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jueves, 10 de agosto de 2023

La Bella y la Bestia (1946). Érase una vez el fantastique

 


"Si prefiero los gatos a los perros es porque no hay gatos policía. "J. Cocteau

Los cuentos de hadas fueron para muchos las primeras lectura y las primeras películas. Tanto de la mano de Disney, inevitablemente, como de otros estudios que recurrían a ella para producir una cinta animada (ahora mismo me estoy acordando de cintas muy flojitas, pero también de una versión de Doctor Jeckyll y Mr Hyde de lo más macabra, emitida hace muchos años en TVG). Pero las fábulas no fueron patrimonio exclusivo de la animación infantil ni mucho menos, de la productora especializada en comprar franquicias y sacar reboots de sus clásicos, sino de creadores  que  recurrirían a los cuentos de hadas: las enseñanzas morales que habían transmitido, en las que debían evitarse a los extraños, la inteligencia y la bondad eran recompensadas, o que la belleza estaba en el interior, se enfocaban desde una perspectiva a veces más oscura o desengañada, o queriendo recuperar esa aparente inocencia del mundo infantil. Una decisión creativa adoptada por Jean Cocteau en 1946 después de que una guerra más asolara Europa  superando los horrores de la anterior. Este  planteaba un cuento con el que  aparentemente  pretendía recuperar ese enfoque de la maravilla propio de estas historias, pero también  una en que las segundas lecturas resultaban mucho mas inquietantes.



Érase una vez un comerciante con muy mala fortuna. Los negocios no marchaban, sus  dos hijas exigían  caprichos y su hijo era un holgazán. Solo la menor, y también la más bonita, llamada Bella, parecía ser la única preocupada por él y por encargarse del hogar. Cuando, en un desafortunado viaje de negocios este  se pierde en el bosque, encuentra refugio en un palacio vacío. Allí, además de cobijo y comida encuentra lo único que podría traer de vuelta a casa: una rosa, que Bella había pedido como regalo. Pero al arrancarla, una terrible bestia aparece, enfurecida por haber traicionado su hospitalidad al atreverse a robar de su jardín. Esta, exigiendo compensación, reclama  a su hija menor, que deberá acudir al palacio y ser su prisionera. A lo que Bela accede como único modo de salvar a su padre.


La narración, tan conocida como podría serlo Blanca nieves o Cenicienta (con la que guarda similitudes en su papel de criada e hija), es una adaptación muy fiel del cuento original, un texto del siglo XVIII cuyos orígenes y modificaciones  se analizan con mucho más detalle en la entrada de La mano del extranjero. Y del que Cocteau  manifiesta desde un principio su intención de mantener,  apelando a lo que rodea el mundo de los niños: una pizarra escolar anuncia en tiza los nombres principales. Cocteau, Jean Marais y Jossette Day. A  partir de la aparición del escenario y los personajes se adoptará es formalidad propia de los cuentos en las que se establece con claridad el papel de cada uno. Olas hermanas vanidosas, el hermano holgazán y su amigo, en a apariencia interés romántico de Bella, pero ciertamente agresivo, pendenciero, y una figura paterna incapaz de afrontar su papel, al que  bella sacrifica  cualquier aspiración  salvo la de cuidarlo. Es en estos momento cuando la película resulta un tanto teatral  y envarada, donde la Bella de  Jossette Day se excede con  las miradas lánguidas y una actitud estática.


Sin duda lo más memorable es su recreación de ese mundo mágico donde transcurre  la trama: como la Bestia explica a Bella, su palacio y lo que contiene se encuentra  fuera del mundo corriente. Es un espacio al que se accede por azar, como  el padre de esta,  o voluntariamente, una vez  admitido, como  Bella. Y en el que los recursos del teatro  y cierto surrealismo están presentes: los candelabros, sujetos por brazos que se mueve iluminando  las estancias, las estatuas que decoran y vigilan, de las que se pueden apreciar sus ojos recorriendo el escenario o moviéndose con lentitud y los objetos que  conectan con el mundo real: un espejo, a través del que  la protagonista ve a los dos seres que más ama (su padre y Bestia) y un guante, aunque en el cuento era un anillo, con el que moverse entre mundos. Su primer regreso a este, atravesando una pared, así como sus primeros paso s en ese castillo similar a las piezas de un teatro, marcan la separación con los escenarios reales, más simples y costumbristas.


También es fácil reconocer  las referencias que Disney utilizaría en su película de 1991: prácticamente todo.  El castillo sin sirvientes, atendido únicamente por magia y objetos animados, la Bestia similar a un lobo o  a un oso, o incluso la figura que se convertiría  en el cazador Gastón, cuyo diseño   guarda un parecido más que notable con Jean Marais y en el que es posible reconocer en las escenas junto al hermano de Bella, las secuencias cómicas que cuarenta años después representarían Gastón y Lefou.

Hay una diferencia importante en esta inspiración: el enfoque de Cocteau respecto a la Bestia y Avalant, el antagonista, es mucho más sutil. Este último, a quien Bella no rechaza, es un  personaje ambiguamente negativo  y del que es fácil imaginar como acabaría un matrimonio con su protagonista. Pero en el desenlace, con la muerte de este, el aspecto exterior de ambos se intercambia, siendo ya Marais caracterizado como principie quien abraza a una sorprendida Bella, que reconoce ese rostro familiar. Su partida final, hacia ese “otro lugar” del que habla el príncipe, donde tanto ambos como el padre de Bella, excluidos esos hermanos que no han demostrado ser dignos, parten, queda envuelto en un enigma y lo aleja de la imagen tradicional del final feliz a la que han quedado finalmente adaptados muchos cuentos.


2 comentarios:

Anacrusa dijo...

No he visto la película, pero me interesa lo suficiente por ese final agridulce que dices que tiene. Igual que las versiones de los hermanos Grimm de unos cuentos cautelares que no se ahorran detalle en casquería, crueldad y un sentido de lo macabro que hoy no se lleva. De la peli de Disney no recuerdo demasiado, salvo ir a verla al cine hace tropecientos años con mi abuela y que había un candelabro que hablaba xD.

También hay una idea de que muchas de estas historias que ha adaptado Disney son muy moñas, y de que otras adaptaciones siguen la misma línea, y existe de todo: pelis de Disney o de no Disney bastante más macabras que la idea que tenemos de ellas. El lenguaje cinematográfico y el propio género de terror han evolucionado, pero todavía hay películas viejunas capaces de ponerte la carne de gallina.

Renaissance dijo...

La verdad es que la versión Disney que conocemos, sobre todo las imágenes de los objetos animados, es muy deudora de la película de Cocteau (y del diseño de la Bestia, también). Y las versiones que hace la compañía, a veces era para hacérselo mirar. Mención especial para El jorobado de Notre Dame, en la que decidieron que la tragedia romántica fuera una fábula family friendly. De Pocahobntas, y su secuela, mejor no hablamos XD.

El cine de los cuarenta, de terror o fantástico, lo tengo bastante apartado (lo mío son los ochenta, y un poco finales de los setenta), pero siendo Cocteau, y un clásico del fantastique, tenía que acabar viéndola. En cuanto a recuperar las versiones antiguas de los cuentos, me gustaron mucho las aproximaciones que hizo Angela Carter en La camara sangrienta, con una versión de Barbazul que abre la colección muy buena. Con ese cuento sí que no se ha atrevido ningún estudio de animación XD.

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