometedor con la presencia de los protagonistas, recuerda mucho a la primera entrega a o al mundo sobrenatural que James Wan fue perfilando en Insidious. Del mismo modo que hay secuencias terroríficas muy bien llevadas en momentos concretos, y donde se inventa de forma ingeniosa la maldición que puede albergar un objeto de lo más cotidiano. En conjunto, esta hace que se vaya salvando, pero no lo suficiente, y aunque tampoco se esperaba algo a la altura de una tercera parte de la serie original, esta se queda en un desfile de escenas cotidianas bastante aburridas, momentos cómicos fuera de lugar y una colección de fantasmas variados apareciendo por los pasillos. Seguramente seguirá habiendo spin offs relacionados con cualquier cosa que haya tenido presencia en las películas, pero sería preferible que después de esta vez, Annabelle se quedara definitivamente en la urna.



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