Tras once años de espera y varios intentos fallidos, entre ellos una película, ha llegado por fin la última temporada de Enano Rojo, en lo que seguramente sea la temporada más corta de toda la historia: nada menos que tres episodios para cerrar definitivamente la historia.
Y esta parece ser la definitiva, ya que los protagonistas, vagando todavía por un universo vacío en el que David Lister no tiene otra cosa que hacer que añorar a todos los que perdió, encuentran inesperadamente una forma de regresar a la Tierra: nada menos que un calamar con la habilidad de saltar entre dimensiones que será aprovechada por una holograma rusa para poder llevar a Lister a una dimensión habitada.
El argumento, pese a lo absurdo que pueda parecer así escrito, es bastante habitual en la estructura de la serie. En todas las temporadas ha habido más de un viaje interdimensional, ya que lo que caracteriza al universo en el que navega la nave minera Enano Rojo se trata de ser el más desafortunado de todos las realidades alternativas: está completamente vacío, exceptuando algunas formas de vida geneticamente modificadas y unos cuantos animales casi prehistóricos y con todo tipo de habilidades, desde efectuar saltos dimensionales hasta provocar alucinaciones depresivas en sus víctimas. De hecho, toda la tripulación está tan acostumbrada a la idea de universos paralelos que el hecho de saltar a otro distinto les parece lo más normal del mundo, incluso si es una propuesta realizada por una holograma con un marcado acento eslavo.
El argumento que presentan en este primer episodio es 100% Red Dwarf: criaturas absurdas, la evidente ineptitud de sus protagonistas, y una cadena de hechos que va llevando a distintos sucesos. No obstante, hay algunos cambios en los rasgos principales de los personajes: Lister, pese a su gandulería, aparece con un carácter más amargado, al que le pesa el haber perdido a sus compañeros más de una vez y el ser realmente el último humano en el universo, o al menos, en este universo. Rimmer parece un técnico mucho más capaz, al menos, hasta que se muestra su evidente cobardía e ignorancia con la que los fans de la serie lo conocimos. Kryten se comporta ya más como un humano que como un androide servicial, aunque conserva su actitud aprensiva. Y el gato..sigue tan felino como siempre. El comienzo es bastante más dramático de lo que estábamos acostumbrados (con Lister visitando una tumba en la nave), cosa que se abandona casi de golpe en cuanto empiezan los chascarrillos derivados de su encuentro con el calamar interdimensional (y con sus “testículos”, Gato dixit).
La vuelta de la serie después de tanto tiempo ha supuesto adaptarse principalmente a cambios en cuanto a realización y efectos especiales: se abandonan ya los decorados que recuerdan a plástico y gran parte de los primeros planos para evitar que estos se noten. Hay infografía por todos los lados, incluso para los mecs (los robots mecánicos de la nave), y en escasas ocasiones se recurren a los planos teatrales (dos personajes hablando delante de un decorado) habituales en la década anterior.
Por desgracia, la duración es excesivamente escasa: nada menos que unos 25 minutos para una temporada que recuerda más a una serie de acción con toques cómicos que a una sit-com situada en el espacio, y el cliffhanger con el que termina la primera parte, tampoco ayuda. Y, obviamente, con solo dos episodios restantes, no queda mucho tiempo para que mejore asombrosamente.
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