Se dice que en periodos de crisis, las películas que mejor funcionan son las comedias y las de terror. Quizá una forma de evadirse de manera directa, o en el segundo caso, de canalizar aquello que nos preocupa transformándolo en algo que se puede comprender o controlar. En todo caso, esta última tendencia puede ser cierta teniendo en cuenta que han surgido algunas producciones del género muy originales inquietantes y que de algún modo consiguen reflejar mediante varios recursos el malestar de un mundo que resulta cada vez más hostil y en el que no parece quedar ningún lugar seguro. Fue Zach Cregger quien hace un par de años lanzaba una película, no de las más populares incluso un tanto irregular, donde utilizaba escenarios y trasfondos como el deterioro de las ciudades, la violencia a puerta cerrada y la especulación inmobiliaria en Barbarian. y que este año, antes de dar el salto a un proyecto algo más domesticado como ese remake de Resident Evil, vuelve a esos mismos escenarios urbanos, quizá más favorecidos que aquella casa en la desvencijada Barbary Street, Detroit, pero tan llena de secretos y a punto de estallar como esa.
Una noche, a las 2.17 de la madrugada, diecisiete niños desaparecen sin dejar rastro. estos abandonan sus casas para adentrarse corriendo hacia la oscuridad, como guiados por una fuerza invisible tal y como atestiguan las grabaciones que las cámaras de seguridad instaladas en algunas casas, pudieron captar. Desconociendo el cómo, el por qué o hacia donde, el único punto en común de la desaparición es el aula de Justine Gandy, a cuya clase acudían todos los niños desaparecidos salvo Alex, quien parece haber no escapado. los interrogatorios a la maestra y su alumno no arrojan ninguna luz sobre el asunto y pronto Justine se convierte en el chivo expiatorio para unos padres que quieren recuperar a sus hijos o al menos, encontrar un culpable. esta, convertida en el centro de todas las miradas , sospecha que Alex puede saber algo de lo sucedido, y que su comportamiento reciente puede tener algo que ver con ello. Uno de los padres, quien ha decidido comenzar una explicación por su cuenta, descubre de forma accidental que las sospechas de Justine pueden ser ciertas, y que lo que quiera que haya pasado, puede estar relacionado con la casa de Alex.
Mediante un punto de partida mucho más llamativo que Barbarian, Cregger desarrolla una trama basada en principio en el golpe de efecto, con esa primera desaparición, dentro de un escenario cotidiano: los niños corriendo como autómatas dirigidos hacia un lugar concreto sirve de referencia a un título que juega bastante con lo que irá sucediendo con los personajes.
De nuevo, una parte de la trama serán las referencias a situaciones reales, especialmente, a la idea de la caza de brujas literal y los juicios públicos donde el objetivo es buscar un culpable ante todo (algo que en España sucedió con un par de casos de crónica negra). Pero también, de nuevo, a la idea de la violencia intrafamiliar y la imposibilidad de saber lo que sucede a puertas cerrada si alguien no es lo bastante observador o muestra un mínimo de preocupación. La idea de ese juicio público, de la exposición del faso culpable, se lleva a cabo a través de unos personajes imperfectos: la protagonista, Justine, no es una persona intachable. Su problema con el alcohol se acentuará una vez el pueblo la tome con ella, no es la mejor de las compañías para su ex novio, quien parece tener también un historial del alcoholismo...pero es una buena docente, observadora y preocupada por ese alumno que últimamente se muestra taciturno. El resto de personajes se caracterizan de manera similar: un policía adúltero, poco ético y sobrepasado, un director más preocupado por la gestión de un conflicto que por la profesora que está sufriendo, un padre al que solo le importa recuperar a su hijo...incluso este último chaval es mostrado, al menos en parte, como el matón del colegio o alguien poco agradable. Nadie es inocente, pero ninguno es un monstruo.
