Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

jueves, 28 de julio de 2016

Dead Rising: Endgame (2016). Zombies, inyecciones y bricolaje, volumen II.


Hace más o menos un año me eché la siesta con una películade zombies, que acabó sorprendiéndome bastante. Primero, porque me pareció bastante correcta y fácil de seguir incluso para los que ni conocíamos el videojuego que adaptaba, y segundo, porque debió de funcionar lo bastante bien como para que doce meses después tuviera una secuela recién salida del horno, donde seguían la historia anterior e incluso conservaban a parte de los actores de la primera.

 


Endgame continúa dos años después de la epidemia que arrasó con una parte de la ciudad y que provocó que se implantara un nuevo sistema para tratar a los infectados del virus zombie que la provocó: un chip que libera regularmente la dosis necesaria para evitar que estos se conviertan y puedan llevar una vida normal. O tan  normal como la víctima de cualquier enfermedad altamente contagiosa. Pero Chase, el reportero que descubrió el objetivo que los militares escondían, ha descubierto una situación más peligrosa para todos ellos: todos los que saben demasiado desaparecen, se habla de nuevas cepas del virus y un plan definitivo para acabar con todos los infectados, ahora controlados mediante los chips. La única manera de salvarlos será regresar a la zona de la antigua cuarentena, ahora convertida en laboratorio, y bloquear el programa que en unas horas, eliminará a todos aquellos que dependen de una medicación para no convertirse en zombies.

 



El guión recurre directamente al desenlace de la anterior entrega. Del que ponen al día al público con algunas secuencias de esta, unas voces en off, y lo justo para que cualquiera que no la haya visto pueda enterarse de lo que pasa. Que, al tratarse de una historia muy sencilla y que  después procura plantear otras tramas, no presenta problemas. También parece algo más alejada de los guiños al videojuego que pudieron verse antes: los vestuarios parecen menos reconocibles, no sacados de ninguna imagen promocional o intro de un juego, y en general mantiene un aspecto más de película de acción en lugar de querer recordar al material original. Salvo por el guiño de las armas fabricadas, que aquí se mantiene, pero más como una anécdota e incluso menos machacona de lo que pudo verse antes.

 


La realización sigue siendo muy correcta, no tiene el presupuesto de un estreno de cine, pero sí el suficiente como para no parecer un telefilme. Aunque el montaje parece un poco desganado, como si se hubieran limitado a preparar una cinta genérica sin complicarse mucho. Entre escena y escena de acción, diálogo y secuencia de movimiento, se marcan unos fundidos en negro tan largos que hasta resultan un tanto bruscos..y que en más de una ocasión me pregunté si se habría estropeado la cinta o la tele. Y quizá han corrido demasiado a la hora de sacar la segunda parte, porque las caracterizaciones de los zombies son bastante más pobres. Si en la primera había un trabajo de maquillaje más o menos bueno, aquí se han limitado en muchos casos a ponerles a todos los figurantes un traje gris, una máscara completa, y a correr. Y lo de correr, literalmente, porque en este caso, también aparecen zombies velocistas. No sé si por aquello de meter variedad en los bichos, o intentando que no se note demasiado el trabajo un poco chapucero. Creo que desde Z Nation y las de Lucio Fulci no veía tanto calvo por metro cuadrado.

 


La primera mitad en general, es igual de entretenida que su predecesora: en este caso, usan un recurso tan sencillo como el de meter a los personajes en un sitio con obstáculos varios, del que tienen que salir en un tiempo limitado. Suficiente como para pasar el rato. En cambio, el desenlace acaba perdiéndose entre tópicos del género y situaciones sin mucho sentido, como el hacer aparecer a un científico al que parece darle bastante igual que se hayan colado unos saboteadores en un complejo de alta seguridad. Billy Zane (el actor más reconocible en este caso. Y también bastante más calvo y relleno desde su último papel protagonista) sigue a lo suyo, que es poner inyecciones y dar el discurso estándar de los científicos poco éticos. Tanta parsimonia después de haber visto una carrera contrarreloj y a los protagonistas superando obstáculos resulta bastante chocante.

De Endgame, a grandes rasgos, no se pueden decir muchas cosas malas. Es una película con todo lo necesario para pasar una tarde: personajes con rasgos reconocibles pero no memorables, un poco de acción, algo de tópico, y mucho entretenimiento. Es probable que en unos días me olvide de lo que contaba, pero durante esos noventa minutos no faltaron zombies ni armas caseras, que era lo que ofrecía desde un principio.

