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lunes, 25 de abril de 2016

Para entrar a vivir (2006). Terror inmobiliario (pero sin hipoteca)

 
Cuando se estrenaron en 2006 la serie de Películas para no dormir, no les hice mucho caso. Igual  porque ya ese año, cualquier cosa que llevara el sello Telecinco me daba miedo, pero no del bueno. O porque entonces estaba viendo la miniserie Masters of Horror que tenía a muchos de mis directores preferidos. O lo mismo, por falta de una promoción adecuada, o precisamente, por preferir verlas más tarde en dvd, y sin que la emisión se alargara dos horas con las pausas de los anuncios. El caso es que los seis telefilmes que en cierto modo, constituían una temporada más de la serie de Chicho Ibáñez Serrador, se fueron quedando olvidados hasta una tarde en la que tenía dos cosas bien claras: que quería ver una película de terror. Y que esta no se alargara innecesariamente.

 

Para entrar a vivir es la segunda entrega de esta serie de mediometrajes de corte terrorífico, dirigida por quien un año después daría toda una franquicia con los infectados de REC. Al igual que en esta, la historia transcurre en un edificio, al que la pareja protagonista acude a ver un piso anunciado como listo para ser ocupado. Pero la descripción de este resulta engañosa hasta el extremo: una zona industrial perdida en las afueras, un edificio desvencijado y un apartamento que parece haber sido abandonado hace años. La agente inmobiliaria parece muy optimista sobre las condiciones del inmueble y no duda en considerar a los protagonistas como inquilinos. Pero hay algo más extraño que el encontrarle algo positivo a ese lugar: los detalles personales que la agente conoce sobre ellos, parecen algo más que convencimiento de poder cerrar una venta. Y los gritos de un niño que se oyen en uno de los pisos hacen pensar que puede haber algo peligroso.

 



Al tratarse de un mediometraje, el guión va muy al grano: con 70 minutos no pueden meterse demasiadas tramas ni pretender rellenar, lo que a este tipo de historia le va muy bien. El tiempo que se dispone para presentar a los personajes se combina muy bien con el destinado a crear atmósfera, con un recurso tan simple como los diálogos entre los personajes durante un viaje en coche. Suficiente para saber quienes son, el por qué de una búsqueda de vivienda un poco apresurada, y sobre todo, para cambiar las tonalidades a través de un escenario muy propio del terror moderno: ahora lo inquietante no son las mansiones desoladas, sino los barrios ruinosos. No falta tampoco una escena de lluvia, que si bien no es un elemento determinante para la trama, sí es un aporte para crear una ambientación más gris y hostil para los protagonistas.

 
Otro acierto en esta ambientación es el edificio donde transcurre la historia: este es una mezcla muy curiosa entre una vivienda donde abundan los muebles de los años sesenta, donde un patio de luces puede servir para una secuencia llena de tensión, y entre elementos que resultan más propios del terror, como los maniquíes, que se utilizan como recurso macabro de una forma muy efectiva, y que también recuerda un poco a algunos slasher de finales de los setenta.

 
 


El guión, también por la limitación de tiempo, es trepidante: desde que empieza la persecución no hay un minuto de descanso, lo justo para recrearse un poco en cada escenario donde no faltan maniquíes, cadenas, platos sucios y cualquier cosa que pueda dar un mayor aspecto de locura y peligro. Lo cierto es que el argumento como tal resulta simple, al reducirse casi a “un personaje es perseguido por un loco en un local cerrado”. Siendo loco, ese término para poder agrupar cualquier rareza y motivación que un antagonista tenga sin esforzarse demasiado en buscarle justificación.  Pero funciona también por no pretender nada más, y sobre todo, por el buen ritmo que mantiene. En cierto modo, casi puede verse como un ensayo de REC, y de hecho, una de las secuencias es idéntica a una de las más reconocibles de la película que saldría el año siguiente.

 


Reducido a tres o cuatro personajes, y como estos se pasan la mitad del metraje corriendo, el trabajo de los actores es bastante correcto con el material que tienen. La que más sobresale es Nuria González como agente inmobiliaria, que es sobre la que recae el papel decisivo y  hace un gran trabajo. Poco hay que decir de Adriá Collado, que sale relativamente poco en comparación con Macarena Gomez, a la que sí podría considerársele como protagonista. En su caso, al necesitar una interpretación un poco histriónica, y dados los momentos de humor negro que tiene el guión, es una elección acertada.

Para entrar a vivir es toda una película para pasar una tarde: directa, breve, entretenida, y para mi sorpresa, me ha gustado pese a tener una de las temáticas de las que más reniego, como es la de los asesinos. Además, vista unos años desde su estreno, gana en muchos detalles: el que hoy el punto de partida para una historia de terror sea la compra de un piso, se ve de una forma distinta.

 

 

3 comentarios:

Anacrusa dijo...

No recuerdo casi nada de esta película. En cambio, de 'La habitación del niño, con Leonor Watling, sí recuerdo bastantes cosas. Por el propio formato, que las hace intensas y breves, son películas excelentes para disfrutar una tarde de sofá y manta.

Renaissance dijo...

Precisamente hice doblete de sofá y manta con esas dos películas, porque dan perfectamente para una sesión doble. Quizá casi me gustó más Para entrar a vivir por la sorpresa de encontrarme una de psicópatas que me hubiera divertido tanto. Además, me encantó ese punto de humor negro con la agente inmobiliaria intentando vender un galpón como si fuera el palacio de la Zarzuela XD.

Anacrusa dijo...

No te digo más que he desempolvado los DVD, con las cinco o seis películas que se produjeron en 2006, para verlas este fin de semana xD.

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