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jueves, 19 de septiembre de 2019

Child´s Play (2019). Chucky ya no es diabólico


Puede que Annabelle sea hoy uno de los muñecos malvados más conocidos del cine, pero en los ochenta, junto a Freddy y Jason, hubo un juguete que pudo competir con ellos en cuanto a número de asesinatos, humor entre cutre y sarcástico, y también, en cantidad de películas de la franquicia. Chucky, el muñeco poseído por el asesino Charles Lee Ray, quien transfirió su alma a un objeto inanimado a la espera de poder conseguir un nuevo cuerpo, lo intentó durante varios años mientras dejaba por el camino unas cuantas víctimas. La saga, a lo largo de casi 30 años, pasó del terror a la comedia negra referencial, y como suele pasar con los personajes a los que se le toma demasiada familiaridad (o, en este caso, a uno que no llega al medio metro y va por ahí correteando con un cuchillo), al desbarre absoluto donde cualquier atisbo de horror o coherencia fue sustituído por chistes sobre juguetes, rupturas de la cuarta pared, y un intento, no muy exitoso, de salir del desaguisado en el que se habían metido. Un reboot, a estas alturas, se convertía, sino en una buena idea, en la posibilidad de eliminar fallos previos y darle una visión nueva a un tema donde lo más evidente era el cambio de intereses y forma de percibir la idea de un juguete capaz de moverse por sí solo.



En Child´s Play, que dudo que vuelva a ser Muñeco diabólico, Chucky no es un ejemplar de la línea de muñecos Goodguy, sino de Buddi, una serie de juguetes dotados de un sistema de inteligencia artificial sincronizado con los teléfonos móviles de su propietario. Algo así como un Siri o un Alexa en el cuerpo de una muñeca repollo (espero que a ningún fabricante se le ocurra esta idea) y que, como toda novedad tecnológica, está a punto de ser sustituida por su segunda generación…y ha sido fabricada en algún oscuro taller de Asia. Donde un operario, harto de su trabajo, introduce en uno de ellos un software defectuoso. Poco se sabe de lo que pudo haber programado alguien como venganza antes de suicidarse, pero cuando este Buddi defectuoso se convierte en el regalo de cumpleaños de Andy, Chucky se convierte en su mejor amigo. Y estará dispuesto a acabar con todo el que se interponga entre ambos.





Si el primer Muñeco diabólico jugaba con el consumismo y las inseguridades potenciales de la producción en masa, su reboot cuenta con una posibilidad mucho más amplia y mejor aprovechada: los sistemas de inteligencia artificial vinculados al ocio y su obsolescencia programada, así como los agresivos sistemas de producción de los que el público es consciente, pero de los que no se habla. De este modo, la trama se mezcla con el lanzamiento de una nueva gama de productos, cuya situación resultará muy familiar, y que aquí sirve para ofrecer un desenlace muy dinámico y tenso, que recuerda un poco a todas las series B sobre la rebelión de las máquinas y a referencias más recientes como pueden ser los animatronics de Five Nights at Freddy´s.


Cuando el villano principal es alguien que tiene una movilidad limitada por unas articulaciones de plástico, hay dos opciones: procurar que no se mueva mucho ante la cámara, como Annabelle, o directamente aprovechar esa cualidad y la que ofrecen, de forma involuntaria, todos los juguetes de moda que incluyen algo de tecnología: la expresión del nuevo Chucky, más que grotesca, entra en el Valle de lo desconocido, ese concepto según el cual, lo que intenta parecer demasiado humano se convierte en algo inquietante. Pero que aquí también sirve para justificar con facilidad que un juguete mecánico deambule por el escenario sin que nadie se sienta extrañado, o resulte ridículo, porque esa es la forma que tendría de actuar desde un principio.


Aunque el antagonista no deje de ser un muñeco, este es también la cara, o más bien, la voz más reconocible de todo el reparto: Mark Hammill se encarga de darle vida, y en algún momento, expresión. Y cuando alguien se encargó de ser durante varios años la voz del Joker en una de las mejores historias sobre Batman, va a hacer bien su trabajo. Aunque sigamos recordando la voz de Brad Douriff como protagonista de la franquicia anterior. El resto del reparto cumple su cometido con  unos papeles que se pueden dividir entre víctima que está pidiendo a gritos que la maten, y secundarios correctamente escritos, que al menos se comportan de forma coherente. También, sorprendentemente, es uno de esos casos en los que, contando con un reparto infantil bastante amplio, estos personajes no resultan irritantes y sí que están pensados para contar con la simpatía del público y aportar algo a la trama.

Child´s Play consigue ser, igual que su predecesora, una buena película de terror de serie B. Actualiza la idea del muñeco con vida propia, añade un tanto de crítica de andar por casa a la tecnología y sobre todo, consigue reiniciar de forma muy digna una franquicia que se había echado a perder de las formas más inesperadas. Y, al igual que esta, procura que la historia quede cerrada de forma bastante satisfactoria. Pero siempre hay sitio para sugerir una secuela.

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