Aún sin gustarme las películas de acción, Los mercenarios de
Stallone me divirtió mucho. Era una vuelta sin complejos al cine de tiros y
explosiones de los ochenta, de esos donde se ahorraban un montón en
guionistas…y ese punto que mantenía entre las explosiones y la parodia
funcionaba muy bien. Tan bien que contó con secuela donde se apuntaban unos
cuantos actores del ramo más, hasta Chuck Norris con Norris Facts incluídos. Y
al igual que podía pasar en la época con Rambo, la franquicia continúa en otra
entrega donde una de las gracias principales parece ser el incluír a más gente.
Aunque estos no estén especialmente ligados a ese cine de acción tan
específico, como Harrison Ford o Antonio Banderas.
Esta vez, Barney y su grupo de mercenarios, tras rescatar a
un antiguo compañero de una prisión (haciéndola explotar de paso), descubren
que el traficante de armas que deben eliminar como nuevo objetivo no es otro
que un antiguo aliado, que además de ser Mel Gibson, habían dado por muerto. La
misión es un fracaso, y el personaje interpretado por Stallone se plantea si no
será la hora de retirarse. Pero esta misión se ha convertido en algo personal,
y a pesar de las quejas de sus compañeros, prescinde de ellos para formar un
nuevo grupo formado por agentes, más jóvenes, con nuevos talentos, y también
con la falta de experiencia que los llevará a fracasar. Y si quiere salvarlos,
deberá contar de nuevo con sus anteriores aliados. Y con un nuevo miembro, muy
entusiasta por encontrar trabajo en su banda.
Si la primera película era un homenaje al cine en el que se
habían curtido sus actores, y la segunda rizaba un poco el rizo sacando al
resto de caras conocidas, esta nueva entrega parece querer tener una trama
distinta: la del relevo generacional, y especialmente, las crisis de madurez.
Estas, vistas entre explosiones por tíos muy machotes, que no lloran, no se
conflictúan ni se compran un coche nuevo. Vamos, que en realidad se plantea
desde el punto de vista de que si los personajes se ven demasiado viejos para
irse infiltrando por ahí en países en conflicto y haciendo acrobacias. Pero
como era de esperar, la respuesta es no: crisis generacional la justita, y a
los diez minutos de película, se sabe que ese nuevo grupo de mercenarios con
tantas habilidades informáticas no les va a durar hasta el entreacto. En
realidad son una excusa para dar un giro al guión y ofrecer un conflicto
distinto a los personajes, además de un nuevo motivo por el que permanecer más
tiempo en activo. Y probablemente, sacando más entregas.
Se nota demasiado que esta parte estaba pensada unicamente
por el motivo de consolidar al reparto original, porque es sin duda la más
aburrida (imperdonable en una película donde nada debe ser aburrido), y sus
secuencias de infiltración en edificios de alta seguridad y de hackeo
informático recuerdan demasiado al cine de acción hecho a partir del 2000, que
directamente no me gustaba. Aunque si en realidad la idea era hacer un guiño a
la diferencia de estereotipos entre una y otra generación, lo han
clavado..Además, también se agradecen mucho algunos guiños en relación con el
personaje femenino: durante parte de la película se menciona que algún
protagonista tiene una hija de su edad, o que se haga referencia en más de una
ocasión a los treinta años de diferencia entre un grupo de mercenarios y otros.
Lo que resulta una forma bastante hábil de indicar que el guión tiene muy en
cuenta la edad de sus protagonistas y que ahí solo han ido para eliminar terroristas.
En un principio parecía que la cantidad de caras conocidas
del reparto eran demasiadas, aunque en realidad muchas de ellas tienen papeles
muy breves y sus apariciones están justificadas, o bien dosificadas. Pero quizá
el personaje nuevo es el que sale más perjudicado. Porque el papel de Antonio
Banderas es sin duda, el peor de todos. Concebido como el alivio cómico de la
película, parece un cruce raro entre las locuras de Murdock del Equipo A y el
estereotipo de latino gracioso y seductor. Aunque por desgracia, no le sale ni
una cosa ni otra: es chillón, poco cómico, tirando a patético y a menudo rompe
mucho el ritmo de las secuencias. Porque, por mucho que se pongan, este no era
precisamente un guión donde los diálogos brillen por su genialidad y por la
caracterización de personajes. Si repite en un posible Mercenarios 4, espero
que tomen nota y sea algo menos insufrible. Y si no, que lo despidan
dramáticamente en la primera explosión.
Sentido, sensibilidad y cosas que explotan
En un principio, no llegó a divertirme tanto como pudo
hacerlo las dos primeras entregas. Quizá por esperar algo similar a lo
enterior, y sobre todo, por la parte central, que me resultó mucho más aburrida
a causa de sus nuevos personajes. Pero el desenlace supera este defecto y se
dedica a ofrecer lo que el espectador quería: una traca final de las de toda la
vida, donde sin saber de donde, empiezan a aparecer tanques, sicarios armados
hasta los dientes, motos de cross sin venir a cuento y auténticas frases
lapidarias como las que recordaba de Comando o Rambo 2. Esto viniendo de
alguien que reconoce que no era aficionada a este tipo de cine (sí, en el fondo
empecé Los mercenarios por nostalgia de os ochenta) dice muchísimo a su favor:
son secuencias muy redondas, planteadas especialmente para que todo resulte
imposible, excesivo, y muy divertido. Además de acabar con un sorprendente
guiño final que en un principio no me esperaba, después me desconcertó
bastante, y finalmente, me hizo muchísima gracia por todo el tono de broma que
sigue manteniendo. Y es que, hasta los héroes más machotes también tienen su
parte sensible.
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