Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

lunes, 29 de septiembre de 2014

Las aventuras de Peabody y Sherman (2014). ¿Cómo mejorar una máquina del tiempo? Con un perro con pajarita




A princpios del 2000, casi todos  los personajes de Rocky y Bullwinkle fueron adaptados al cine. Los resultados fueron bastante extraños, siendo Rocky y Bullwinkle una mezcla de animación e imagen real muy pensada como homenaje, y Dudley Do-Right una comedia que tenía algunos puntos graciosos y gran parte de los defectos de ese tipo de material. Y es que, en el caso de los secundarios del show de la ardilla, el material solía ser bastante anecdótico, y con algunos skecths muy marcianos. Y en el caso de Dudley de la montaña, el resultado en taquilla fue tan flojo como para que se olvidaran una década de otros personajes mucho más golosos a la hora de saltar al cine.



El señor Peabody y Sherman es uno de esos casos: el perro más listo del planeta construye una máquina del tiempo, con la que viaja a distintos momentos de la historia junto a su hijo adoptivo Sherman. Esta no suele ser como la cuentan los libros, sino que a menudo ofrece situaciones mucho más absurdas que las narraciones oficiales. A grandes rasgos este era el contenido de los dibujos originales, y que se mantiene como punto de partida. Pero la película aporta algo más de trasfondo tanto a sus protagonistas como a su máquina del tiempo: no todo el mundo cree que un perro sea el mejor padre adoptivo para un niño de siete años. Y cuando Sherman se pelea en el colegio con otra de los estudiantes, Peabody decide que lo mejor para demostrar su valía como tutor es invitar a los padres de la niña a una cena. Y cuando esta decide utilizar por su cuenta la máquina del tiempo, Peabody debe  rescatarla y llegar a tiempo para demostrar a la asistente social que Sherman tiene el hogar adecuado. 


Frente a otras producciones donde optan por presentar una historia sobre los orígenes de las aventuras de un personaje, esta ha optado por saltársela y presentar una situación donde todos los elementos se han establecido. Se nota que estos personajes eran bastante conocidos en Estados Unidos, por lo que la historia de Peabody se soluciona con un monólogo bastante rápido donde explica todos sus logros, la adopción de su hijo, y la fabricación de la máquina del tiempo como herramienta educativa. No esperaba que se saltaran el desarrollo del punto de partida pero lo cierto es que se agracede. Cuando el protagonista es un perro inventor, tampoco es que haya gran cosa que justificar. Además, esto sirve para darle un poco de variedad a la hora de explotar el tema de la máquina del tiempo.



Exceptuando a los dos personajes principales, el resto son todo novedades creadas para la película (lo sé porque no me perdía un capítulo de Rocky y Bullwinkle). En el caso de los personajes principales, a estos se les aporta un mayor trasfondo, al menos, desde un punto de vista más emotivo. Es muy difícil tomarse en serio a un perro inventor, pero resulta bastante entrañable cuando se plantea que el también quiera tener una familia, o los conflictos que surgen por tener un niño humano adoptado. Incluso se salen un poco de la norma en cuanto a los secundarios, porque lejos de contar con los típicos matones y amigos a primera vista, la mejor amiga del protagonista es una niña con la que empieza peleándose. Lo cierto es que todos estos temas de la familia y la amistad son algo habitual en la animación infantil: poco importa que sea Chicken Little, que Lluvia de albóndigas, o un poco mejor llevado en el caso de Paranorman, pero siempre va a tener una parte sensible que a veces resulta un poco forzada. Porque lo cierto es que el personaje de Penny tarda muchísimo en ganarse la simpatía y preocupación que los protagonistas muestran por ella a los quince minutos de película.



A la hora de integrar los viajes temporales dentro de la historia es donde la película se luce. Temía que en un principio todo se limitara a una sucesión de pasajes históricos tratados con el mismo humor que en la serie original, pero sin conexión. En cambio, estos se integran de una forma muy fluida donde uno de ellos sirve como introducción para los personajes, y el resto, forman parte de la trama, o más bien, hacen que estos combinen con ella sin que resulte excesivamente forzado. Además, habiendo viajes temporales, incluyen un elemento que no estaba en la serie pero que combina perfectamente: las paradojas temporales y otros elementos más de ciencia ficción, que a partir de la segunda mitad, se convierten en una parte clave del guión y que hace que la película sea algo original, no un remedo de una serie de los sesenta.



Además de ser una buena adapción  de unos dibujos poco conocidos fuera de Estados Unidos, cuenta también con otra ventaja: unas dosis de humor muy adecuadas. Es difícil que una película combine bien los gags visuales con otros verbales o más pensados para los adultos. O bien este suele ser completamente blanco, o como en el caso de Shrek, son directamente guiños para el público más crecido. Pero en este caso, la combinación es bastante redonda: desde secuencias donde los soldados salen del caballo de Troya por donde uno sabe, hasta comentarios sobre lo incómodas que son las reuniones familiares en casa de Edipo. Hasta la inquina que le tiene Robespierre a los melones cantalupo, que no se por qué, pero me ha hecho mucha gracia. Eso sí, los juegos de palabras del Señor Peabody siguen siendo igualitos que los de la serie original, y hasta da para un par de situaciones simpáticas.




jueves, 25 de septiembre de 2014

Avatar, The Last Airbender (2010). De artes marciales y magias varias


The Last Airbender son de esos dibujos que habían quedado aparte por ser difícil seguirlos, al menos, tal y como los suelo ver en los canales de tv. Es fácil cogerle el ritmo a Hora de aventuras o Historias corrientes, por su estructura episódica. Pero cuando empiezo a ver que algo lleva un argumento continuo, o lo pillo desde el principio, o se queda por ahí. El dibujo amerimanga tampoco me convencía, aunque la serie tenía muy buenas referencias y alguno de los escenarios que había podido pillar haciendo zapping sí parecían interesantes.