 

martes, 26 de julio de 2016

Lecturas (playeras) de la semana.



En realidad lo de playa no es porque los libros salgan muchas toallas, chancletas y arenas por todas partes, sino por estar, literalmente, en la playa. No suelo ir mucho por un sitio que me hace recordar enseguida todos los adjetivos que H. P. Lovecraft le dedicaba al mar, ninguno bueno en su mayoría. Pero después de ver como el termómetro del centro (toda una celebridad local capaz de marcar 48º en los peores días de verano) subía peligrosamente, decidí plantarme en la costa. No sin antes pasarme por una librería de saldo y llevarme lo primero que me llamara la atención y que fuera lo bastante breve como para terminar en unos días. Entre la variedad que había, y que contaba con poco tiempo, acabé yendo un poco a ciegas, lo que también fue bastante curioso. Primero, porque a la hora de comprar libros suelo ser más meticulosa que cuando los saco de la biblioteca, y tardo mucho más en escoger alguno. Y después, porque acabé saliendo con dos novelas protagonizadas por detectives. No me había planteado lo socorridos que estaban estos estereotipos en la literatura de entretenimiento.

 


P. N. Elrod. La lista sangrienta. La historia de cómo Jack Fleming, un reportero asesinado por la mafia, se convierte en vampiro, y como se sirve de su nueva condición para descubrir a sus asesinos, sirve para comenzar una serie policíaca, con algo sobrenatural, que duraría casi veinte años. Pese a contar con un vampiro con todas las de la ley como protagonista, al que no le faltan ninguna de las característica clásicas (como dormir en su tierra natal, no reflejarse o convertirse en niebla), tiene mucho más peso el realismo y la trama detectivesca que el fantástico. Quizá por ser el primer tomo, la condición de vampiro del protagonista se plantea como algo muy aislado, moviéndose este en un mundo más propio de las historias clásicas de gangsters y detectives que de uno donde las criaturas fantásticas sean algo habitual. Algo que la autora maneja bastante bien, y la parte donde este se adapta a su nueva condición es casi la más interesante, también en parte por encontrarse con un vampiro muy clásico y muy deudor del cine y la cultura popular, sin aportar innovaciones.

En cambio, el conjunto resulta bastante flojo: salvo por la curiosidad inicial y la facilidad de lectura que da el estilo en primera persona, todo es muy mecánico. Si la condición de vampiro del personaje principal viene dada por haber conocido a uno, este nunca parece demasiado sorprendido por esa circunstancia. Y en realidad, esto se queda un poco en un añadido para darle un poco de atracción a una trama detectivesca que podría haber funcionado perfectamente sin el elemento fantástico: esta no es nada del otro jueves, y en algunos momentos, resulta un tanto peregrina al pasar de  una historia muy pillada por los pelos sobre un timo ocultista, a una con mafiosos, listas de personas chantajeadas y mujeres fatales en apuros, que no pueden faltar. Como si quisiera recorrer los macguffins y lugares más conocidos del policiaco a modo de carta de presentación de la saga y los personajes, pero que en realidad se queda en algo que parece muy visto, aunque al menos, se lee rápido y entretiene mientras dura.

 


Simon R. Green. Nocturnia. Este es otro escritor que tuvo una carrera muy amplia en los noventa dentro del fantástico: la saga Deathstalker o las aventuras de Hawk y Fisher, son títulos que pudieron leerse en España y muchos nos quedamos con la copla, aún sin haber abierto ninguno, gracias a las portadas llamativas de Timun Más. Bueno, y que esta editorial estaba presente en la sección de fantasía y terror de toda librería.

Nocturnia es el primer tomo de una serie orientada a la fantasía urbana, donde no falta un lugar oculto entre las calles de Londres donde practicamente todo es posible, y ninguna de estas cosas, buena. En él conviven personas y objetos de distintas épocas, pero también todo tipo de seres sobrenaturales. Todos deben cumplir las normas establecidas por Las Autoridades, quienes aparentemente regulan la vida en Nocturnia sin que poco más se sepa de ellas. John Taylor es una de esas personas que han nacido allí, y como muchos de ellas, tiene un don: encontrar todo aquello perdido. Y aunque hace años que ha abandonado la ciudad, ganándose la vida como detective en Londres, no tiene más remedio que regresar cuando una clienta le encarga encontrar a su hija desaparecida.