Es precisamente esta última la figura desconocida hasta la mitad de la trama. Un elemento externo, cuya presencia no se desvela hasta la investigación improvisada. La tía Gladys, alguien que se mueve en el terreno de lo sobrenatural, a ratos grotesca y a ratos amenazadora, cuya intrusión tiene similitudes con el cuco (es curioso que Cregger no hubiera a provechado esta referencia) y cuya naturaleza y poderes la convierten en algo ajeno a su entorno, pero claramente la amenaza que nadie había esperado. Es este giro hacia lo sobrenatural más clásico lo que supone una sorpresa en la trama: un monstruo clásico que parecía desplazado en el terror moderno y que es recuperado en su aspecto más tradicional, convirtiéndolo en algo imposible de creer, en una anomalía tanto para los personajes como para un espectador que poco necesita saber para comprender los actos de un antagonista que hablan por si solos, y de la que no es necesario conocer nada más. Algo que deberían tener en cuenta ahora que se habla de una precuela sobre esta. No , no me interesa saber quien es ni de donde viene Tia Gladys. Es suficiente saber que un día, en un pueblo, llegó una bruja. Y que quizá, igual que ella, pueda haber otras en otros lugares.
De nuevo la premisa, y este uso, muy directo, del giro de guion que tiene lugar hacia la mitad de la trama, tiene que compensar uno de los mayores problemas de Weapons. Todavía es una pelicula irregular. Y si bien a nivel formal el componer la historia mediante varios puntos de vista en el mismo periodo de tiempo es interesante, y refuerza esa idea de que nadie es completamente inocente, sobran nada menos que dos de esas perspectivas, que aportan muy poco a lo que podemos ver a través de los tres protagonistas, y hacen que esa narrativa desarrollada como un mosaico resulte repetitiva cuando nos cuentan lo mismo dos veces más de lo necesario.
Lejos de ser la mejor película de terror del año (ninguna lo es en realidad, pero parece que cualquier cosa que destaque se considera así en estos tiempos de hype), Weapons es una propuesta interesante, un regreso a un monstruo tradicional , concebido de nuevo como lo anómalo y lo incomprensible en un entorno moderno. Uno en el que la apariencia de seguridad está tan cogida con pinzas que solo hace falta una chispa para que todos salgan a la calle a empezar una nueva caza de brujas.
Los fantasmas, si son un elemento que ha aparecido en la narración fantástica desde el principio de esta, el probar su existencia también se convirtió en un objetivo desde que en la era de la razón (sea cual sea esa) muchos de los fenómenos entonces atribuidos a las hadas, al manas en pena y otros seres sobrenaturales encontraran una explicación racional basada en la ciencia. Los fantasmas, como el enigma de lo que pasa después de morir, serian estudiados por quienes querían probar su existencia, bien como un fenómeno físico todavía no explicado, o como la prueba de que quedaba de nosotros algo más que una esquela.
En muchos ensayos se intentaba encontrar esta posible explicación, o la prueba definitiva sobre lo incorpóreo. No so lo reflejaban la manera de pensar de su autor sino también su enfoque de la ciencia según los conocimientos recientes. Estudios donde se e defiende el éter como un elemento, o la electricidad como mayor descubrimiento científico y la apertura de un mundo de posibilidades pueden leerse c hoy con la misma sensación de inocencia y optimismo que las novelas de John Carter de Marte.
Para otros, la figura del fantasma se queda en una curiosidad un mero interés personal mediante el cual recopilar relatos ligados a las leyendas familiares y a los lugares, más una forma de imaginar que pudieran ser reales y de disfrutar de una velada junto al fuego. Dos enfoques distintos, en dos libros que tiene en común la nacionalidad de sus autores: un reputado astrónomo y un escritor de ciencia ficción, franceses ambos, que en un momento de su carrera, decidieron escribir sobre una faceta distinta de lo inexplicable.