Al final se me ocurrió empezar con la película de  Shyamalan donde adaptaba el grueso de la historia. Aunque esta había tenido muy malas críticas, no había visto nada de este director desde el Bosque y quería saber cómo se las arreglaba en un guión sin giros de guión reveladores. En ella se presenta un mundo formado por cuatro naciones, correspondientes al agua, aire, fuego y tierra. En cada una hay maestros que dominan estos elementos y pueden utilizarlos a modo de hechizos. Se dice que el Avatar, una encarnación que renace cada cierto tiempo, es capaz de controlar los cuatro, pero este ha desaparecido hace décadas, cuando la nación del Fuego decidió invadir al resto. Katara y Sokka, dos jóvenes de la nación del agua, encuentran a un niño que dice haberse escapado hace días del templo del Aire. Algo sorprendente, tanto como la posibilidad de  que Aang sea el Avatar perdido. Perseguidos por el ejército del fuego, los tres intentarán completar la formación de Aang en el resto de elementos y detener la guerra que arrasa las distintas naciones. 


Lo que más aleja a Airbender de películas de fantasía anteriores es su ambientación en un mundo donde todo es de influencia oriental y asiática: en las cuatro naciones aparecen representadas los monjes shaolin, las culturas inuit, china e incluso persa. Esta última es la más golosa a la hora de representar, al ofrecer la posibilidad de recrear todo tipo de escenarios imperiales, ejércitos e incluso maquinaria de guerra que resulta bastante steampunk. La trama sobre el avatar, tan relacionada con monasterios y reencarnaciones, es fácil de reconocer. E incluso las secuencias donde los personajes usan los elementos recuerda mucho a los movimientos de artes marciales. Tampoco era muy habitual del cine fantástico oriental, ni de nada que estuviera influído por este, por lo que me resultó muy llamativo y bien logrado para los poco familiarizados con él.



Aún sin conocer la serie, se notan bastantes defectos a la hora de adaptar la totalidad a un metraje más limitado: esta resulta bastante atropellada, y en demasiadas ocasiones, los personajes parecen comportarse de una forma determinada porque es lo que les toca hacer ¿Qué aparece un niño que puede ser la reencarnación de alguien? Pues hala, hay que cruzar el mundo con él sin complicarse más la vida ¿Qué tiene que entrenarse en algo? Pues hala, a buscar maestros y superar los niveles como si de un videojuego se tratara. Además, hasta algunos personajes principales parecen muy poco caracterizados. exceptuando dos que junto al protagonista son los más importantes (en este caso, Katara y Zuko, el hijo del señor del Fuego), el resto se queda a rebufo de los demás. Es bastante cantoso en el caso de Soka, quien acompaña a los protagonistas, y aún debiendo tener más presencia, se limita a ir de un lado a otro. Esto acaba afectando a parte del guión, que hace que algunos de los personajes parezcan estar ahí como Deux ex Machina para solucionar algún problema en la trama principal.



Una de las críticas más negativas que sufrió la película fue su elección del casting. Principalmente, esa nación del Fuego caracterizados como árabes, pero sobre todo, el que dos de los personajes principales sean claramente caucásicos cuando, tanto los originales como su propia tribu en la versión cinematográfica, son orientales. Una decisión bastante desafortunada que en el primer caso, se salva gracias a una caracterización de la nación y la cultura muy cuidada y coherente consigo misma. Pero que el segundo, es bastante paradógica y parece deberse únicamente a la intención de incluir caras que atraigan al público mayoritario.  


No sé cuantas diferencias habrá con el material original, o si este ha sido respetado, por lo que no puedo quejarme de si es una buena o mala adapción. Al final se la jugaron con un desenlace demasiado abierto, de esos que cuentan con tener una secuela sí o sí, y que de momento, no tiene pinta de haber sido acortado. En general, y aún con todos los fallos de ritmo y lo acelerado del guión, me pareció entretenida y bastante mejor que versiones de material foráneo como 47 Ronin. Además, si me ha animado para empezar con la serie de dibujos, tan fallida no ha resultado. 

lunes, 22 de septiembre de 2014

Z Nation o cómo dejé de preocuparme y volví a amar la serie Z


Pese a la moda de los zombies, estos no han tenido mucha suerte en televisión, quedándose con Walking Dead como mejor representación. La serie de Zombieland se quedó en un piloto el año pasado, y el nuevo estreno de Syfy ha sido todo lo que se podía esperar de una serie producida por Asylum. 


Un vejete, un señor desastrado y dos tías duras. Juraría que esto lo he visto antes...

En Z Nation, un virus capaz de resucitar a los muertos ha arrasado la nación. Pero esto fue hace unos tres años, y ahora los supervivientes se han asentado en distintas comunidades. A una de ellas llega un soldado acompañado de un tipo que asegura tener la clave para  conseguir una vacuna, con el que deben llegar hasta el centro de investigación más cercano. Poco después, el asentamiento de los protagonistas es arrasado por los zombies, y los pocos que formaban su escolta no tienen más remedio que acompañarlos siguiendo las instrucciones que reciben desde uno de los pocos centros de comunicaciones en activo. 


