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jueves, 8 de agosto de 2019

Lo que hacemos en las sombras (Primera temporada, 2019). Callejeros edición vampírica

Antes de atreverse con la tercera entrega de Thor, Taika Waititi sorprendió con una comedia documental sobre vampiros donde aplicaba a las criaturas de la noche un particular sentido del humor y de lo cotidiano, enfrentando a unos personajes centenarios a las cosas más irritantes de la vida diaria. La comedia, filmada como documental, contaba con una estructura episódica que hacía muy fácil el poder continuar la historia, incluso prescindiendo de sus protagonistas y moviéndose a otro escenario.

Esta es la opción que ha tomado la serie del mismo nombre, trasladándose a una mansión en Staten Island donde un nuevo grupo de vampiros convive desde hace un par de siglos. Nandor, soldado turco, Nadia y Lazlo, los vampiros arquetípicos de Europa del Este, y Colin…un vampiro psíquico que trabaja en una oficina, a quien no le falta el sustento robando la energía de sus compañeros de planta mientras siembra el aburrimiento allá por donde pasa. La vida de un vampiro no estaría completa sin la presencia de un familiar que lo custodie durante las horas diurnas, que es el trabajo de Guillermo, que espera algún día ser una versión de Antonio Banderas en Entrevista con el Vampiro pero a quien le esperan muchos años de hacer la compra y pasar la aspiradora. Y para los que intentar hacerse con el control de la sociedad asistiendo a las reuniones del ayuntamiento, organizar la orgía vampírica bianual, descubrir que conservan algún pariente vivo a través de los años, o ser juzgados por una corte vampírica formada por algunos personajes cinematográficos reconocibles son una parte más de su vida diaria. O nocturna, en este caso. 


La serie conserva el carácter de falso documental de la película que la inspira, y que en este caso, funciona mucho mejor dada la distribución episódica. Los capítulos de unos veinte minutos, sirven para centrarse en una sola trama en cada ocasión, o para ser retomadas posteriormente y son acompañados por unos efectos especiales hilarantemente pobres donde los vampiros lucen unos atuendos igual de desfasados que los de su contrapartida original, se convierten en murciélago en contadas ocasiones, y de una manera propia de una serie b de hace setenta años, y donde la capacidad cómica de la serie reside en su elenco de actores entre los que la cara más conocida es la de Matt Berry,  donde la figura de Harvey Guillén hace un guiño muy curioso a la de Guillermo del Toro.  Y donde, a modo de sorpresa, aparecen retomando sus papeles ocasionales de vampiro Tilda Swinton, Danny Trejo e incluso el propio Waititi en un cameo bastante inesperado.


Pese a su carácter de spin off televisivo, la serie no produce la impresión de repetir esquemas o de ir a rebufo de un éxito. La falta de medios en los efectos especiales resulta deliberada y es evidente que los esfuerzos se han depositado en los guiones y en el reparto, y la sustitución de los personajes y actores no supone una continuación de caracteres y gags sino de unos protagonistas nuevos, entre los que se establecen dinámicas y relaciones distintas entre sí, y donde se aprovecha al máximo las oportunidades que ya se perfilaban en la película: el explotar la existencia de vampiros, hombres lobo y criaturas sobrenaturales donde resulta muy sencillo referenciar y parodiar entornos como el desarrollado por Anne Rice, la saga de Blade, los clichés de fantasía urbana e incluso Crepúsculo (aunque para hacer mofa de este último no hace falta estar muy sembrado).



Lo que hacemos en las sombras se convierte en una comedia breve, pero prometedora. Diez episodios con una renovación para segunda temporada, y algunas nuevas tramas abiertas de cara a la siguiente entrega, la duración y el estilo de humor recuerda un poco a lo que suponía poder ver cada año cosas como Black Books o IT Crowd, aunque quizá el parecido más reconocible en este caso sea el de “Entrevista con el vampiro rodado como si fuera un capítulo de The Office”. 

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