He perdido la cuenta de los detectives
de lo extraño que he encontrado. Algunos de los casos de John
Silence como precursor de los Mitos de Cthulhu. El desvarío de Harry
Dickson, de quien debí leer de corrido decenas de las novelitas de
Jucar antes de pasarme a su idioma original. Harry Dresden, como
mucho, para pasar el rato, y apenas conocido en España, John Taylor,
el investigador oficial de Nocturnia, la saga que quedó colgada en
La Factoría de Ideas. Quedan muchos pendientes, casi todos
anglosajones o investigando en ciudades de habla inglesa (aunque
Dylan Dog sea una creación italiana), pero entre ellos, faltaba
algo: ¿qué pasa en el resto del mundo? Es que en otros países no
hay trasgos, vampiros, ni hay casos imposibles de resolver sin una
explicación sobrenatural? Al menos, en España, los hay. Y también
hay una persona que se gana la vida con ese tipo de sucesos.
Los muertos no pagan Iva es el segundo
caso publicado de la detective Parabellum, una detective acostumbrada
a lidiar con entidades sobrenaturales y alguna que otra
divinidad...aunque su nombre en el Registro Civil sea Verónica
Guerra, sea la hija de la severa comisaria de un barrio de Madrid y
ahora, tras terminar con un cíclope que amenazaba un convento en
Ávila, debe lidiar con su adicción a la ambrosía, renovar su
licencia de detective, y si puede, conseguir unas vacaciones. Aunque,
cuando empiezan a aparecer espectros en las líneas de metro de la
ciudad, esto último parece complicado.
Las aventuras de Parabellum no son muy
distintas a las que podría tener un Harry Dresden o uno de los
múltiples detectives que aparecen en la sección de “fantasía
urbana”. El estilo en todos ellos es muy similar, donde la
protagonista narra la historia en primera persona (pocos detectives
hay que no lo hagan), hay un mundo sobrenatural que solo unos pocos
tienen la suerte o desgracia de conocer, y sobre todo, aunque hay un
hilo conductor en forma de escenario, personajes fijos, trama de
fondo o antagonistas, se mantiene la individualidad de lectura de
cada entrega, siendo posible empezar en el segundo caso de la serie
aportando la información necesaria sobre los personajes. Una manera
de narrar que favorece un poco la intercambiabilidad entre cada
libro, pudiendo acercarse al personaje sin ser necesario buscar la
primera entrega como algo necesario.
La mayor particularidad del libro es
contar con una heroina de estas características situada en España.
Moviéndose en sitios tan reconocibles como las calles de Madrid o
Barcelona, por un convento en ávila o teniendo un sitio para
mencionar lugares que nunca se hubieran pensado en este tipo de
ficción, pero el Bierzo también tiene aquí su hueco. Y, donde los
monstruos o los espectros se manifiestan de forma tan natural como
podrían hacerlo en las calles de Chicago, adaptándose estos a la
mitología popular de la península, algo que sorprende a las pocas
páginas cuando la protagonista utiliza una bolsa de gamusinos como
cebo (que, como todo el mundo sabe, cuando se les saca de ahi, se
convierten en piedras), y donde después aparecerán xanas e incluso
una bruja. Estos se mueven también por escenarios cotidianos y que
normalmente se asociarían a situaciones más prosaicas o en su
defecto, a la comedia. Algo que Morán decide evitar para ofrecer un
escenario distinto y que procura tomarse en serio: en ningún momento
se hace mofa de lo sobrenatural ni se utiliza como elemento de
comedia torpe, sino que es un entorno que procura hacerlo tan real y
creíble como podría ser una investigación en las calles de
Londres. Esto tampoco implica el extremo opuesto donde se peque de
seriedad, sino que la narración viene acompañado de un razonable
sentido del humor derivado de lo cercano del escenario y sobre todo,
de la sorna con la que su protagonista relata los hechos. Con sorna,
en la mayoría de los casos, como herramienta para lidiar con lo que
la rodea, pero también a menudo con impotencia, ternura,
desesperación o tristeza. Porque el entorno que presenta, pese a
ofrecer una fascinante población de seres mágicos, también trata
con las consecuencias de su condición: una de las tramas de Los
muertos no pagan IVA consiste en la vuelta de la protagonista a su
ciudad y barrio natales, y quizá, de una forma muy sui géneris, la
crisis y dudas de una persona que ha abandonado el hogar hace tiempo
y ahora se ve obligada a volver. Para encontrarse con amistades de su
pasado y sus mejores años, que no han cambiado. Ni lo harán en
mucho tiempo.
La saga de Parabellum, en principio, no
parece muy distinta a la de otros detectives. Pero también lo hace
para bien: es muy sencillo aproximarse al personaje y la serie, se
lee rápido y tiene la frescura necesaria dentro de un género
demasiado homogéneo. Aunque el título engaña. Mas que no pagar
IVA, lo que hacen los muertos es no cotizar a la Seguridad Social.
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