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jueves, 21 de noviembre de 2013

La morada del miedo (2005). Una casa embrujada muy tópica



Antes de que James Wan trajera de vuelta a los Warren, otro de sus casos había saltado al cine hace unos cuantos años. A ellos no se los menciona, por ciertas cuestiones entre estos y la familia Lutz, presuntas víctimas de los fenómenos paranormales. La casa embrujada de Amityville había dado a sus dueños bastante dinero con un caso plagado de demonios, apariciones, y hasta una tormenta, propia de cualquier cuento de terror y un sospechoso tufillo a invención, muy pensada para sacar dinero con un libro y los derechos derivados de estos. Aunque, solo con lo que había detrás de todo el fraude, hubiera dado para una novela policíaca bastante entretenida.

 


El negocio funcionó, y lo que empezó con un libro y unas cuantas apariciones en documentales sobre misterios sin resolver, continuó con una versión cinematográfica en 1979 más unas cuantas decenas de secuelas sobre la casa malvada y su mobiliario. Hasta que en 2005, y relativamente olvidado el tema, la casa de Amityville volvió al cine de terror en una época en la que en este género había tirado de remakes a más no poder. Esta versión retomaba el caso inicial: la familia Lutz se muda a una casa en Connecticut, cuyos anteriores dueños habían sido asesinados por el hijo mayor de este. Las esperanzas de la familia en el nuevo hogar no duran mucho, y la relación entre sus miembros empieza a empeorar a la vez que algunas presencias se manifiestan por la casa: la hija pequeña habla con una amiga imaginaria, quien la empuja a comportamientos tan peligrosos como subirse al tejado o pasearse por un embarcadero. Y el comportamiento del cabeza de familia es cada vez más parecido al del asesino que había vivido en la casa. Pero la historia de la casa parece remontarse siglos atrás, con su propietario original, y la tortura y asesinato de varios indios.

 

La única forma de ver esta película es tomándosela como un telefilme de los que ponen los domingos por la tarde: te sientas en el sofá, la ves, y pones el piloto automático hasta que salgan los títulos de crédito. El planteamiento es el típico en el género de casas encantadas, pero su desarrollo es predecible y poco original a más no poder: la presentación de la familia es bastante plana, los críos no despiertan mucha simpatía y Ryan Reynolds parece salir en el papel para cumplir con el público femenino como marido macizo. Practicamente no hay secundarios y la aparición de estos es bastante vergonzosa por lo tópico de sus situaciones. Especialmente en el caso de la canguro, un personaje bastante innecesario, que acumula casi todos los tópicos de la primera mitad de la película y parece salir unicamente para cumplir el papel de primera víctima de los fantasmas.

 
 


Como decían en Muchachada Nui: "¡Raaah! ¡Sustaco!
 
El desarrollo tampoco se salva: practicamente es una recopilación de secuencia vistas anteriormente y cuya estética parece saqueada de todo tipo de películas clásicas, desde El resplandor hasta Hellraiser, y esto último es bastante complicado. Tampoco hay mucho suspense, sino que las apariciones de los fantasmas parecen más un screamer que algo planeado: se sube el volumen y aparece una figura pálida que desconcierta bastante a los protagonistas, y solo un poco al público. A la tercera vez, la idea de tener que reformar y limpar semejante caserón me parecía mucho más inquietante que todo el asunto de los asesinatos, las almas en pena y el tremendo pasado que los guionistas se empeñaban en contar.  

 
 
Lo típico de cualquier mañana: ponerse a cortar leña en pijama enseñando abdominales
 
El tiempo no ha tratado bien a esta última versión de Amityville. Se han estrenado muchas otras películas, incluso de serie B, mucho más variadas e interesantes como para tener esta en cuenta. Claro que las hay peores, pero esta se queda en una bastante normalucha.

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