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jueves, 3 de mayo de 2018

Ash vs Evil Dead (2018). Farewell to the King, baby


El domingo terminó, definitivamente, Ash vs Evil Dead, y si lo que dice Bruce Campbell es cierto, la saga en formato audiovisual y su papel como Ash. Algo bastante descorazonador teniendo en cuenta que el motivo es la cancelación de la serie, pero suficiente como para poder reencontrar a su personaje, que muchos espectadores lo descubrieran, y quizá, tener el tiempo necesario para poder despedir Evil Dead como tal.



A lo largo de tres temporadas se ha seguido la reaparición de Ash Williams, empleado de S-Mart (o de Value Shop. No tuvimos ninguna referencia a El ejército de las tinieblas durante esta entrega), pasota, mujeriego y tirado como el solo por afición y vocación, y propietario de una copia del Necronomicon a su pesar, un grimorio cuya lectura sirve de entrada a criaturas demoniacas de otra dimensión. Un objeto que no se encuentra muy seguro en manos de alguien capaz de leerlo nada menos que dos veces por error o despiste, y volver a provocar la aparición de unos demonios grotescos, deslenguados y cuya destrucción suele implicar una motosierra y unas cantidades de sangre y tripas de plástico que no veíamos desde los ochenta. La diferencia, ahora, está además de los treinta años que han pasado por él, su barriga y un carácter bastante deslenguado y políticamente incorrecto, en que no está solo: Pablo y Kelly, dos compañeros de trabajo, acabaron uniéndose a su pesar a su búsqueda de una forma de acabar con ellos o, en el caso de Ash, de un sitio donde eludir las responsabilidades y vivir tranquilo. Este viaje sirvió también para ampliar el mundo en el que habíamos visto a Ash hasta entonces: el Necronomicon es codiciado por los Oscuros, una raza de seres no humanos de los que Ruby, una despiadada hechicera es la cara visible, para verlo regresar a sus orígenes, en el pueblo de Elk Grove, e incluso conocer su entorno. O al menos, a su padre, pudiendo comprobar que es verdad lo de “de tal palo tal astilla”, y que también se cumple con su hija, aunque Ash está tan desconcertado con el descubrimiento como su propia descendiente.



Las tres temporadas pueden considerarse muy breves: salvo el piloto, han sido un total de treinta episodios de no más de media hora, pero suficiente para recuperar al personaje, el estilo de las películas originales, y sobre todo, hacerlo evolucionar y desarrollarse de una forma que ha resultado sorprendente, teniendo en cuenta las décadas y cambio de gustos que mediaban entre la última película y la serie. Si bien la tercera entrega iba un poco a su aire respecto de las anteriores, con un decorado más amplio, a esta, con el viaje de Ash a la edad media, no se hace referencia por cuestión de derechos, aunque se mantuvieron, sin mencionarlos abiertamente, elementos del canon. En cambio, la serie no se quedó en una repetición de esquemas: Ash es un personaje muy grande, muy de caricatura y que llena la pantalla, pero consiguieron aportarle una serie de coprotagonistas que están a la altura: Ash vs Evil Dead no sería lo mismo sin Pablo el Brujo (en castellano en el original ¡Maldición, siempre quise escribir esto!), el carácter taciturno y sarcástico de Kelly y sobre todo, del papel de Lucy Lawless como antagonista visible, con un personaje mucho más severo y oscuro que le da el contrapunto al más socarrón de Bruce Campbell. Pero también fue todo un logro el que un personaje tan de secuela como la hija de Ash mantuviera el tipo al lado de los otros tres: Brandy, siendo muy estrictos, no molesta en pantalla, y siendo más generosos, es una protagonista tan útil como el resto, en lugar de quedarse como poco más que una anécdota. Y sobre todo, necesaria, a la vista de la evolución que comienza a experimentar Ash en los últimos capítulos.


 
Hala, ya podemos irnos para casa porque esta es la mejor foto que veremos en todo el año

Estos personajes han conseguido algo muy importante en la franquicia: no solo mantenerse a la altura de su protagonista sino también mantenerse vivos. Algo que no les pasó al grupo de secundarios que, con el pretexto de expandir un poco el transfondo de Ash y el Necronomicon, se limitan a ser asesinados uno tras otro de las formas más gore que da de si la serie. Para tener el llamativo título de Los caballeros de Sumeria, es un milagro que haya quedado un solo miembro vivo en el siglo XXI...Un defecto que no afecta solo a ellos, sino a parte de los aparecidos en la temporada anterior: si la segunda sirvió para llevar al protagonista de vuelta a su ciudad natal y bromear un poco con su entorno familiar (además de ofrecer algunos de los chistes más propios de Fernando Esteso cortesía de Brock Williams, padre de la criatura), esta se quedó en un guiño a los viajes temporales y en un grupo de secundarios que desaparecieron de la pantalla en la siguiente. Y es que pese a lo breve, la serie también sufre de algunos capítulos que no sirven más que para ofrecer lo que en el fondo, caracterizaba a Evil Dead: comedia muy bufa, mucho, en el último año, y momentos gore. Aunque, en la tercera parte, quizá con las horas contadas, se redujo ciñéndose mucho a lo que querían narrar en esos diez episodios.



El mayor choque ha sido el cierre de la serie. Con una media hora para poder cerrar una historia que se había desmadrado al máximo, sin que esto sea algo malo, efectúan un sorprendente cambio de tono en el protagonista mostrando al que en algún momento habíamos olvidado: al más serio, el que todavía conserva el colgante de su novia desde hace más de 25 años (porque antes de perseguir cualquier cosa que tuviera faldas y probablemente, sufrir un síndrome de estrés postraumático no tratado, tenía novia formal), el que hace lo posible por salvar a sus amigos y a su hija y se enfrenta a los demonios con todo el sentido épico que se puede permitir una serie marcada por un personaje socarrón y el humor negro. Además de poder afortunadamente cerrar la historia con un final adecuado dadas las circunstancias y con todo un guiño al desenlace alternativo, y menos optimista, de El ejército de las tinieblas.
Quizá el problema de Ash vs Evil Dead fue pasarse de ambiciosos. La saga, y sobre todo Ash, cuenta con una base de seguidores muy fiel, pero no suficiente como para mantener una serie, por escasos que sean los capítulos que la compone, de forma abierta. Es posible que un planteamiento cerrado desde un principio, sin querer seguir rodando indefinidamente, habría sido más adecuado. Sin embargo, el final de la serie es el mejor que pudo tenerse: es atropellado, caótico, al que se le nota un decorado en el que se mueven un montón de tipos maquillados de zombie, unos fantoches con hábito,un enorme bicho con un aspecto tan de marioneta, que parece sacado de los ochenta e incluso un tanque, porque en el fondo, si esto se acaba ¿por qué no acabarlo a lo grande? En el fondo, no habría podido encontrarse una forma mejor de despedirse de Ash y homenajear a Posesión Infernal.

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