Un posible punto de interés de la serie consiste en saltarse los primeros pasos de la aparición de los zombies para ir directamente a un escenario postapocalíptico más establecido, que además de ser menos habitual (la mayoría de películas siempre se quedan en el primer estado), siempre es algo más divertido y da para inventar más. El siguiente, el optar por un leitmotiv para los personajes más allá de la supervivencia, siendo este un objetivo más ambicioso como el de obtener una cura. Las novedades se quedan ahí porque en realidad, después de dos episodios, hay que decir que la serie es mala con avaricia. Pero mala a nivel Sharknado. Bueno, en realidad no tanto porque esa ya era de juzgado de guardia, aunque esta ostenta en la mayoría de los casos la calidad de un telefilme. En concreto, de esos de monstruos que pone el canal Cuatro los domingos por la tarde.


Sí, un bebé zombie. Apaga y vámonos

Las interpretaciones son bastante malas: a veces los actores se quedan como pasmados, y otras veces parece que se limitan a recitar sus diálogos. Diálogos que siguen el mismo camino: en algunos casos, completamente afectados, y en otros, incluyen unos chascarrillos que no vienen a cuento. La clasificación “serie Z”, y no de zombie precisamente, es lo que acaba viniendo a la cabeza después de verlos en pantalla durante unos quince minutos. Y que se confirma en cuanto empiezan a aparecer determinadas situaciones: desde una compraventa de armas chorras en el medio de la carretera, con uno de los supervivientes explicando las ventajas de un bate con clavos, hasta los protagonistas enfrentándose a un bebé zombie. Y a un perro zombie también, como si fuera un Resident Evil. Otro tanto para los muertos vivientes que aparecen, que lo mismo van despacio, que corren como los de 28 días después, sin más lógica en lo que hacen que lo que les haga falta a los guionistas en ese momento. Y hasta la realización, con ese brillo de la imagen en gris y con unos colores muy forzados, da la impresión de que esta se haya filmado con una tablet y un móvil en un día nublado.


Al menos salen zombies, que era lo que había ido a buscar


Había leído bastantes críticas negativas como para, en principio, no perder el tiempo con ella. Pero en el fondo los zombies tiran, y lo peor es que tras el primer episodio descubrí que me parecía divertida. Hay una explicación, y es que además de la serie B, también hay un montón de películas de serie Z que me habían gustado. He visto enteras, y me he entretenido con cosas como Holocausto Zombie, Apocalipsis Caníbal, Miedo en la ciudad de los muertos vivientes y Nueva York bajo el terror de los zombies (por cierto, estas dos últimas son de Lucio Fulci y son buenísimas. En estos términos, claro). Películas muy torponas, que además de gore gratuito, contaban con interpretaciones de aquella manera, argumentos absurdos, realización pobre, y en muchos casos, una absoluta falta de sentido. Salvando las distancias, lo que me encontré con esta serie, suficiente como para que hiciera gracia y que tras el primer capítulo viniera un segundo. Y que probablemente caiga un tercero.


Definitivamente, no recomendaría la serie. Es floja, aunque quizá no más floja que otras cosas que se emiten por televisión y que funcionan. Pero para quienes hayan disfrutado de la serie B y Z, y que quieran ver algo sin tomárselo en serio, o incluso a modo de comedia involuntaria haciendo comentarios en plan Mystery Science Theatre 3000, es una opción muy divertida. Además, por lo que ví durante el capítulo de esta semana, parece que a Narnia también le ha hecho gracia. Su hermana, en cambio, parecía con ganas de largarse de encima de la tele en cualquier momento.  


jueves, 18 de septiembre de 2014

Películas que me sorprendieron. Para bien



A la hora de ir al cine, soy muy específica. Tratándose de algo que considero un entretenimiento, es difícil que elija una película que no vaya con lo que me interesa. Vamos, que lo último que iría a ver es un drama, una comedia o una comedia romántica. En el primer caso se debe a que nada de lo que suele estrenarse en salas comerciales coincide con lo que me hace reír, y en el último, se trata de un género del que trato de huir lo más lejos posible. Pero algunas veces los prejuicios se han quedado en casa, y me he encontrado con producciones que, aunque en circunstancias normales no las vería ni de broma, hacen que no me arrepienta de haberme arriesgado a salir de lo habitual. Excepto en el caso de las comedias románticas. Ese me sigue haciendo salir en estampida. 



La piel que habito (2011). Almodóvar nunca fue santo de mi devoción. Muy admirado por la crítica y  muy exportable, pero cualquier cosa que pudiera contarme no iba a interesarme. Esta vez se arriesgó adaptando la novela Mygale, de Thierry Jonquet, donde cuenta una historia muy extraña sobre un cirujano y sus intentos por desarrollar una nueva piel sintética, la mujer que utiliza como base para sus experimentos, y los acontecimientos pasados que los han llevado a vivir una relación bastante extraña. Vera vive encerrada en el sótano de la casa, y el doctor Ledgard la trata a ratos con frialdad, a ratos con familiaridad. El comienzo resulta sumamente intrigante, sirviendo para narrar la historia desde ese punto final. A ratos es una auténtica película de mad doctors, que puede recordar a Los ojos sin rostro. A veces, es un drama psicológico, y su planteamiento, en cierto modo, podría considerarse algo de ciencia ficción (o más bien, ciencia ficción de folletín).


