Hay ciertos hechos en la vida que cuando convives con una
gata que no llega a los cuatro años, completamente sana, parecen imposibles y
muy lejanos en el tiempo. Pero a veces llegan más pronto de lo que nos
imaginamos.
Hace unos pocos días, perdí a Dalek. Fue algo muy repentino
y doloroso como saben los que han compartido su vida con animales. Pero en
cierto modo, me considero afortunada de que esto hubiera sucedido al
encontrarme yo en casa, a su lado, y no habérmelo encontrado al volver, sin
poder hacer nada.
Dalek era una gata negra de pelo muy suave, ojos amarillos
un tanto siniestros y una expresión muy particular que parecía abonada
permanentemente al término “Indiferencia felina”. Era capaz de pasar horas
sentada en una mesa como una esfinge, y de subirse en una manta y amasarla lo
que hiciera falta. Nunca entendí muy bien esto último, pero esta actividad se
convirtió con el tiempo en su marca particular. Y cuando no aparecía, lo más
probable es que estuviera sobre un cobertor azul. También era capaz de abrir
puertas y entrar a donde quisiera, pero para mi desgracia, nunca fue capaz de
cerrarlas. Durante sus primeros meses, era habitual que se paseara por el
teclado escribiendo lo que decidieran sus patas, aunque luego la escritura fue
interesándole menos, por suerte para mis documentos. Y aunque al principio no
parecía muy contenta con la llegada de Sabela, su hermana adoptiva, en unos
pocos meses se acostumbró a su presencia y las persecuciones, los manotazos
gatunos, los acicalados y las siestas las dos juntas se hicieron algo habitual.
Ahora se queda Sabela, pero también una gata que recorre la casa
incansablemente intentando seguir el rastro de una compañera que no puede
volver a encontrar.
H. P. Lovecraft, quien apreciaba profundamente a los gatos,
llegó a escribir un poema a alguno especialmente querido. Thomas Ligotti, que
siempre ha sido más depresivo y lacónico, se ha limitado a decir que “siempre
es una ocasión triste cuando un gato muere”. Yo me conformo con agradecerle a
mi compañera casi cuatro años maravillosos.
2 comentarios:
Lo siento muchísimo :(.
Duele mucho perder a un animal con el que hemos convivido y que nos ha dado su cariño.
Ha sido un placer conocer a Dalek a través de tus palabras y las fotos que has compartido con nosotros, era realmente una gata preciosa, con unos ojos que te atrapan.
Un abrazo muy fuerte
PD. A mi gato también le apasiona amasar mantas. Me acordaré de Dalek cada vez que le vea hacerlo.
Muchas gracias por tus palabras.
Nunca pensé que sería así perder a un animal que convive contigo. Antes había tenido gatos, pero Dalek fue, y siempre será, Mi gata.
Lo de las mantas es algo muy curioso, casi tan particular como el ronroneo, pero que no todos los gatos hacen. A mí me parecía muy divertido esa concentración con la que se dedicaba a hacer más cómoda una manta.
Publicar un comentario