Camille Flammarion. Les Maisons Hantées. A través de los testimonios remitidos a Flammarion y mediante el análisis de estos, el astrónomo francés defiende la existencia del alma como entidad separada del cuerpo, así como la permanencia de esta. Distintos fenómenos como la aparición a kilómetros de distancia ante sus seres queridos de aquellos que están a punto de morir, fenómenos extraños en castillos y hogares, poltergeist, personas altamente sensitivas a los fenómenos ultraterrenos e incluso posibles posesiones espirituales son recogidas en un ensayo a través del cual intenta dar una explicación que justifique la veracidad de fenómenos tan improbables y subjetivos como espectros de recién fallecidos que anuncian su muerte, que se aparecen para denunciar agravios e incluso sucesos físicos como ruidos inesperados y objetos lanzados desde la nada.
La carrera de Flammarion como astrónomo y divulgador científico brilla por su ausencia en este ensayo centrado exclusivamente en sus creencias espiritistas, que defiende a capa y espada con poco o ningún argumento c científico más allá de exponer que hay fenómenos que todavía no comprendemos, que el magnetismo es una fuerza física a tener en cuenta en esta clase de sucesos, así como la electricidad fenómeno al que no duda en recurrir a la hora de argumentar en cuanto a hechos inexplicables y descubrimientos recientes (menos mal que no vivió para ver la fisión del átomo. Hubiera alucinado mucho pero no en el buen sentido). Una serie de explicaciones que poco sustento tendrían como argumentos científicos más allá de justificar los testimonios enviados por sus servidores y transcritos e a lo largo del texto. Porque si una señora asegura que un antiguo no vio se presentó en forma astral para despedirse antes de morir, un señor explica que en su casa llovían misteriosamente céntimos belgas o en unas cas a de Coimbra, en un castillo de Calvados o en una habitación de la Auvernia tenían lugar todo tipo de fenómenos extraños, tienen que ser total y absolutamente cierto. No hay ni un solo ápice de escepticismo, ni contraste de los hechos, solo esos testimonios y un profundo a fan de seguir creyendo en lo que expone.
No puedo ver a la tierra lusa como hogar de espectros sino como el de la música pimba
No es un libro para ser tomado como ensayo científico, sino como una lectura bastante amena durante la cual, lo más interesante son esos casos de poltergeist y fenómenos atribuidos a fantasmas. Estos abarcan varios lugares de Francia, siendo uno de los más antiguos hacia 1880 y el más reciente, durante el abandono de París en la Gran Guerra. Otros aportan casos más recientes y en lugares incluso más lejanos, no solo en Portugal sino en ciudades coloniales de Asia. Estos nunca llegan a ser completamente teatrales: ruidos, golpes, objetos que se mueven cuando convenientemente no hay nadie, que sirven de fundamento a eses intento de Flammarion de justificar sus creencias. Una lecturas curiosa, con el mismo valor probatorio que un programa sobre fenómenos extraños emitido por la radio de madrugada pero con la misma validez que este: no son tanto las pretensiones científicas, ni ese tono de divulgación un tanto obsoleto, que lo convierte ya en ficción, sino ese momento de suspensión de la realidad que la lectura de estos casos produce. Además de ciertos momentos involuntariamente cómicos derivados de una mentalidad muy distinta a la actual: para el sufrido testigo de un poltergeist en Indochina, lo peor no ha sido el susto, sino que su asistente salió por patas ¡Con lo bien que cocinaba!
George Langelaan. Diez fantasmas. Langelaan, el escritor anglofrancés conocido por La mosca e Historias del Antimundo (menudo miedo me dio en su día La dama de ninguna parte) se consideraba también un cazador de fantasmas. Pero lejos de buscar estos mediante evidencias, solo aspiraba da conseguir todo tipo de historias sobre ellos, tarea que este libro lleva a cabo recopilando distintas narraciones de Escocia, Irlanda, Inglaterra y Bretaña. Comenzando por una primera anécdota de su infancia, narrada con mucho sentido del humor, en la que su abuelo quitaba hierro a una aparición en el baño de su casa, porque “solo era un fantasma”, los relatos escritos por Langelaan a partir de las historias narradas por conocidos y amigos recogen la figura del fantasma en su acepción mas clásica. Un eco de un suceso traumático que ha marcado un lugar para siempre. Estos, como crímenes pasionales, suicidios, ejecuciones, venganza y duelos a muerte, son las historias recibida en el libro. Muchas, caracterizadas por ese componente tráfico, como todas las leyenda locales. Algunas, no exentas de cierto humor e incluso con la aparición de algún falso espectro.
