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lunes, 10 de febrero de 2014

Elric de Melniboné. El héroe achacoso


La fantasía heroica no es mi género favorito. Pero he leído unas cuantas series, desde los clásicos en este campo hasta las sagas franquicia. Incluso obras más recientes, que sin inventar nada nuevo, procuraban salirse de la estela del Señor de los anillos (y de la Dragonlance en el peor de los casos) y ofrecer algo más de variedad y calidad en un campo un tanto trillado. Más o menos, las suficientes como para contar con una saga favorita entre todas ellas. Pero esta no se trata ni de la escrita por Tolkien, ni George R. R. Martin, ni la de Patrick Rothfuss, sino una de las multiples series que Michael Moorcock escribió sobre el Campeón Eterno.



Elric es el último emperador de Melniboné, una raza de seres humanoides un poco decadentes que pasan sus últimos días viendo cómo los humanos van tomando terreno y cómo su existencia se queda reducida a una isla fortificada. El propio emperador es un ejemplo del estado de su raza: albino y débil, es indiferente a la mayoría de manifestaciones culturales que disfrutan sus compatriotas (como torturar gente ¡yuhu!) y se defiende como puede de las maquinaciones de su primo para hacerse con el trono. Cuando se ve amenazado por este, no tiene más remedio que buscar ayuda entre los dioses del Caos, a quienes adoraban sus antepasados. A partir de entonces, comenzarán las andanzas del protagonista tal y como las conocemos: se hará con Tormentosa, una espada que devora las almas de sus víctimas, perderá a su prometida y al reino de Melniboné y se convertirá en mercenario. Viajará por la mayoría de los Reinos Jóvenes y por unos cuantos universos paralelos también, pasando de ser un servidor del Caos a un agente del Equilibrio, y probablemente, quien se encargue del fin de la guerra entre ambas fuerzas. Pero lo más importante es su condición de avatar del Campeón Eterno, un concepto que aparecerá en otros libros de Moorock y representado por otros héroes, cuya principal función es combatir los enemigos que amenazan a varios mundos y enfrentarse en varias ocasiones a los dioses del Caos. O a los del orden, si se ponen demasiado totalitarios también.


El protagonista, en una de las mayores cagadas de su vida 

Aunque la biografía del personaje sea esta a grandes rasgos, sus apariciones son muy anárquicas y dispersas en el tiempo: Portadora de Tormentas, su primera novela, narra la que sería su última aventura. También es la mejor de las siete u ocho escritas en la primera etapa, y su cierre completamente apocalíptico y opuesto a los cánones de la fantasía daría lugar al desarrollo del personaje en Elric de Melniboné, en el que sí se relatan de forma más ordenada los orígenes del personaje. La trama principal de estos es la guerra final entre las fuerzas del Orden y el Caos que empieza a gestarse desde los primeros viajes del protagonista. Pero esta se intercala con aventuras de carácter menor, relacionadas con sus idas y venidas como mercenario de vuelta de todo. De estas últimas, la calidad es variable, pero hay unas cuantas que son casi tan disfrutables como las principales, pese a su carácter anecdótico.

A día de hoy, los defectos de esta saga son bastante evidentes: un repaso a Elric y su mundo hace pensar que había cierta intención de ir en contra de lo que eran los héroes fantásticos hasta la fecha. Especialmente, de los cánones propios de Conan que también eran un referente para la espada y brujería. De ahí que se insista tanto en el carácter enclenque, abúlico, y el provenir de una civilización que es de todo menos sana. Un escenario como el Multiverso, y su tendencia a reordenarse de forma aleatoria (o como tenga el día el autor) hace que los niveles de imaginación rocen extremos un tanto lisérgicos en más de una ocasión, por lo que situaciones como barcos con forma de zigurat o los héroes fusionándose en un Campeón Eterno parecen pensadas para una secuencia de Heavy Metal, con todo lo bueno y lo malo que implica. Además, al no tratarse de una serie cerrada, las apariciones del personaje han continuado, de forma aperiódica hasta hace muy poco. Y estas últimas carecen de la frescura inicial, pero sus defectos los mantienen casi todos.


Elric y Moonglum, compañero de toda la vida (o parte)


Una serie así no parece contar con muchas papeletas para convertirse en una favorita. Pero lo es, por un motivo igual de aleatorio que su escenario: se trata de esos libros que o los quieres con locura, o te resultan infumables, sin motivo racional aparente. Después de leer Elric de Melniboné, me quedé en el primer grupo, aún contando con la impresión inicial de estar leyendo sobre un protagonista sinsangre y una ambientación surrealista. A medida que avanzaban los libros, y el personaje se iba perfilando un poco más, me fascinó su escenario imposible de categorizar, la falta de prejuicios y la locura de muchos planteamientos, y las posibilidades que, bien aprovechadas, ofrecía la libertad de contar con un escenario como el Multiverso. Incluso sus secundarios. Que sin ser una maravilla, porque a Moorcock tampoco se le da especialmente bien, me resultaban más cercanos y simpáticos que los que se movían por otras sagas fantásticas, mucho más limitadas, que era lo único disponible entonces. 

2 comentarios:

satrian dijo...

A mí si me gusta la fantasía heróica, aunque me cuenten cosas parecidas de forma un poco diferente, y la de Elric es una de las sagas que más me gustan.

Renaissance dijo...

No era muy fanática del género. El señor de los anillos estaba bien, pero cosas como Dragonlance y muchas colecciones de Timun Mas me habían parecido muy normales y alejadas de lo que me gustaba. Después encontré los de Elric y me reconcilié con la fantasía.

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