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jueves, 28 de junio de 2012

El Mundo de Adèle Blanc-Sec 2. Brindavoine y El demonio de los hielos


Hasta los gatos se arreglan por ella

Hay unos cuantos personajes, creados por Tardi, que sin formar parte de Las Aventuras de Adèle Blanc-Sec, también aparecen en más de una ocasión en sus viñetas. Esto tiene su gracia, en parte por lo de crear un universo más grande de lo que sería la serie en un principio, y por otro, porque recicla algunas de sus primeras obras que aparecieron en los setenta, y que tienen en común con Adèle no solo la ambientación temporal, sino el tratarse de aventuras clásicas, que en algunos casos recuerdan a Verne o al Steampunk, sin la tragedia de cosas como ¡Puta Guerra! o La guerra de Trincheras.


Lucien Brindavoine es el que sale más favorecido por este reciclaje. Es el protagonista de Adiós, Brindavoine y La flor en el fusil, unos comics que publicó al principio de su carrera y que a su vez, recicló de lo que él intentaba que fuera una novela. Aunque el autor diga que son muy flojos, exagera un poco: los comienzos son difíciles para todos, pero cualquiera que empezara con algo así, a estas alturas tiene que estar firmando ejemplares en Angouleme. Ambas son historias muy cortas y, a diferencia de Adèle, la cantidad de texto por viñeta es mucho menor, cosa que a veces se agradece, especialmente cuando salen escenarios como Iron City o un dirigible estrellándose contra el mar.

Adios Brindavoine cuenta la historia de Lucien, un chaval de buena familia que vive de rentas y al que un día, un tipo le viene a ofrecer un viaje misterioso. Aunque el protagonista no estaba por la labor, el que alguien sea asesinado delante de tus narices ayuda bastante a la curiosidad, y es así como viaja hasta Turquía y Afganistán, donde encontrará a un magnate, que además de recordar un poco a los oligarcas de principios de siglo, como pudieron ser Henry Ford o Rockefeller, ha construido una ciudad de hierro sobre pilares. El porqué, cualquier sabe. Estos industriales siempre fueron un pelín megalómanos…



Altos directivos de Caixanova, en el trámite de repartirse las indemnizaciones millonarias

El principal defecto estaría en el guión, que es un poco escaso y sobre todo en la segunda parte, con el protagonista sirviendo en la Gran Guerra, se nota que hay muchas cosas que se quedaron fuera. Al menos, se compensa con una buena calidad en el dibujo, que aunque sea muy diferente del que utilizaría posteriormente, apuntaba ya maneras a la hora de diseñar viñetas llenas de detalle, como la casa de Brindavoine o Iron City. Con lo poco que sale, el personaje iría evolucionando después en la serie de Adèle, un poco distinto de su primera aparición, bastante asqueado de todo al volver de la guerra, y sin más interés que pasarse el día bebiendo. Al menos, hasta que se encuentre con la protagonista. A partir de entonces será un habitual, y de los mejores: es bastante cómico, especialmente tras su fallido intento de tirarle los tejos a Adèle, y pese a que mantiene sus intenciones de estar al margen de todo, siempre acaban liándolo con alguna situación extraña, que generalmente implica algún monstruo suelto por París o las trastadas de un científico.

Como curiosidad, el propio Tardi dejó su final sellado al principio de Adiós Brindavoine, donde el narrador cuenta que morirá tiroteado por la policía a principios de los años 30. A falta del último número de Adèle Blanc Sec, espero que el autor se invente alguna triquiñuela para salvarle el pellejo, porque ya bastante mal se lo ha hecho pasar y además, me declaro fangirl absoluta del personaje.


El demonio de los hielos es otra historia corta, que aparece más bien como referencia en el resto de las aventuras de Adèle: los protagonistas, un grupo de bandidos, aparecen al final de Momias Enloquecidas, arreglando sus asuntos pendientes mientras la protagonista se las ve con la enésima secta babilonia que aparece en París. Después aparecerán varias referencias no a estos personajes, sino a El demonio de los hielos en sí, porque lo mencionan como un libro de aventuras que se publicó a finales del siglo XIX y que sin tener mucho éxito, influyó bastante en la carrera y carácter de Honoré Fiasco, un ilustrador y veterano de guerra con problemas de neurosis.


La historia de este cómic sería la más clásica, muy cercana a las novelas de Julio Verne aunque con el detalle a mayores que los malvados son los personajes más interesantes. El dibujo, de nuevo, aunque fuera lo primero que sacó al mercado, sigue siendo muy bueno, con la particularidad de ser en blanco y negro y que el diseño de los personajes sea un poco menos caricaturesco que el que acataría utilizando. Estos dos comics aparecen en el último tomo de Las Extraordinarias Aventuras de Adèle Blanc-Sec, en parte por estar relacionadas, aunque sea de forma indirecta, con el personaje, y por otra parte, por aquello de poder tener el número de páginas necesario para sacar un tomo.

2 comentarios:

Ex Nihilo dijo...

Si han muerto el Capitán América y Superman para después ser resucitados seguro que Lucien puede recurrir a alguna artimaña para no fallecer definitamente.


Por lo que veo el universo de Adele podría tener una ambientación llamada entreguerras-punk o entreguerre-punk

Renaissance dijo...

Espero que sí, aunque estos guionistas europeos se toman un poco más en serio lo de liquidar personajes...cosa que ahora no me hace la más mínima gracia.
Es más, Tardi dice que el décimo album será el último porque las aventuras de Adèle son complicadas de guionizar, otra cosa que tampoco me hace ninguna gracia: es ahora cuando el personaje ya tiene un carácter definido, están en plenos años treinta, y encima, ha vuelto su momia.
Debería haberme cambiado al comic de superhéroes. No me pasarían estas cosas.

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