La primera curiosidad de este libro es el cambio realizado por la edición española: Noguer redujo los Treize Fantômes originales a diez, sin saber a donde han ido los otros tres (¿estarán en el éter?¿los habrá exorcizado un editor?). Una pérdida un tanto fastidiosa cuando no se puede encontrar la edición francesa. Al menos, los diez relatos de los que disponemos compensan esta desaparición. Ya el prólogo, con ese humor, sirve para que Langelaan exponga el comienzo de su interés por lo sobrenatural. No como algo verídico sino por la fascinación que despiertan a todos los que nos gusta que nos cuenten historias. Los relatos siguientes, desde la tragedia romántica en una aldea de pescadores bretona, los fantasmas que habitan todo castillo que se precie o uno sobre salteadores de caminos, cuyo desenlace es muy similar a la leyenda del cazador, la loba y la esposa del castellano. Y en los que es posible ver aspectos comunes según el origen de estos: los fantasma irlandeses son los que sin duda tienen un componente más trágico y fatalista, más marcado por l o pasional y lo inevitable. Escocia será el ligar dela nobleza, las traiciones y los duelos. Pero todos siguen eses estilo informal, donde presentan el escenario, a su narrador, generalmente un a anfitrión y esa historia ligada al lugar o a la familia.
Algo así como una guía de viajes de lugares reales y hechos imaginario, sonde la existencia o no de los fantasmas no es importante: estos serán reales en la medida en que su historia siga siendo narrada y escuchada.
Como compradora habitual de
libros demenos de cuatro euros y más de
cuarenta años,he comprobado que no solo
de Brugueravivíala literatura de terror asequible. Otras editoriales,
máspequeñas, publicaban títulos bajo la
etiqueta de terror,con ediciones más o
menosde bolsillo y que hoyson difíciles de encontrar. En este caso, la
editorialGeasa, bajo el sello “Relatos
terror”, publicó a finales de los setentavarias novelas cortas, seguramentecompradas en bloque a la editorial propietaria ycon un criterioa la hora de promocionarlascuando menos curioso: “best sellers europeos”
e insistiendo en cada numero que además de los criterios de calidad,interés de la trama o fama del autor, también
lo era el número de ventas…¡nada menos que500.000 ejemplares! Ante todo, que quedara claro que aquí solo había
superventas.No parece fácil que hubiera
tanto francés para cada novela. Porque estos libros eran en realidad números de la colección
Angoisse de Fleuve Noir, una editorial que solía publicar novelas de terror,
suspense o ciencia ficciónde autores
patrios en los que la calidadera
variable. Fue El retorno, de Alphonse
Brutsche, un seudónimo de Jean Pierre Andrevon,el primer número que encontré de la colección. Una historia de
aparecidos muy macabra del estilo de Aterrados de Rugna.El asesino está en casa, de JoséMichel, era másbien un thriller claustrofóbico que terror.
Estos dos números son los últimos
que he podido encontrar hasta la fecha, en la librería que suelo visitar cuando
vuelvo por vacaciones y dondehay que
reconocerle que he encontrado auténticas rarezas y frikadas vintage.
Kurt Steiner. La llama y la
sombra. En un pequeño pueblo cerca de Edimburgo, durante una
atención rutinaria, el médico local comete un error que cuesta l vida a una paciente. Tras ocultar el
error que condujo a esta situación, este
sospecha que algo extraño sucede: desde
el primer momento supo que su
medicación había sido la correcta. Pero también, uno de sus vecinos ha
desaparecido, no solo del pueblo, sino también
de la memoria de sus habitantes, para ser sustituido por una enigmática
joven que vive junto a su padre
alcohólico. Cambios en la realidad, percibíos
únicamente por él, quien presencia como
cada uno de ellos parece destinado a provocar
su ruina o llevarlo a la muerte.