Esta quedaba muy alejada de lo que me había imaginado, hasta el punto de quedarme enganchada en una narración muy extraña e intrigante, a la que aún así, todavía podía encontrarle algunos defectos: determinadas secuencias eran muy propias de su director, pero propias hasta el estereotipo. Y secuencias como un diálogo absurdo en una tienda de ropa, o el detonante que utiliza para hacer empezar la historia, rompen muchísimo el ritmo de lo que aparece en pantalla. A veces da la impresión de que estuviera empeñado en recordar al público que se trata de su película, y que no pueden faltar sus detalles propios. Detalles que, después de leer el libro, se hace mucho más evidente su condición de añadido. Aún así, sigue tratándose de una película muy particular, y muy recomendable, de esas en las que se trastoca por completo el desarrollo que intentaba intuir según avanzaba la historia.

La duda (2008). Tratándose de la adapción de una pieza teatral, me esperaba un drama y pocos giros. Tratándose de un drama basado en las sospechas que la directora de un colegio religioso tiene acerca de la relación entre un sacerdote y uno de los alumnos, me esperaba una hora y cuarenta de diálogos intensos. Que por motivos obvios, los hay. Pero también hay una ambientación cuidada hasta el detalle, como esa escuela católica de los años sesenta y la sombra de una II Guerra mundial todavía muy cercana, y unos personajes que hacen que la trama principal resulte mucho más ambigua y compleja. La directora, la hermana Aloysius, comienza como el prototipo de monja fanática, espartana y cerrada a cualquier elemento no católico. El padre Flynn es un tipo jovial, entrañable, y se preocupa por un chico con problemas. Pero esto evoluciona, y la primera se convierte en un personaje muy sólido, que probablemente represente todo tipo de cosas de las que el espectador está en contra, pero a la que es imposible no admirar por su determinación y firmeza. Además, se muestran los problemas que conllevan la jerarquía establecida en una organización católica, donde curas y monjas parecen ser dos clases sociales completamente distintas y una más favorecida que la otra. 



La ambigüedad se sigue manteniendo incluso en la resolución, donde las dudas quedan en el aire: tanto las de la trama principal, como las de la protagonista sobre lo correcto en su forma de actuar. El carácter de drama psicológico de la obra es bastante evidente, pero a la vez, hace un retrato muy efectivo de una parte de la religión católica, de un escenario muy determinado, y sobre todo, de unos personajes a los que en otras circunstancias, me habría resultado imposible admirar por su actitud. 

lunes, 15 de septiembre de 2014

Lecturas de la semana. Homenajes y pastiches


Muchos personajes superan a sus autores para convertirse en algo donde todos acaban aportando su grano de arena. H. P. Lovecraft dio lugar a todo tipo de relatos donde se reutilizaban sus Mitos de Cthulhu. Sherlock Holmes continuó resolviendo todo tipo de casos (y en más de una ocasión, enfrentándose a los Primigenios de Lovecraft). Otros, como Conan, se convirtieron en una licencia exclusiva, donde los autores correspondientes publicaban sus novelas como si de una franquicia se tratara. Y hay casos todavía más raros, donde lo que se homenajea directamente es a la forma de escribir de un autor que, sin haber creado ningún personaje o mundo en concreto, sí goza de la suficiente admiración como para que se escriba algo a su manera. 



Robert. E. Howard. Conan el vagabundo . Lo de incluir a Howard como autor exclusivo en este tomo de aventuras del bárbaro es muy relativo, porque tecnicamente solo se encargó de dos relatos. Los otros dos son respectivamente, uno escrito por Lin Carter y Sprague de Camp, y una novela corta, que sin tener nada que ver con Conan, fue reescriba por este último para seguir teniendo material sobre el cimmerio más famoso.
En este caso, continúa la saga del protagonista a partir de varios relatos independientes los unos de otros, donde es abandonado por su banda de mercenarios, se encuentra a su suerte en una ciudad perdida, y se encuentra con alguna criatura prehumana a la que suele finiquitar a base de espadazos.

En general son bastante entretenidos, sobre todo si se lee uno de sus libros de cuando en cuando, pero se nota muchísimo la diferencia entre los primeros pastiches y los relatos originales de Howard. Este no era un gran escritor, y lo limitado de sus recursos y descripciones lo demuestran. Pero su forma de escribir era mucho más fresca y libre de prejuicios que las novelas posteriores. Una de las principales ventajas de su protagonista, era su picaresca, su mala baba, y especialmente, lo políticamente incorrecto que resultaban muchas de sus acciones. Este quedaba muy lejos del otros héroes moralmente intachables, cosa que sus editores con el tiempo fueron encargándose de limar algunos de sus aspectos más escabrosos para convertirlo en un protagonista más al uso y adecuado a los tiempos. 


Tal vez en el futuro, o en un universo paralelo, harán una antología homenaje sobre Renaissance. Y meterán fotos de gaticos antes de cada texto


Joseph S. Pulver (editor). Grimscribe´s Puppets. Lo último que me hubiera imaginado era que a nadie se le ocurriera hacer una antología homenajeando a Thomas Ligotti, un escritor muy poco conocido y que se da muy poco al tema del fandom. Además, exceptuando elementos que son muy comunes a sus relatos, estos no tienen ningún nexo de unión como para que alguien quiera escribir algo tomando como referencia sus recursos y estilística. Pero lo cierto es que Ligotti mantiene cierto estatus de autor de culto y se le considera uno de los mejores escritores de terror del siglo. Además, determinadas situaciones si son claramente reconocibles y utilizables a modo de homenaje o referencia: su obsesión con la soledad, el sinsentido, las marionetas y las ciudades en decadencia aparecen, como elemento principal o a modo de guiño, en muchos de los relatos de la antología.