De nuevo, al tratarse de una novela que comienza una saga, la trama principal es un poco una excusa para conocer al protagonista y sobre todo, el mundo en el que se desarrolla: gran parte de los capítulos se dedican a explicar los lugares característicos y otros que probablemente aparezcan en entregas posteriores, así como la historia del protagonista, dotándolo de un trasfondo que servirá para mantenerlo ligado a ese escenario en sus siguientes aventuras. En el primer caso, resulta bastante natural, al recurrir a un personaje ajeno a ese mundo al que se le debe explicar lo que sucede ahí y sus normas. En el segundo, queda bastante forzado, al incidir todo el rato en lo sarcástico y cerrado que es el protagonista...cuando al final acaba contándole su biografía a su cliente en muy pocas páginas.

Objetivamente, no podría considerarla una gran novela: solo pretende entretener y ofrecer al lector el mayor número de cosas fantásticas por página. El estilo, además, es muy pobre, limitándose a emplear giros como “no quieras saber esto si quieres seguir durmiendo por las noches”, “es mejor no saberlo” o “no te lo preguntes” para recordar lo siniestra y malrollera que es la ciudad en cuestión, hasta el punto que a veces parece una caricatura. Pero al menos, como diversión, funciona, y muy bien: el mundo que ha inventado es tan acelerado y tan loco que me ha divertido mucho. no se trata de fantasía urbana de la buena sino una donde va a pasar de todo, y donde tampoco faltan guiños al multiverso de Moorcock, a quien no se corta de homenajear incluyendo una mención a Jerry Cornelius y  todo tipo de secundarios y figurantes estrafalarios a los que siempre le dedica un poco de tiempo para mencionarlos.

miércoles, 20 de julio de 2016

Un cuento oscuro de Naomi Novik. En lo profundo del bosque



Si hay un escaparate en el que siempre me acabo parando es en el de cualquier librería. Que, al igual que en otras tiendas, cambia mucho según la estación: a lo largo del año las lecturas obligatorias que se exponían en octubre le fueron haciendo sitio a los libros sobre nutrición, a los de colorear, manualidades, y con la llegada del verano, la narrativa, especialmente la más voluminosa, vuelve a asomar el lomo. Entre novelas históricas y policiaco escandinavo, que sigue aguantando mucho el tipo, había un libro en el que me fijé algo más. Lo primero que me hizo pararme a echarle un vistazo fue el título: Un cuento oscuro, de Naomi Novik.  Resultaba un poco extraño, genérico y hasta prometedor. Lo segundo, en la portada, que quedaba bastante lejos de las ilustraciones de fantasía típicas. Lo tercero fueron las recomendaciones que aparecían en la solapa: que a Cassandra Clare un libro le guste mucho, no me dice gran cosa, pero si Patrick Rothfuss lo recomienda, es otro cantar…¡o no! Aún me acuerdo cuando muchas novelas de terror realmente malas venían con las opiniones de Stephen King diciendo que aquello revolucionaba el género.

 


El caso es que entre esto, y el argumento, acabé cayendo. Porque este, pese a que el título original no tenía nada que ver (Uprooted significaría arrancado de raíz, o “desarraigado”), la historia sí que tenía bastante de cuento tradicional: una pequeña aldea rodeada por un bosque poblado por monstruos, y un mago que vive en una torre, quien los protege de las criaturas que lo habitan, y que cada diez años, elije a una joven que debe acompañarlo a vivir en su fortaleza durante una década. Salvo el resultar una costumbre bastante parecida a la de los dragones que se dedican a exigir jovencitas como aperitivo (de hecho el apodo del mago es Dragón), ninguna de las chicas parece sufrir daños durante su encierro, aunque todas ellas optan por mantenerse muy lejos de su aldea natal y de un bosque bastante peligroso. Pero cuando Agnieszka es elegida, supondrá un cambio en esta tradición: su carácter patoso y un poco salvaje esconde una gran habilidad para la magia, por lo que deberá empezar su aprendizaje junto a el Dragón, para desgracia de ambos. Este cambio en una tradición que había durado años puede significar el principio del fin de otras: de una guerra entre dos reinos que ha durado más de dos décadas, e incluso del secreto que se oculta en el bosque.