La novela juega mucho con esa
característica del fantastique que es
esa a falta de lógica, convertida en una
ventaja: poco importa el porqué, sino lo
extraño de la situación. En este caso, el motivo de estos cambios en la
realidad, las criaturas que lo provocan, ni el motivo por el que él protagonista
ha sido elegido como víctima, son desconocidos.
Steiner, un seudónimo de André
Ruellan, recurre a un entorno tan
vinculado a las historias sobrenaturales como es Gran Bretaña, además de alejar la narración de un público al que
seguramente, le parecería Edimburgo un entorno más exótico. O cando meno, tan detallado como le permitió
la guía de viaje con la que seguramente escribió el primer capítulo: mientras
el escenario principal se limita a ser un simple pueblo con casas y árboles, el
autor enumera todas las calles principales de la ciudad: la
Royal Mile, Princess Street, Greyfriars…un
intento o bien de dar veracidad, o de
ir rellenando el número mínimo de páginas, aunque para los lectores que ya
disponemos de Google Maps, tiene su
gracia el descubrir al momento que es lo que hay en el número 12 de Candlemaker Row, donde debería
estar la tienda de fotos que menciona la historia.
El resultado es un poco
irregular, no llega a provocar esa sensación de extrañeza que le sentaría muy bien a una narración
sobre falsas realidades y fuerzas
ocultas, pero tiene esa velocidad de
lectura y sencillez en l ejecución que
lo convierte en una curiosidad de otra época.
Jean Murelli. El órgano del horror. Tras el fracaso de la última sesión de un reputado mentalista, el periodista encargado de hacer el reportaje desaparece misteriosamente. Lejos de tener algo que ver con ello como parte de una venganza, el mago advierte a su compañero que algo ha sucedido. La última pista de su paradero lo conduce a un pequeño pueblo de la campiña francesa. Los únicos visitantes han sido, precisamente, un periodista al que nadie ha visto, pero también un misterioso científico y su esposa. Este es solo una de varias personas que han desaparecido en el pueblo durante las últimas noches, precedidas por los acordes de un órgano.
Si la colección de Fleuve Noir tiene como los bolsilibros Bruguera, un poco de todo, después de tres números con historias bien planteadas dentro de su sencillez y limitaciones, esta es una de las más flojas. Su desarrollo es un batiburrillo de tópico del terror de los sesenta, donde hay médiums, pueblos siniestros, brujería, posesiones demoniacas, m ad doctors, secuaces siniestros y silenciosos y hasta viajes astrales. Es que no queda ni un palo por tocar, y ninguno sale bien.
La trama comienza con los periodistas genéricos, el veterano descreído y el más joven, quizá más respetuoso con las fuerzas que no comprende. Continúa con un viaje a un pueblo siniestro que no es tanto, presenta al interés romántico, una femme fatale que quiere dejar de serlo (en este caso, una bruja obligada a cumplir los deseos de su amo demonio y científico loco) y un antagonista de orígenes exóticos, que no contengo con intentar acercarse a la trama de la explicación racional también incluye características sobrenaturales y n final abierto intentando dar una sensación ominosa que, bueno, más que final no feliz para su protagonista, tampoco hace gran cosa.
Al igual que las anteriores, esta es breve, casi con una longitud que parece establecida en las 200 páginas de la colección lo que hace que como lectura no de tiempo de abandonarla. Una curiosidad, d las flojas, dentro de una colección casi desconocida. Aunque me gustaría pode r encontrar alguno más de los ocho o diez libros que publicó Geasa.
Puede que no salgan en la
listadelos más vendidos durante el veranooen los libros que uno se llevaría
a la playa, pero p ara las vacaciones siempre acaba cayendo alguna antología de
Bruguera o similaresgracias a las
visitas por la tienda de segunda mano: ocupan poco,muchos de los relatosincluidosson desconocidos y tienen un papel que las hace indestructibles (no se
puede decir lo mismo del encolado. Lo mismo aguanta un segundo Chernobil, que
se ha quedado seco y se desintegra).En
este caso, la Selección Horror de la editorial,con unos volúmenes más pequeñosqueotros publicados con carácter
temático, comoHistorias sobrenaturales
o Siniestras,son una mezcla entrecuentos leídos hasta la saciedad yotros que ni se conocían,y unacompleta
falta de fidelidad al material original.