La calidad de estos es variable: los hay que utilizan algunos de estos recursos para escribir un texto “a la manera de”, y otros que optan por utilizar algún personaje que apareció en un relato de Ligotti para escribir una especie de continuación o spin off. Otros, se van a detalles muy puntuales, como la forma en que fueron escritos un par de cuentos que aparecieron en las primeras antologías del autor. Y alguno, por suerte solo uno o dos, poco tiene que ver con lo que pretendían en Grimscribe´s Puppets y se queda en una recopilación de situaciones sin mucho sentido. No es que este autor sea famoso por la coherencia de sus relatos, pero para poder escribir algo de este estilo, también hay que ser muy hábil. Y en general, este libro se queda en eso, un homenaje que se acaba leyendo por sonar un nombre tan poco conocido como Thomas Ligotti, pero del que solo me quedaría con algo más de la mitad de relatos. 

jueves, 11 de septiembre de 2014

Guardianes de la noche y Guardianes del día (2004-2006). Fantasía urbana en las calles de Moscú


Hay películas con las que parece no haber medias tintas. O se aman con locura, o se odian y no se les encuentra ningún sentido. Algo así pasó con las dos partes de Guardianes de la noche, de quien conozco  a nadie que le pareciera entretenida sin más complicaciones y no se cortan en quejarse del sinsentido que les pareció. Yo, en cambio, soy de las que les gustó esa combinación de fantasía urbana y terror tan particular que  Timur Bekmambetov dirigió antes de volver a desconcertar al público con Abraham Lincoln, cazadorde vampiros. 


Aunque dividida en dos películas, Guardianes de la noche y Guardianes del día cuenta una sola historia: el mundo, el que ignoran los humanos corrientes, está dividido en dos bandos: la luz y la oscuridad, bien y mal…vamos, en principio lo de siempre. Pero hace siglos, para evitar males mayores, estos pactaron una tregua donde se acordó que ninguno de sus miembros cometería actos que alteraran ese precario equilibrio. Así, nacen las dos Guardias: la nocturna, formada por la Luz, se encarga de vigilar a los licántropos, vampiros y criaturas que puedan hacer el mal. La diurna, en cambio, vigila que nadie haga buenas obras en exceso..y aquí es cuando todo se vuelve más complicado. Antón Gorodetski es un miembro de la guardia nocturna, y ni siquiera de los más brillantes. Su trabajo se limita a patrullar junto a sus compañeros y realizar detenciones, como cualquier funcionario del orden más. Hasta que una noche empieza a complicarse demasiado: una chica normal y corriente es víctima de una maldición que podría destruir toda la ciudad de Moscú. Un niño es perseguido por una vampira sin licencia para alimentarse. Y Zavulon, el jefe de la Guardia del día, ha empezado a verse demasiado cerca de estos lugares, por lo que tal vez esa noche no se trate de un turno cualquiera.




Ambas películas adaptan de una forma muy libre los dos primeros libros de una saga escrita por  Sergéi Lukiánenko. Y por cierto, que hoy sin google, no sería capaz de escribir correctamente la mitad de las palabras.  Cuando digo libre, me refiero a que esta llega a cambiar completamente el final y muchas de las tramas que adapta. La primera parte es la más fiel, relativamente, donde se conservan elementos claves como la maldición y la aparición de Yegor, el niño víctima de una vampiro. Pero estas, que parecían quedar cerradas, continúan desarrollándose en la segunda parte entrelazándose con otras que en el material original, eran capítulos nuevos del siguiente libro. Así, la Tiza del Destino que aparece como una historia casi independiente, se convierte en un elemento clave para las líneas argumentales que empezaron en la primera entrega, y la ruptura de la Tregua entre ambos bandos se convierte en algo muy relacionado con la vida de los protagonistas y algunos secundarios.



 Otro de los elementos más curiosos es la forma de tratar los efectos especiales y todo aquello que implique magia y elementos sobrenaturales. Y es que la película tuvo que destinar la mayoría del presupuesto para efectos especiales, y aún así, se quedaba escasa para los estándares occidentales. La solución empleada fue muy hábil: algunas secuencias, como todas las correspondientes a explosiones o la aparición de la Penumbra (un limbo por donde pueden moverse los personajes) fueron creadas con los cánones del cine habitual, y añado como inciso que en este último, los gatos pueden moverse con libertad debido a su naturaleza..Puntazo a favor. Pero la mayor parte de escenas correspondientes a situaciones fantásticas se rodaron estableciendo una serie de referencias. En ellas, las acciones de determinados personajes servían para saber que estaban llevando a cabo un hechizo o cualquier otra cosa, que en muchos casos, se superponía a secuencias más breves donde podía verse lo que en realidad pasaría. El ejemplo más claro sería el de una de las batallas, donde las escenas de una fiesta cualquiera se mezclan con fotogramas de un ejército luchando. La idea puede parecer un tanto extraña, pero se adapta muy bien al tipo de historia que en todo momento quiere contarse: lejos de los excesos que podrían tener lugar en un argumento fantástico, el mundo creado por guardianes de la noche es bastante común, ordinario casi. Y en un mundo de fantasía urbana donde los magos tienen pinta de funcionario o de mafioso, donde los vampiros trabajan o van a clase, y donde las Guardias que vigilan una tregua milenaria parecen oficinistas, las secuencias más sutiles donde prime la imaginación y la intuición del espectador a la hora de ofrecer situaciones fantásticas son mucho más efectivas. En principio puede sonar difícil, pero su director tuvo mucha maña a la hora de presentar los escenarios que él quiso sin explayarse con los efectos especiales. Más tarde, y con más presupuesto,  hizo lo mismo con la de Abraham Lincoln y también me gustó el resultado, lo que dice bastante de su buen hacer.



