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jueves, 16 de diciembre de 2021

El sirviente (1963). Upstairs, Downstairs

 


El orden establecido en una sociedad es el entorno menos estático y fiable cualquiera que sea el lado del que haya correspondido vivir. Las cosas, para unos, están bien y son así por algo. Para otros, generalmente  los que tiene la porción más pequeña del pastel, considera  que es injusta y  debe cambiar. Esto se ha reflejado de muchas manearas en la ficción, bien como algo esperanzador o como un giro de 360 grados en el que todo sigue igual. Otras aproximaciones emplean esta situación para presentar una visión mucho más retorcida, muy vinculada a la psicología de los personajes, haciendo que la comedia, negra, el suspense o el drama psicológico tomen un matiz mucho más complejo. Y que, si bien hace unos años Parásitos llevó a los Oscars lo que cualquiera está dispuesto a hacer  para ascender el escalafón, una novela de Robert Maugham trasladada al cine en los 60 y guionizada por Harold Pinter, abordaba el mismo tema.




Una mañana a comienzos de invierno en Londres, un hombre acude a una mansión, lujosa pero todavía sin habitar, dispuesto a presentarse al puesto de servicio ofrecido por Rony, un joven rico y con intenciones de aumentar su fortuna mediante una operación especulativa de la que no duda en hablar en todo momento. Hubo Barrett, su nuevo sirviente, se encargará desde ese momento de todas las cuestiones relacionadas con la casa. Desde su decoración inicial hasta las tareas domésticas…incluso entender a su jefe durante un resfriad. Poco después se incorporará su hermana Vera como parte del servicio, pese a las protestas de Susan, a novia del propietario. Esta considera que hay algo inquietante en un solícito criado que parece seguirles a todas partes y del que Tony se ha vuelto excesivamente dependiente.



La historia, limitada en gran parte por los escenarios de una mansión gigantesca, quizá excesiva para un solo habitante pero que refleja su personalidad, y en menor medida, por escenarios reducidos, como un pub o un restaurante, así como su carga psicológica, ha hecho que resultara sencillo adaptarla a obra de teatro, un montaje que se hace patente en la película: esta parece irse componiendo de diversas escenas, que conducen a un segundo acto donde se pone de manifiesto la brusquedad del cambio en los personajes, en el que el lapso de tiempo se intuye por el público a partir de los cambios en el mobiliario (donde parece que este ha sido retirado o vendido) y por las referencias al exterior  donde la nieve da paso a la lluvia. Un entorno  inclemente donde el único resguardo consiste en un lugar cerrado, que lejos de convertirse en claustrofóbico, sirve para que los personajes se desplacen con cierta libertad y se aprecie como su personalidad se transforma.





El cambio entre ambos protagonistas constituye la trama principal. El personaje de Hugo Barret resulta perturbador desde su llegada, frente a la indolencia y actitud caprichosa  de su jefe. Alguien que parece esconder algo sin que esto quede claro (como se muestra en el drástico cambio de actitud frente a las jóvenes que interrumpen su llamada telefónica) y cuyo  desarrollo va transformándose desde un plan con tintes ambiciosos o un posible chantaje a una relación cuyo matiz sentimental, un tanto malsano, se convierte en la principal dinámica entre patrón y sirviente. El blanco y negro sin apenas escala de grises con el que se filma esta convivencia, y más evidente hacia la segunda parte, llega a recordar los escaso momentos de camaradería que Robert Pattinson y Willem Dafoe mantenían en El faro.




El retrato del resto de personajes tampoco muestra una visión favorable: Susan, la novia relegada a l segundo plano. Vera, como parte del plan de Hugo y una extraña mezcla entre vulgaridad y falsa inocencia. Las conversaciones que se escuchan de pasada en un restaurante o la expresión desolada de los clientes habituales del pub, que jugarán un papel en el desenlace. Y sobre todo, el retrato breve pero despiadado de una clase alta estancada, cómoda con la situación y ajena a todo lo que n o les interesa o beneficia. Un diálogo, corto y absurdo sobre la confusión entre una prenda  y los vaqueros de la pampa complementan  el entorno donde los personajes se mueven.

Entre el suspense, y a veces, muy poco, lo irreal, la mejor forma de definir el sirviente es como drama psicológico: no hay en ningún momento, un objetivo claro a las maquinaciones de Barrett ni las aspiraciones de Tony, sino una extraña inversión del orden establecido





3 comentarios:

Anacrusa dijo...

No conocía ni la película ni la novela, así que gracias ;)

Por lo que cuentas, sobre esa inversión de los papeles y el toque surreal, me recuerda a 'El cocinero' y a su bastante mediocre adaptación cinematográfica 'Something for Everyone'. 'Parasites' me gustó sin llegar a entusiasmarme, quizás efecto de todo el hype que llevaba detrás. Así que le echaré un ojo a esta peli.

Los rollos que le largaba William Dafoe al pobre Robert Pattinson en 'El faro' son difíciles de olvidar xD.

Renaissance dijo...

La película, igual que El nadador, fue una recomendación (después dirán que los empleados públicos son aburridos, pero tienen muy buen gusto para el cine).
La película también me recordó a El cocinero por esa forma de invertir los roles en la casa, aunque la novela de Kressing sí que tenía un mayor componente fantástico.

Y pese a las buenas críticas, Parásitos me da tanta pereza como el juego de calamar. Aunque de este último tendré que esperar mínimo una década para que se me pase la saturación xD.

Rocío G. Tizón dijo...

Muchas gracias por la recomendación.
Un abrazo.

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