Es precisamente en la primera
entrega de esta selección dondepuede
verse referenciados las fuentes originales de los cuentos publicados: varias
antologías de distintos títulos, desderelatos selectos de terror, algún ómnibus sin hilo conductor aparente,
que solo teníanen común haber sido
compiladas por Kurt Steiner, a quien sí que se menciona en cada uno de los
números de lacolección. Colección de la
queesta vez, a base de ir encontrando
ejemplares de forma aleatoria, heconseguido los dos primeros.
Horror 1. Tras un breve prólogo de
menos de una página, en la que se habla de forma genérica acerca del
terror y la fascinación que este
ejerce, ocho relatos sin ninguna
conexión entre sí ni por temática, autor o época, narran distintas situaciones: desde el Ultimo
amanecer recorre de manera desoladora,
pero también muy naif a nivel científico, la os últimos días de la
tierra por un cataclismo espacial,
pasando por clásicos inevitables como Los hechos de M Valdemar o El
horla, así como narraciones de la época pulp como El lienzo de la locura de
Seabury Quinn.
Quizá en este caso lo más llamativo sea la antigüedad de algunas
narraciones que seguramente no hayan vuelto a ser publicadas desde entonces. Si
las más recientes son la venganza muy
propia de los comics EC narrada en El lienzo de la locura, o ese hipotético episodio sobrenatural en la
vida de Somerset Maughan, ya en los sesenta, hay relatos de 1902, o de 1916 que sorprenden tanto por lo poco
conocidos y lo original de sus tratamientos.
Si El buque fantasma de
Middleton puede ser relativamente
recordado por su ironía a la hora de
narra la vida cotidiana de un pueblo que convive con sus espectros, la
descripción del fin del mundo de El
ultimo amanecer combina la inocencia
propia de ese desconocimiento del espacio con una situación tan devastadora como la descrita en La nube púrpura de Shiel. Casi inmortal, de
Austin Hall, es un cuento sobre
vampirismo, magia negra y un villano que se adelanta al menos una década al
pulp. Una selección sorprendente que termina con un reato más clásico como el de Dickens y
Juicio por asesinato, pero que
resume un poco el tono general de la colección: te puedes encontrar
cualquier cosa.
Horror 2. De nuevo, tras un prólogo, ocho relatos
en los que los clásicos son algo menos vistos que en otros números: el
fantasma inexperto de H. G. Wells, una historia con bastante ironía acerca de
las normas que rigen a los habitantes
del mas allá y por qué estas no deben
ser imitadas por un mortal. Schalcken el pintor, de Le Fanu, guarda en común con el anterior la
descripción de lo que sucede cuando los vivos y los muertos ocupan lugares que
no les corresponden.
En este tomo hay bastanteas nombres conocidos:
Bradbury destaca con un relato inquietante acerca de enfermedades infantiles y su contagio. Además de dos nombres que
sonarán por el círculo de Lovecraft:
Frank Belknap Long y Robert Bloch, años después de sus aportaciones a los
Mitos, y ya con narraciones muy distintas.
Una aventura pulp espacial en el caso de Long, y una vuelta con mucho humor negro al tema de los
objetos malditos, en los que no falta una referencia al Vermiis Mysteriis inventado por Bloch.
Los cuentos menos conocidos, una venganza de
unltratumba de Robert Barbour
Johnson en la Ultramuerte de
Thaddeus Warde, Gardner
F. Fox y su revisión de las vidas pasadas con giro final en Vete, lluvia, vete,
y la versión moderna de un cuento
popular tan siniestro como El flautista de Hamelin, de Eric
Frank Russell terminan un tomo igual de variado en el que incluso los
cuentos más antiguos y con más posibilidades de haber aparecido en otras antologías todavía no
están lo bastante trillados.