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jueves, 17 de noviembre de 2016

Tren a Busan (2016). El Regional de los zombies


Aunque al género de los zombies se le acuse de ser repetitivo, poco original, y desde hace algún tiempo, de estar agotado, siempre es posible salir por alguna situación distinta, un escenario poco trillado, o por unos personajes por los que uno se preocupa. Por eso tampoco sorprende que, cuando una película aporte algo más que cuatro clichés, o bien que los maneje con una mayor soltura, esta consiga mucha más fama y una mayor proyección. Incluso viniendo de un país tan poco habitual en los circuitos comerciales como puede serlo Asia.



Este ha sido el caso de Train to Busan, de la que se habló, y bien, durante casi todo el verano. La historia de un padre, un ocupado analista financiero, a la que su hija pide una única cosa por su cumpleaños: ir a Busan a visitar a su madre. Pero el viaje tiene lugar el mismo día en el que comienza a estallar una epidemia cuyos síntomas el público conoce muy bien: las víctimas se vuelven agresivas, más rápidas y adquieren la nefasta costumbre de morder a los no infectados, propagando la enfermedad entre aquellos que no son devorados. Un escenario bastante pesadillesco para unos viajeros tan dispares como los que podría haber en cualquier trayecto: un equipo de baseball, una pareja que espera a su primer hijo y un hombre que ha decidido salvar su pellejo aún a costa de la vida de los demás asisten a la aparición de los primeros infectados en los vagones, mientras reciben noticias muy vagas del exterior e intentan, con el único medio del que disponen, llegar a una de las ciudades que ha logrado aislarse de la epidemia.



El conjunto no llega a resultar tan redondo como hacían pensar las críticas: la presentación de la infección resulta bastante innecesaria, un prólogo sin el que el guión podría funcionar unicamente por la referencias que se incluyen durante el resto de la trama y que en algún momento parece un poco confuso, al intentarlo relacionar de una forma bastante arbitraria con el trabajo de la empresa en la que trabaja el protagonista. Este no parece tener otro fin que el de ir avisando al público que ahí va a haber infectados, al que después le espera un comienzo muy pausado dedicado a presentar la relación entre el padre y la hija protagonista.

 

La lentitud inicial se compensa con un mayor dinamismo una vez empezada la trama principal, algo que sorprende teniendo en cuenta que el escenario inicial es muy limitado: el movimiento que pueden permitir los vagones de un tren se convierte aquí en una serie de oportunidades, pero también una forma muy marcada de separar las distintas partes del guión. El grueso de las dos horas no resulta lento y demasiado largo, pero sí permite marcar partes de la narración muy diferenciada: el comienzo de la infección, el intentar llegar al primer punto seguro, y un desenlace, una vez perdido el medio de transporte y la mayor parte de personajes principales, resultan unos cambios de situación muy bruscos y que casi podrían servir para marcar los capítulos de una miniserie, pero también evita que el escenario caiga en la monotonía.

 
Este año se llevan mucho los bates para luchar contra los zombies

Esta limitación de espacio inicial sirve también para ofrecer una presentación muy creativa de los peresonajes: los travellings sirven tanto como para conocer al resto de personajes de mano de la niña protagonista como para ofrecer las primeras secuencias donde aparecen los infectados y mostrar de una forma muy efectiva lo claustrofóbico del escenario, además de las posibilidades que este ofrece mediante el ingenio de sus protagonistas.

 

Estos últimos son al mismo tiempo uno de los mejores puntos de la película, pero también un fallo importante: estos cuentan con una caracterización inicial excesivamente plana. Especialmente la niña, quien resulta en muchas situaciones increíble por su generosidad ante cualquier situación y una entereza a prueba de bomba, donde se nota demasiado que este ha sido creado un poco como brújula moral y motivo de evolución del protagonista. Los secundarios, al tener menos peso, se salvan algo más de este exceso, siendo precisamente dos de ellos los que acaban generando una mayor simpatía. En cambio, es en el más negativo donde el catálogo de reacciones ante una situación límite resulta mucho más efectiva. Este, un personaje que apenas tiene peso durante la primera parte, destina todo su tiempo a ser probablemente el más odioso: grita, manipula y llega a cometer asesinatos para salvarse. Para, al final, revelar un motivo para esto tan comprensible y humano como el de los personajes cuyo retrato es mucho más amable.

El balance general de Train to Busan es muy bueno: una variación al tema zombie (infectados, en este caso) y un manejo muy dinámico de un escenario tan limitado como un tren. Aunque lo de hacer virguerías con un vagón y una máquina no es nuevo para el país: en Snowpiercer también filmaron el viaje ferroviario más extraño que se ha visto en mucho tiempo.

2 comentarios:

Anacrusa dijo...

¡Cómo está la Renfe! xD A mí me pareció una película entretenida, quizá con un excesivo metraje para lo que cuenta. También parte de un planteamiento inicial bastante original: que te pille el inicio del apocalipsis zombi en el tren.

Renaissance dijo...

Por si no fuera poco la reducción de los horarios de trenes, ahora con zombies XD. A mí me gustó, en algún momento noté que era mucho metraje pero mantiene muy bien el dinamismo con los cambios de situacion. Y lo del escenario le añade originalidad.

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