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lunes, 11 de noviembre de 2013

Lobos de Arga (2011). Un hombre lobo gallego en el pueblo.



Hace ya bastante tiempo que al género fantástico en España empieza a irle bien. No llega al nivel de otros países pero de momento, la cosa va mejor que hace veinte años, y ahí está el éxito de la franquicia REC para demostrarlo. Y quien dice las películas de Balagueró, dice también La Herencia Valdemar, aún con todos sus fallos e ilusiones, y la más reciente O Apóstolo. Han conseguido demostrar que es posible hacer cine de terror, o saliéndose de la norma habitual, que pueda ser rentable y lo más importante, que pueda disfrutarla un público de los que hace años escapábamos del cine español como de la peste. Y que incluso una comedia de terror, como Lobos de Arga, se toma en serio lo suficiente como para ser precisamente comedia y humor negro. Porque con esto último hay que ser cuidadoso, o se corre el riesgo de convertir un guión en una broma cutre para cuatro amigos.



No hay una historia de maldiciones sin un pueblo que tenga una, y a Arga le ha tocado una de licántropos: hace un siglo, una malvada condesa fue maldita por una gitana, condenando a su hijo a convertirse en hombre lobo. Cien años después, Tomás, un escritor de un solo libro, vuelve al pueblo para recibir un homenaje, o al menos, eso le han dicho: como último descendiente de los Mariño, los paisanos pretenden utilizarlo para acabar con la maldición, o al menos, para evitar una peor. Sin más ayuda que su perro, el pesado de su editor y Juan, su amigo de la infancia, intentarán esconderse del lobo que ronda el pueblo. O encontrar un sitio con cobertura para poder llamar a la Guardia Civil.



El humor de Arga es lo más redondo de toda la película. Y es que lo han clavado, porque explotan todos los registros posibles: desde el típico en el cine de terror, la comedia negra, hasta los diálogos completamente absurdos. E incluso el humor más chusco, pero aunque no falten un par de chistes un poco gruesos, no queda mal, sino que se quedan como sketchs un poco bestias, pero que por lo escasos e inesperados acaban haciendo reír de todas formas. Los más brillantes son precisamente los más negros, donde son capaces de que una situación en la que hay que mutilar al protagonista resulte graciosa a base de diálogos y de la convicción de los personajes sobre cómo acabar con la maldición. Y también, esa fijación con la Guardia Civil y la cobertura, que se convierte en un punto fijo a lo largo de la película, pero no por ello menos cómico. Esto va por Luis Zahera, a quien había visto como H. P. Lovecraft en la Sombra Prohibida, que interpreta a un agente que lo mismo atiende una llamada de socorro en Arga, cita a H. P. L o engaña a una manada de licántropos.



El reparto también se luce. Gorka Otxoa se defiende bastante bien como protagonista, aunque por suerte para el, opta por una actitud cómica ante lo que le pasa a su personaje. Secun de la Rosa está algo menos insufrible que en su papel de Aída, y solo ver al resto de actores, como secundarios o cameos, es entretenido: aunque la mayoría suele trabajar en el teatro, los conocía por sus papeles en las series de la TVG, y me ha sorprendido reconocer, a veces costándome más que otras, a Mabel Rivera, Dorotea Bárcena y al mismo Luis Zahera, a quienes siempre conocí como Balbina de Pratos Combinados, Amadora de Os Tonechos o Petróleo de Mareas Vivas (aunque me sigue gustando más su brevísimo papel como Lovecraft, claro). Y a Xosé Oliveira Pico, que falleció este año. Manuel Manquiña tampoco podía faltar, con un personaje bastante exagerado y cuyos discursos tremendistas me recordaron un poco al dramatismo con el que hablaba José Tojeiro en su día. Pero la mayor sorpresa, y para bien, es la interpretación de Carlos Areces, que demuestra ser capaz de interpretar perfectamente a un personaje gallego, e interpretando también el acento sin que esto resulte algo grotesco ni una parodia. Además, su personaje, entre resignado por lo que le ha tocado, dolido por haber sido ignorado por su amigo de la infancia, y capaz de tratar con toda ternura a un niño lobo, es el más divertido de la película.



Tampoco falta la parodia, porque en el fondo, toda la trama de la maldición lo es. Y también en la caracterización de los hombres lobo, que con esas caras peludas y repeinadas recuerdan un poco a la de Lon Chaney Jr. Aunque estos también están igual de cuadrados que los que aparecían en Un hombre lobo americano en Londres, e igual que ellos, sus apariciones son completamente artesanales, y a base de especialistas, sin tirar de infografías. Por desgracia, la parte paródica es la que hace cojear más la película, porque optan por solucionar apuros del guión a base de caídas tontas o de coches que explotan sin motivo aparente. Cosa que, después de haber visto escenas bastante mejor llevadas, quedan un poco fuera de lugar.

Aún con sus fallos, que son muy pocos, Lobos de Arga funciona: solo pretendía divertir al público y ofrecer humor absurdo. Sin pretender tomar el pelo a los espectadores ni vender la película como si fuera lo más importante en el cine español. Tiene las ambiciones justas y eso se agradece.

2 comentarios:

Liliana Fuchs dijo...

Gracias por recordarme que tenía pendiente esta película; leí muy buenas críticas cuando se estrenó y se me escapó de los cines, hace tiempo que le tengo ganas.
Humor negro, licántropos, Gorka Otxoa y Carlos Areces son una combinación que tengo que ver.

Saludos!

Renaissance dijo...

Lo mío tiene más delito. No le había hecho ni caso cuando se estrenó, porque apenas había visto los trailers e información , y me parecía la típica comedia española chorras. En cambio, es una buena película de humor, y Carlos Areces está que se sale.

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