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jueves, 13 de octubre de 2016

Scare Campaign (2016). ¡Susto o muerte!





Las cámaras ocultas fueron un formato bastante recurrido hace algunos años, o más bien, hace algo más de una década: bien mediante programas destinados a orquestar bromas, con clips comprados a productoras de otros países para rellenar horas muertas en la parrilla, o aprovechar para montar alguna gala trampas por todo lo alto a famosos. En realidad las más divertidas eran las de corte terrorífico, que en España no eran tan habituales pero que fueron las protagonistas en Scare Tactics. Un programa que durante varias temporadas se inspiró en varios clichés del cine de terror a la hora de preparar las cámaras ocultas. Y aunque el formato quedara desplazado por las bromas de YouTube y los videos virales, este, al igual que los realities sobre investigadores paranormales, tenía potencial para  una historia de terror no demasiado ambiciosa: ¿qué pasa cuando la víctima, en lugar de asustarse, se defiende?








Con un título como el de Scare Campaign, no se pretende disimular su inspiración. Y al igual que esta, el programa de bromas terroríficas ha entrado en declive: además de los riesgos que corren con determinadas víctimas de la cámara oculta,  internet se ha convertido en una competencia directa con vídeos mucho más agresivos y situaciones en las que la frontera entre realidad y la ficción resultan dudosas. En un intento por mantener la emisión, el equipo decide ir más lejos preparando una cámara oculta en un antiguo centro psiquiátrico, en la que no queda claro quien es el anzuelo y la víctima.






Aunque se trate de una película muy basada en los giros de guión, estos no sorprenden: en realidad están pensados para que, pasada la primera sorpresa, el espectador se de cuenta de lo que va a pasar, y donde las pistas necesarias se van mostrando de una forma muy directa: un comportamiento demasiado extraño en determinada situación, una secuencia mostrada desde un ángulo forzado o el mostrar abiertamente como un personaje envía un mensaje sirven para que los giros no sorprendan, pero que tampoco se vuelvan el factor del que depende el guión. Este es muy breve y con una gran concesión, limitándose a los cuatro escenarios básicos de la trama: una introducción con la primera broma, un despacho, y el hospital cerrado donde se desarrolla la acción principal y se mueven unos personajes, que como suele pasar en este tipo de producciones, acaban siendo demasiados. Teniendo en cuenta que la parte central del metraje se dedica a eliminar a los secundarios, estos se convierten en el número necesario para ofrecer unas cuantas muertes violentas sin que tengan otra aparición más que las de formar parte de un equipo de televisión. Los protagonistas corren más suerte, teniendo una caracterización mucho más definida y que marca más el desarrollo del guión. En todo caso, el acumular secundarios para ser asesinados es casi un mal menor en muchas de estas producciones, y lo mejor que puede decirse de ellos es que al menos, mientras salen en pantalla, cumplen lo suficiente dentro de lo breve de su aparición.








El humor es también un factor muy presente. No es abiertamente una comedia, pero sí trata con mucha sorna los problemas de la televisión, la competitividad del medio e incluso lo controvertido de determinadas bromas en los medios digitales. Hay menciones a la Deep web convertidas ya en lenguaje coloquial, pero también momentos tan divertidos como la inexpresividad de uno de los personajes, una actriz en su primer papel, o la falta de escrúpulos del protagonista, que hace que el desenlace sea enfocado desde una perspectiva más cómica. Lo cómico mantiene muy buen equilibrio con el suspense y la parte terrorífica, porque aún con el juego de bromas y giros inesperados, esta constituye un slasher muy entretenido e incluso se nota que la historia no se ha quedado en un par de ideas para rodar rápido: el vestuario para unos personajes que tienen muy poco tiempo en pantalla está muy cuidado y las máscaras que utilizan son una de las imágenes más memorables.









La idea de inspirarse en un formato de televisión para un guión no es nueva, pero sí relativamente poco usada y en la mayoría de los casos, con buenos resultados: My Little Eye se las arreglaba para hacer un thriller cuando Gran Hermano era relativamente nuevo, Dead Set incorporó zombies al programa de Mercedes Milá y Grave Encounters le metía bastante caña a Buscadores de fantasmas. Scare Campaign se puede sumar a esta lista porque es muy similar en resultados: poco ambiciosa, pero muy eficaz en lo que quiere contar y con un punto de humor negro que le da un buen contrapunto a una historia basada precisamente en las bromas.



2 comentarios:

Anacrusa dijo...

No la conocía, pero si es como 'Dead Set' o 'Grave Encounters' a mí ya me han ganado como espectador xD.

Renaissance dijo...

Pues es muy en plan Grave Encounters. La verdad es que ambas, para ser tan simples, trabajan muy bien la parodia de sus respectivos formatos y me ganaron también de público XD.

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