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jueves, 21 de enero de 2016

Strange Magic (2015). Hadas, números musicales y George Lucas


Cuando la animación por ordenador era una novedad, era muy extraño que cualquier producción que contara con una buena calidad pasara desapercibida. Al menos, los estudios se encargaban de darle toda la publicidad necesaria para que la gente fuera al cine. Ahora que se han convertido en el formato más extendido, la competencia hace la promoción algo más complicado. Algo que no debería serlo cuando se cuenta con Geroge Lucas como uno de los principales nombres del proyecto. Pero el caso de Strange Magic fue uno de esos en los que en la promoción y estreno de la película  tuvieron mucho que ver los acuerdos y desacuerdos empresariales, y siendo una causa probable de su fracaso en taquilla. Aunque, una vez vista, no sería justo culpar solo a las decisiones empresariales, porque la película en cuestión no es que brillara mucho.

 


Strange Magic es lo que se llama (y que he tenido que mirar en internet) un Jukebok Musical, es decir, las canciones no son originales sino piezas conocidas que se integran en el guión. Este toma como principal inspiración El sueño de una noche de verano, situando la historia en un bosque, o el las dos partes de un bosque. Uno es el hogar de las hadas, el otro, es el pantano, donde viven los goblins. Todo comienza cuando Marianne, la hija del rey de las hadas, abandona a su prometido tras descubrir que este la había engañado. De modo que la única solución para su antiguo prometido, quien está más interesado en conseguir el reino, es obtener una pócima que hará que Marianne se vuelva a enamorar de él. Pero el rey del pantano ha ordenado cortar todas las flores necesarias para elaborar la poción, por lo que este se valdrá de Sunny, un pequeño elfo enamorado de la hermana de Marianne, para conseguirla. Y como suele pasar cuando hay pociones para el amor a primera vista en una trama, estas tienen la mala costumbre de caerse por accidente sobre los personajes, dando lugar a varias complicaciones, e incluso a una historia de amor verdadera.



De la película a nivel formal no hay nada que decir. Lo cierto es que hoy hay que esforzarse muy poco, o contar con muy pocos medios, para que una animación por ordenador resulte mala, algo descartado cuando está detrás un estudio como Lucasfilm. La animación es buena, los escenarios también, y los personajes son expresivos. Pero una parte de los diseños no terminan de funcionar: a las hadas y los elfos les han dado un diseño que intenta ser muy cercano a la realidad, lo que consigue en realidad el efecto contrario: resulta extraño, haciendo que al público le resulten más cercanos los personajes de aspecto más fantástico. Algo que también pasaba en Shrek, pero en menor medida al haber optado estos últimos por darle incluso a los protagonistas humanos un aire un poco caricaturesco.

 


Es en cambio la otra parte de la animación la que salva la mayoría de la estética: con todo el estilo más oscuro y más de monstruos, todos los diseños del reino del pantano, tanto escenarios como sus personajes, están mucho más logrados, son más creativos, e incluso despiertan muchas más simpatías (porque en el fondo, esta tampoco es una película sobre malos monstruosos). La originalidad de estos no reside solo en buscar lo típico que parezca siniestro, sino simplemente, optar porque todos los duendes tengan aspecto de algo relacionado con un pantano: setas, sapos, insectos e incluso roedores se reconocen fácilmente. Y en algunos momentos, parece que los diseñadores se sentían bastante más cómodos con las posibilidades que ofrecían estos en lugar de las hadas, mucho más sosas. Algo que incluso se nota en el guión porque es a partir del momento en que la historia se traslada a este escenario, se vuelve mucho más dinámica e interesante.

 


Precisamente es la historia lo que supone la parte más floja, y en el fondo, el motivo por el que es una película muy fallida: su creador quiso plantear la película como una historia de fantasía para niñas de doce años, pero esta interpretación resulta muy limitada y muy melosa. Parece un poco injusto el calificar así un guión cuyo objetivo es girar en torno a temas como la confianza, el amor verdadero o que las apariencias no importan, pero estos temas son desarrollados de una forma en la que el término “para niñas de doce años” es casi despectivo. Porque pese a tener tanto peso la trama romántica a esta le falta mucho trabajo, y en algunos momentos parece un tanto vacía. Marianne será el personaje principal, pero su montaje musical de princesa enamorada a desengañada y especialista en combate cuerpo a cuerpo parece un poco porque, sí, porque en el guión hay escenas de lucha y se necesitaba a un personaje así. Entre la presentación del conflicto, que se queda más a nivel de una serie de Disney Channel que de una producción de animación que hayamos visto en los últimos años, y  el exceso de luminosidad y falta de originalidad en los escenarios de las hadas, hace que la primera parte se haga bastante larga, y que la historia no empiece a remontar hasta que no llegué todo lo relativo a los escenarios en el pantano y los goblins, donde los personajes empiezan a ganar mucha más química y simpatía.

 


La parte musical también funciona bien (bueno, si tratándose de un musical, esto no funcionara, sí que sería un fracaso absoluto),  tanto a nivel de reparto como en algunas apariciones, porque en realidad, es imposible ponerse muy exigente con ninguna película si Alan Cummin se encarga de doblar al Rey del Pantano. Y de paso, quitarle un poco de melosidad a todo el asunto. La recopilación de canciones es muy variada dentro del tema: desde alguna muy popular de los sesenta, hasta otras del 2010, lo que hace que al tratarse de piezas muy conocidas, no sea necesario que tengan que sonar siempre de forma íntegra, cortándose en determinados momentos para emplearse después. De hecho, el uso de según cual canción es todo un acierto: algunas, como “Sugar Pie Honey Bunch” quedan asociadas a los efectos de la pócima o a los engaños amorosos, y otras se usan a modo de guiño cómico..que funciona. Porque reconozco que el batallón de soldados tarareando el estribillo de Bad Romance tenía gracia.

 

Strange Magic no puede culpar solo a la falta de promoción por su fracaso. Es una película floja, de esas que podían haber conseguido más y se quedan solo en las infografías bonitas y en el tirón de las canciones conocidas, cuando el guión debería haber tenido mucho más trabajo. Pero solo es una película floja, no una mala: superada una primera parte bastante aburrida, sí es posible pillarle la gracia a los diseños de los goblins y de las canciones, que en parte, era de lo que se trataba.

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