 

El tratarse de una obra independiente es solo una de las ventajas del libro. Que, de entrada, hoy es una rareza entre historias que acaban convertidas en sagas: en un solo tomo, y no demasiado extenso, es capaz de contar una historia autoconclusiva e incluso de crear un universo propio sin tener que explayarse. Con algo tan sencillo como recurrir a una mitología asociada a una época reconocible (en este caso, la centroeuropea), donde al lector le es muy fácil hacerse una idea de ese mundo sin tener que dedicarle demasiado tiempo: los nombres de los dos países, Rosya y Polnya, proporcionan esa idea, del mismo modo que el aceptar con toda sencillez la coexistencia de la magia con una religión organizada...en la que al mencionar santos, reliquias y sacerdotes, es fácil hacerse una idea de a qué puede parecerse la sociedad de los personajes.

 


Estos también son una parte importante, y muy positiva, de la historia: la protagonista, con todos sus defectos y su carácter, queda muy lejos de las heroínas con falsos defectos que abundan en muchos libros: Agnieszka es un desastre, ni siquiera es guapa según los cánones típicos, pero es también tozuda, valiente y más astuta que muchos otros personajes mayores. El Dragón es un protagonista muy difícil, cuesta encontrarle simpatía porque realmente, no la tiene, siendo el sarcasmo y una actitud muy sobrada una parte natural de su carácter. En realidad todos, salvo los más cercanos a la protagonista, parecen muy distantes e incluso desagradables, siendo una forma de representar la desorientación de esta frente a un entorno que no conoce y cuya apreciación va cambiando. De hecho, ninguno de ellos llega a ser enteramente bueno o malo, incluso el que tenía más papeletas para ser un antagonista, el príncipe Marek, acaba resultando bastante más complicado: detrás de su apariencia vanidosa y cobarde se esconde alguien muy distinto, y también muy perdido. Algo que también puede aplicarse al propio bosque, que según avanza la trama, pasa de ser un enemigo abstracto a algo donde la mejor forma de enfrentarse a él no es una guerra abierta, sino el conocimiento.

 


En conjunto la historia resulta muy fluida, muy rápida y muy deudora de la estructura de cuento que menciona el título. Pero en algunos momentos hay situaciones bastante forzadas o que no terminan de funcionar. La trama sobre la guerra entre los dos reinos se queda en algo secundario, para poder potenciar más el dramatismo de los capítulos de lucha aportando más soldados y más fanfarria. Algunos personajes aceptan una situación dada por la trama de una forma demasiado simple, como si se limitaran a seguir el guión de la historia, y por desgracia, la historia entre los personajes principales, Agnieszka y el Dragón, acaba volviéndose muy forzada: el conflicto queda muy patente desde el primer capítulo, pero la autora está empeñada en meter una trama romántica entre ambos que, dado el carácter y profundidad que les ha dado, nunca queda creíble. Más de una vez, parece que sus personajes se rebelan contra lo que ella intenta escribir.

Un cuento oscuro ha sido el primer libro de Naomi Novik que he leído. No es raro porque es un género que, o bien me quedo en lo más clásico, o no paso de autores que puedan estar sacando series conocidas, como Martin o el propio Rothfuss. También es poco probable que me anime a empezar alguna de las que esta autora pueda haber escrito, precisamente por el exceso de serialización que le encuentro al género últimamente. Pero espero que se anime a escribir otra novela independiente porque no me la perderé.

jueves, 14 de julio de 2016

El regreso de la momia (2001). Aventuras para toda la familia. Pero para una muy ñoña




Aunque la tele se haya quedado como ese aparato enchufado al dvd, y como mucho, en la encargada de hacer ruido  de fondo mientras hago otras cosas, el verano juega a su favor: terminada la programación regular, la emisión de cine es una alternativa bastante útil. Y el que emiten no son estrenos ni mucho menos, pero lo fueron por estas fechas. Producciones que hace 10, o incluso 15 años, movieron al público a las salas, o que lo intentaron. Que en su mayoría también ví durante esos años, me entretuvieron, o me decepcionaron, y de las que no me volví a acordar hasta que me encontré con los créditos de entrada durante el prime time de cualquier semana de julio.