En los casos más recientes, y sobre todo en el cine de entretenimiento, una adapción tan libre haría temblar a cualquiera: solo puede significar que han pasado amplicamente del material original y que lo han comprado por cuestión de licencias. Pero este caso es una de esas situaciones que no se veía desde hacía mucho tiempo. El guionista trabaja con una historia determinada, que hace suya y adapta a lo que él le gusta y lo que quiere contar. Naturalmente, esto hace que, menos los personajes, los Guardianes de la noche cinematográficos poco tengan que ver con los del papel impreso. Pero también implica que hay dos obras con resultados distintas, unidas por un orígen común, y que el material filmado es tan respetable como el impreso…lo cierto es que a mí me gustaron ambas. Aunque debo reconocer que quizá un poco más, la versión en cine. Por un lado, hay dos o tres libros de fantasía urbana que no tiene nada que ver con lo que había leído hasta entonces, pero que en cierto modo, se mantenía dentro de las normas a la hora de establecer personajes negativos y sus acciones. En cambio, Guardianes de la noche y Guardianes del día es una película de fantasía urbana donde la trama principal, lejos de las criaturas sobrenaturales y los magos, es una curiosa reflexión sobre el poder de las decisiones, lo aleatorio del destino, y donde los personajes centrales, o más bien, los jefes de ambos bandos, son tratados con mayor ambigüedad, pero también con muchísima más simpatía que en el original.   

lunes, 8 de septiembre de 2014

Mis tebeos favoritos (hace años)


Había escrito alguna vez que en un principio, no teníamadera de lectora. Pero que cualquier cosa que tuviera dibujos me motivaba muchísimo más que la letra impresa. Y los tebeos cumplían a la perfección. Podía mirar los monigotes todo lo que quisiera, enterarme a medias de lo que pasaba, y más adelante, leerme los rótulos y tener una visión general del conjunto. También tenían un precio asequible, y el comprarme “un cuento” era algo que solía pedir como consecuencia de un viaje largo (algunas veces incluían la contestación “parece que te hizo la boca un fraile” para explicar que pedía muchas cosas. Pero caía alguno de todas formas).

Si tuviera que mencionar uno como mi favorito entonces, serían Zipi y Zape, aunque también es cierto que muy pronto fueron desplazados por los personajes de Ibáñez…y a día de hoy, no sé cómo andan de popularidad. Pero hay algunos más que también ayudaron a que le perdiera el miedo a los textos largos, y que por lo desgastados que se encuentran a día de hoy, también se ganaron a pulso el haber sido mis preferidos.



Mortadelo y Filemón. Los invasores. A los agentes de la TIA todavía tardaría unos años en pillarles el humor, pero este tenía muchos puntos para que me quedara mirando las viñetas: entre otros, unos monstruos muy nightmare fuel (aunque entonces eso no existía y solo me parecía que daban grima) y situaciones tan absurdas como una base secreta camuflada como bar de carajillos por cuestiones de presupuesto. La historia tiene la misma estructura que muchas otras: en la TIA descubren que los alienígenas  planean invadir la tierra, enviando sucesivamente a distintos invasores, a los que Mortadela y Filemón dan caza con más pena que gloria.

Hoy sigue pareciéndome uno de los más redondos de todas sus aventuras, sobre todo si te gusta un poco la ciencia ficción. Tiene momentos verdaderamente absurdos como un alienígena aplastado por una vaca, o que consigan engañar a uno con una pera gigante…por tener pinta de gusano. Todavía lo conservo, y a juzgar por esa portada llena de dobleces que todavía aguanta, y que no se haya despegado del lomo, sospecho que los de Bruguera debían editar sus tebeos como mínimo en acero hyrkanio.



Disney Especial. Los fantasmas. Un tiempo después de la colección Don Miki (sí, esa que ahora andan anunciando..y sí, lo reconozco tota la fasciculada me dio la idea de la entrada), la editorial publicaba una serie de tomos más gordos con historietas unidas por el tema de cada ejemplar: estudiantes, periodistas, aventureros, policias…y un especial sobre fantasmas. Comics protagonizados por Mickey o Donald, por mucho fantasma que pueda haber por medio, no iban a ser precisamente Edward Gorey, si no una aproximación mucho más amable: o bien algún fantasmilla simpático, o principalmente, la típica situación en la que el presunto espectro no es más que un equivoco y hay una explicación detrás. Esto no es que me hiciera mucha gracia, pero entonces los personajes clásicos de la Disney me gustaban un montón, y para que negarlo, el material entonces era bastante bueno.


