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jueves, 6 de agosto de 2020

No respires (2.016). Todos los gatos son pardos

El cine ha aportado buenos ejemplos de allanamientos de morada (aunque el nombre habitual del género suele ser home invasion, más moderno y suena menos a Código Penal). Hay pocas situaciones más cercanas y aterradoras que la posibilidad de la entrada de un extraño en los metros cuadrados que se consideran un lugar seguro. Además de ser, cuando tienen éxito, un relato efectivo de horror claustrofóbico. Pero, ¿qué pasa cuando sucede lo contrario? ¿Y si la historia es la de la potencial víctima sino de los responsables del delito? En ese caso, lo que se considera un lugar seguro podría convertirse también en uno que esconda secretos desagradables.




Detroit, en cambio, parece ser un sitio así a tiempo completo. Los protagonistas de No respires son un trío de ladrones que se mueven por la ciudad dando golpes de escasa cuantía con la esperanza de marcharse algún día a un sitio mejor. La ambición de estos, limitada por las consecuencias que podrían tener el ser detenidos en un robo de mayor cuantía, se ve tentada cuando descubren la existencia de una casa, en uno de los barrios más desfavorecidos, en la que su propietario guarda una cuantiosa suma de dinero. La historia detrás de este hará que se replanteen el límite de lo que no pueden hacer: un veterano de guerra ciego, que vive recluido con el dinero con el que ha sido indemnizado por la muerte de su hija en un accidente de tráfico, en el que la culpable fue declarada inocente gracias a los contactos de su familia. Aunque la situación de estos, y quizá la codicia, también hace que lo vean de una forma distinta: que sea un veterano de guerra ciego no quiere decir que sea inocente o una buena persona. Y es muy probable que esto sea cierto.


La película recuerda mucho al formato con el que han tenido éxito productoras como Blumhouse, aunque quien esté detrás sean los responsables del remake de Posesión infernal y el propio Sam Raimi: duración reducida, grupo de personajes escaso y unos escenarios sencillos y reconocibles. En este caso, una ciudad como Detroit (desde los tiempos de Robocop hasta los maratones de Empeños a lo bestia no recuerdo un momento en que ese sitio haya levantado algo la cabeza), donde sea relativamente sencillo desarrollar un grupo de personajes que generen la simpatía necesaria pese a dedicarse al crimen y que transmita la sensación de ser un lugar sin ley y a punto de derrumbarse social y económicamente. Aunque poco puede verse de este, ya que enseguida el entorno se ve reducido a una casa un tanto ruinosa, con una escasa iluminación que supone que los protagonistas sean perseguidos por alguien tan implacable como podría serlo cualquier monstruo o asesino en serie, pero peligrosamente humano: el guión contiene unos cuantos giros en los que, a partir de las primeras palabras desmitificadoras de uno de ellos, la víctima se va desvelando como una figura cuya minusvalía se acaba convirtiendo en la principal debilidad de sus ladrones, al ser alguien que no necesita de la luz para desplazarse, y que se convierte en un personaje completamente oscuro, capaz de ocultar secretos en su casa que recogen a la perfección la figura del monstruo de la puerta de al lado.



Esto también viene dado por la caracterización del trío protagonista: de una primera aparición donde parecen buscar las antipatías del público, llevando a cabo todo lo que nadie querría encontrar en una vivienda desvalijada, van mostrando motivaciones más cercanas y sobre todo, se libran a la primera de cambio del más desagradable del grupo, uno de esos secundarios que parece estar ahí para poner en marcha la trama cargándose a alguien que no vaya a echarse demasiado de menos. El resto lo constituye una historia de suspense efectiva, donde lo sobrenatural y lo fantástico se ve sustituido por un personaje realista y donde las amenazas también lo son: no hay trampas complejas ni lugares imposibles, solo las armas que podría tener alguien en su domicilio y la ventaja de conocer su hogar perfectamente. Aunque, como suele pasar, la pareja protagonista en más de una ocasión parece salvarse de situaciones que no corresponderían a causa de su condición física y o falta de sentido común, pero, ¿qué gracia tendría esto si estuvieran perdidos desde el primer momento?




No respires es una interesante vuelta al tema de la invasión doméstica y un guiño a la posibilidad de que nada sea lo que parezca. Aunque lastrada a veces por situaciones demasiado forzadas, un final que contradice todo lo que se había establecido previamente (como el evitar todo el tiempo la llegada de la policía para que esta finalmente, no parezca enterarse de gran cosa), y el asegurarse la aparición de una secuela si la cosa funciona, sabe jugar con recursos tan simples como lo que puede haber en una casa cualquiera. O al menos, en la de un veterano de guerra.

2 comentarios:

Alexander Strauffon dijo...

No la he visto. Pero del subgénero dentro del horror o suspenso que mencionas, de temática de allanamiento, me gusta mucho The Strangers, con Liv Tyler.

Renaissance dijo...

Tardé en verla, esperando una historia de allanamiento contado desde una perspectiva distinta, pero cuenta con un giro bastante interesante.

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