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jueves, 10 de junio de 2021

El nadador (1968) Descenso a la piscina

 




Uno de los elementos más diferenciadores entre nivel de vida y clases  es, aunque lo sea de forma peregrina, una piscina privada. Una masa de agua clorada que el afortunado propietario considera suya y los demás, un objeto de envidia y admiración. En un entorno donde el poder adquisitivo sea mayor, esta puede ser solo una parte más de la vivienda. O bien, como hizo John Cheever en el relato que posteriormente sería llevado al cine, una forma de mostrar el reflejo de sus dueños o incluso de la vida y defectos de estos.



En una casa aislada, situada en un entorno idílico, un hombre se cuela en una piscina. Los dueños, sorprendidos de encontrar a Ned Merrill, celebran sus bromas, su coqueteo humorístico con las mujeres y las ocurrencias del que parece el triunfador del grupo, que cuida su aspecto y con mayor ingenio que las conversaciones sobre adelantos domésticos  y objetos ostentosos que estos mantienen. Una de sus ideas es recibida con cierta sorpresa: las piscinas del área han sido construidas de forma que Ned podría caminar de una a otra, y llegar “nadando” hasta su casa en la colina, de forma similar a quien remonta un rio. Una ocurrencia que parece una broma cuando Ned se lanza a la aventura. Sola la expresión de uno de sus amigos hace presagiar que ese viaje se volverá más oscuro.
 




Aunque se toma como director a Syney Pollack, la película conto en su rodaje con Frank Perry, siendo terminada por el primero, y a realización, en varios momentos, resulta un tanto rebuscada y cargante: largas secuencias bucólicas que intentan dotar de un aire de ensoñación al comienzo del viaje de su protagonista, y que en realidad, no necesitaría de dichos artificios porque  la historia se construye a través de los diálogos y de los personajes que este encuentra, y sobre todo, en la evolución del carácter de estos. Burt Lancaster, quien durante los 50 había interpretado papeles recordados dentro del cine de aventuras clásicos, encarna la figura del maduro interesante, en buena forma en comparación al resto de sus amigos y cuya actitud estrafalaria y expresión soñadora lo separa de un entorno presentado como frívolo y vacío. Una expresión  que se torna desorientada  y confusa, acompañada por el frio que comienza a sentir cuando el frío avanza y su entorno de piscinas y mansiones se vuelve más hostil.  




El ritmo de la película, que supuestamente tiene lugar  en un solo dia, hace que este parezca mucho más que un lapso de 6 u 8 horas en el que el tono de ensueño, con su carrera a través del bosque,  va transformándose, mediante una serie de puntos de inflexión que aceleran la velocidad con la que se separa de la atmósfera luminosa y un tanto vacía:  el abandono de una joven, incómoda ante un coqueteo en el que se entrevé que algo no está bien, a partir del cual, Merrill  pierde parte de su jovialidad para ir cojeando, en lugar de corriendo, de piscina en piscina. Una de las cuales es la ostentosa construcción de unos nuevos ricos, lejos de los escenarios mas íntimos del comienzo, en la que se manifiesta abiertamente, que no es bienvenido, y una abarrotada piscina pública, claustrofóbica y hostil, donde Merrill, desplazado de un entorno amigable, pierde toda capacidad para interpretar este  y solo le es posible continuar avanzando hacia su meta y la verdad. Una verdad que nunca queda clara: se hace referencia mediante alusiones, diálogos y la expresión consternada de los personajes, pero que, a la vista del tejido social en el que se mueve, bien podría haber sucedido a cualquiera de los secundarios, dado que poca diferencia entre su actitud o ética hay entre ellos.



Difícil de calificar como suspense, drama o “drama surrealista”, El nadador podría considerarse como una aproximación un tanto fantasmagórica a la crisis de valores de un hombre, del sueño del triunfador y de un estrato social concreto.  Pero también, por su eficaz uso del paso del tiempo  y empleo metafórico de escenas mundanas, como una particular fábula fantástica.




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