Además, estos tomos incluían una sección escrita con pequeñas menciones a películas del mismo tema o personajes históricos relacionados. En el caso de este especial fantasmas, era bastante desconcertante, porque junto a un artículo sobre Vlad el Empalador, incluían un reportaje sobre películas de terror cómico, esas que se llevaron tanto en los ochenta. Donde mencionaban producciones para todos los públicos como Cazafantasmas II, Los fantasmas atacan al jefe o La divertida noche de los zombies. Sí, la secuela de El regreso de los muertos vivientes. Y una publicación infantil que entonces recomendaba sin prejuicios una película de zombies tiene todo mi respeto y admiración. Y un poco de desconcierto, también.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Los mercenarios 3. La nueva generación…o algo parecido


Aún sin gustarme las películas de acción, Los mercenarios de Stallone me divirtió mucho. Era una vuelta sin complejos al cine de tiros y explosiones de los ochenta, de esos donde se ahorraban un montón en guionistas…y ese punto que mantenía entre las explosiones y la parodia funcionaba muy bien. Tan bien que contó con secuela donde se apuntaban unos cuantos actores del ramo más, hasta Chuck Norris con Norris Facts incluídos. Y al igual que podía pasar en la época con Rambo, la franquicia continúa en otra entrega donde una de las gracias principales parece ser el incluír a más gente. Aunque estos no estén especialmente ligados a ese cine de acción tan específico, como Harrison Ford o Antonio Banderas.



Esta vez, Barney y su grupo de mercenarios, tras rescatar a un antiguo compañero de una prisión (haciéndola explotar de paso), descubren que el traficante de armas que deben eliminar como nuevo objetivo no es otro que un antiguo aliado, que además de ser Mel Gibson, habían dado por muerto. La misión es un fracaso, y el personaje interpretado por Stallone se plantea si no será la hora de retirarse. Pero esta misión se ha convertido en algo personal, y a pesar de las quejas de sus compañeros, prescinde de ellos para formar un nuevo grupo formado por agentes, más jóvenes, con nuevos talentos, y también con la falta de experiencia que los llevará a fracasar. Y si quiere salvarlos, deberá contar de nuevo con sus anteriores aliados. Y con un nuevo miembro, muy entusiasta por encontrar trabajo en su banda.






Si la primera película era un homenaje al cine en el que se habían curtido sus actores, y la segunda rizaba un poco el rizo sacando al resto de caras conocidas, esta nueva entrega parece querer tener una trama distinta: la del relevo generacional, y especialmente, las crisis de madurez. Estas, vistas entre explosiones por tíos muy machotes, que no lloran, no se conflictúan ni se compran un coche nuevo. Vamos, que en realidad se plantea desde el punto de vista de que si los personajes se ven demasiado viejos para irse infiltrando por ahí en países en conflicto y haciendo acrobacias. Pero como era de esperar, la respuesta es no: crisis generacional la justita, y a los diez minutos de película, se sabe que ese nuevo grupo de mercenarios con tantas habilidades informáticas no les va a durar hasta el entreacto. En realidad son una excusa para dar un giro al guión y ofrecer un conflicto distinto a los personajes, además de un nuevo motivo por el que permanecer más tiempo en activo. Y probablemente, sacando más entregas.




Se nota demasiado que esta parte estaba pensada unicamente por el motivo de consolidar al reparto original, porque es sin duda la más aburrida (imperdonable en una película donde nada debe ser aburrido), y sus secuencias de infiltración en edificios de alta seguridad y de hackeo informático recuerdan demasiado al cine de acción hecho a partir del 2000, que directamente no me gustaba. Aunque si en realidad la idea era hacer un guiño a la diferencia de estereotipos entre una y otra generación, lo han clavado..Además, también se agradecen mucho algunos guiños en relación con el personaje femenino: durante parte de la película se menciona que algún protagonista tiene una hija de su edad, o que se haga referencia en más de una ocasión a los treinta años de diferencia entre un grupo de mercenarios y otros. Lo que resulta una forma bastante hábil de indicar que el guión tiene muy en cuenta la edad de sus protagonistas y que ahí solo han ido para eliminar terroristas.

En un principio parecía que la cantidad de caras conocidas del reparto eran demasiadas, aunque en realidad muchas de ellas tienen papeles muy breves y sus apariciones están justificadas, o bien dosificadas. Pero quizá el personaje nuevo es el que sale más perjudicado. Porque el papel de Antonio Banderas es sin duda, el peor de todos. Concebido como el alivio cómico de la película, parece un cruce raro entre las locuras de Murdock del Equipo A y el estereotipo de latino gracioso y seductor. Aunque por desgracia, no le sale ni una cosa ni otra: es chillón, poco cómico, tirando a patético y a menudo rompe mucho el ritmo de las secuencias. Porque, por mucho que se pongan, este no era precisamente un guión donde los diálogos brillen por su genialidad y por la caracterización de personajes. Si repite en un posible Mercenarios 4, espero que tomen nota y sea algo menos insufrible. Y si no, que lo despidan dramáticamente en la primera explosión.


Sentido, sensibilidad y cosas que explotan

En un principio, no llegó a divertirme tanto como pudo hacerlo las dos primeras entregas. Quizá por esperar algo similar a lo enterior, y sobre todo, por la parte central, que me resultó mucho más aburrida a causa de sus nuevos personajes. Pero el desenlace supera este defecto y se dedica a ofrecer lo que el espectador quería: una traca final de las de toda la vida, donde sin saber de donde, empiezan a aparecer tanques, sicarios armados hasta los dientes, motos de cross sin venir a cuento y auténticas frases lapidarias como las que recordaba de Comando o Rambo 2. Esto viniendo de alguien que reconoce que no era aficionada a este tipo de cine (sí, en el fondo empecé Los mercenarios por nostalgia de os ochenta) dice muchísimo a su favor: son secuencias muy redondas, planteadas especialmente para que todo resulte imposible, excesivo, y muy divertido. Además de acabar con un sorprendente guiño final que en un principio no me esperaba, después me desconcertó bastante, y finalmente, me hizo muchísima gracia por todo el tono de broma que sigue manteniendo. Y es que, hasta los héroes más machotes también tienen su parte sensible. 

lunes, 1 de septiembre de 2014

Lecturas de la semana. Terminando series


¡Se acabó agosto! Y este verano, además de repasar algunos libros que recordaba (o releí) de hace muchos años, también pude terminar algunas trilogías que me habían quedado pendientes. Estas todavía son tendencia porque están en plena adapción al cine y a la televisión, pero habían ido quedando aparcadas por cualquier motivo: que me he cansado de leer dos libros del mismo tema seguidos, que me da pereza sacarlas de la biblioteca o que prefería esperar a leerlas en papel.   


Suzanne Collins. Sinsajo (Los juegos del hambre 3). Esta trilogía ha sido de lejos la que más me ha sorprendido dentro de la narrativa juvenil reciente. Aún manteniendo alguna característica propia del género, quedaba a años luz de las que más sonaban en el momento, como Crepúsculo o Cazadores de sombras. Lo cierto, es que su ambientación en una sociedad distópica y muy de ciencia ficción no tenía nada que ver con esos otros temas..Ni con otros similares que se han publicado a raíz de su éxito, tampoco.
En lugar de repetir el esquema anterior sobre competiciones mortales, avanza en la trama sobre la rebelión de los Distritos contra el Capitolio. Tema que había venido rumiándose desde un principio pero que la protagonista siempre vivió como algo muy secundario. Esto es algo que se mantiene, ya que esta debe lidiar ahora con su puesto de herramienta propagandística para una resistencia cuyos métodos se acercan peligrosamente al del poder que intentan derrocar.

Uno de los principales defectos que la serie mantuvo en los libros anteriores ahora es mucho más evidente: toda esa trama es muy débil, en comparación con la principal, y siempre se plantea como algo de lo que la protagonista no llega a enterarse muy bien. Es más, parece que cada vez que la autora no sabe que hacer con la trama, envía a Katniss inconsciente al hospital para despertarla después y hacer que se entere a grandes rasgos de lo que ha pasado. Le pasa cada vez que visita un hospital, participa una batalla…o se enfrenta al propio presidente del Capitolio, recurriendo a una resolución atropellada y muy pillada por los pelos.

En cambio, siempre quedará en la memoria el absurdo mundo y sistema de castigo de Panem, poblado de modas y modificaciones corporales imposibles, donde un juego anual a muerte es considerado un entretenimiento viable y lógico. Si en papel resultaba algo difícil de creer, Collins consigue recrear un mundo plausible, que es fácil creerse a las pocas páginas y cuyos personajes, especialmente su protagonista, resulta más complejo de lo que uno esperaría. Es también gracias a estos por lo que los Juegos del hambre se convierten en una lectura memorable: estos,  poco simpáticos, muy alejados del romanticismo propio de los adolescentes y que terminan sus días marcados emocionalmente por lo que les ha sucedido. Lo que prometía ser un happy ending al uso se convierte en una forma muy hábil de recrear un desenlace bastante oscuro. 


Guillermo del Toro y Chuck Hogan. Eterna (Trilogía de la oscuridad 3). The Strain pasó de ser una trilogía a una serie este verano, donde a ratos se pueden ver unos vampiros parecidos al conde Orlok asolando Nueva York, y a otros ratos, a Corey Stoll con peluca.

Si en los dos primeros tomos se narraba en cuestión de días la epidemia de vampiros, y los orígenes de El Maestro, el no muerto que se encontraba detrás de la plaga, Eterna continúa la historia tras un lapso de dos años: varias explosiones nucleares han provocado que la tierra se suma en una oscuridad permanente y han facilitado que el Maestro y sus vampiros se hagan con el control de esta. Lejos de exterminar a la humanidad, esta continúa su vida, excepto unos pocos mantenidos en granjas y utilizados para extracción de sangre y cría (vamos, la dieta habitual de cualquier banquero, pero menos discretos). Eph Goodweather, Nora y Vasily hacen lo que pueden como miembros de la resistencia sin la ayuda de Abraham Setrakian, ya fallecido, y con el hijo de Eph convertido en discípulo del Maestro.

De entrada, este último tomo tiene bastante interés al tirarse a la piscina y plantear la narración desde un escenario postapocalíptico, donde los autores tienen más libertad creativa. Y esta se nota, al crear una situación más propia de cualquier posguerra que una similar a Mad Max o La carretera: exceptuando los vampiros que triscan por las calles, la escasez de alimentos y la gente intentando continuar con su vida resulta algo bastante ordinario y realista.

Pero, si en los libros anteriores el mayor defecto eran las explicaciones científicas que aparecían cada dos por tres, y los personajes aparentemente molones que acababan por no hacer nada, en este caso estos han sido sustituídos por…las explosiones. Por suerte no hay mucho que exponer en plan “ciencia para todos” pero se recurre al truco de que, cada vez que los personajes se encuentran en alguna situación difícil narrativamente hablando, algo explota. Esto es algo que se mantiene hasta el último momento del libro, donde uno puede no quedarse muy contento con esto de haber leído tres tomos para que la mitad acaben con un hongo nuclear. Aún con los elementos interesantes que salían de vez en cuando, no me extraña que Del Toro no volviera a intentar hacer carrera con la letra impresa y se dedicara a los guiones. 

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