 


La Momia fue uno de esos casos: la película de Stephen Sommers era una cinta de corte fantástico y aventuras, donde se aprovechaban al máximo unos efectos digitales que se convertirían en norma años después. Una mezcla de escenarios pulp, humor muy blanco, acción y despliegue de medios que fue un éxito, quizá por la novedad de estos últimos, y que dio lugar bastante rápido, a una secuela: dos años más tarde, El regreso de la momia continuaba con las aventuras del aventurero Rick y la bibliotecaria Evelyn, para los que haberse enfrentado a la maldición que pesaba sobre una momia egipcia ha supuesto un cambio en sus vidas: no solo se han casado y formado una familia, sino que se han convertido en una pareja de arqueólogos muy similares a Indiana Jones. En sus expediciones no faltan saqueadores de tumbas, cultos egipcios e incluso el propio sacerdote Im Ho Tep, su antiguo enemigo. Que como buena momia, no se está quieta en el sarcófago, sigue buscando a la reencarnación de la mujer que ama, y de paso, un ejército perdido en el desierto egipcio que le servirá para dominar el mundo.

 



La primera parte, aunque muy simple, funcionaba por la falta de pretensiones: era una historieta de aventuras, con unos personajes tan sencillos que recordaban a las aventuras de siempre, y donde se mantenía el equilibrio entre la acción y la narración. La secuela, en cambio, lo pierde para caerse del lado de la acción sin motivo: el ritmo es muy trepidante, y no van a faltar las persecuciones por tierra, mar y aire, las peleas a puñetazos, los duelos a sable, ni las secuencias donde muestran todo lo que puede hacer un ordenador. Pero se olvidaron del guión, que se limita a ser un poco una excusa para repetir el viaje de la anterior entrega: se busca, además de la momia, un objetivo nuevo al que los héroes y los villanos deben llegar a contrarreloj, una trama que resulta demasiado parecida a la original, visitando lugares muy parecidos, giros que se han visto antes, y situaciones que inevitablemente recuerdan a lo que había funcionado en la anterior. No hay una historia nueva, ni una evolución, solo se limitan a transitar por un camino que conocían y que les va a llevar a blockbuster de éxito que pretendían.

 


 
En realidad, esa sensación de contar algo muy parecido no es el mayor problema del guión, sino la falta de coherencia respecto de su predecesora: su trama giraba en torno a la protagonista, quien resultaba ser la reencarnación de la amante de un sacerdote egipcio. Algo bastante importante que contradicen al sacarse de la manga una nueva villana que acompaña a la Momia, que, salvo su papel como reencarnación, se desaprovecha mucho al desconocerse cualquier otro trasfondo sobre ella, al igual que todas las secuencias en Londres, cuyo potencial para enriquecer la historia en los primeros momentos, con un grupo de sectarios moviéndose tranquilamente por el museo de Londres, se limita a ser otra excusa para que los personajes corran, salten, y se enfrenten a momias generadas por ordenador. Es más, las reencarnaciones parecían estar de oferta en la secuela, porque es un recurso que emplean durante toda la película, haga falta o no: la protagonista sigue reencarnada, pero en una princesa egipcia distinta, y su marido también tuvo sus pinitos en otra vida como jefe de la guardia, pero habría sido más útil el intentar mantener una coherencia con la historia anterior que el intentar establecer una conexión tan vaga.

 


Los personajes también han sufrido una pérdida de carácter importante por este desequilibrio entre el guión y los efectos. Simplemente, no hay química. Ni empatía, ni conexión entre ellos. Los Evelyn y Rick que aparecieron anteriormente tenían su punto entrañable por su simpleza, pero aquí no son capaces de mostrar demasiada preocupación por ellos mismos o por su familia, hasta el punto de que la pérdida de un ser querido no llegue a parecer un golpe para ellos, ni un momento dramático para el espectador, sino un par de diálogos, con bastante desgana, donde se limitan a comentar que alguien ha muerto. Tampoco se les puede culpar teniendo en cuenta que el personaje del hijo de ambos es uno de los mayores niños repelentes que se han visto en la última década: metomentodo, resabiado, y con una actitud que parece más propia de Macaulay Culkin en solo en casa que en una de aventuras de época. Quizá la idea fuera que este se encargara del alivio cómico que hasta entonces había llevado John Hanna, en el papel de hermano de la protagonista, pero sin la poquita gracia que este tenía.

 
El regreso de la Momia más que una secuela es un duplicado: de escenarios, de tramas y hasta de personajes. Quisieron ir por lo seguro, ofrecer más espectáculo que historia, y se olvidaron que esta es importante. Aunque, con todo, lo primero funciona, y las escenas de acción son lo más divertido de la película e incluso ha conseguido que me quedara a verla después de varios años. Claro que ponerse exigente con una película que encuentras por casualidad en la tele es bastante difícil.

 

lunes, 11 de julio de 2016

La liga de los hombres extraordinarios (2003) ¿¡Qué le han hecho al comic!?



Alan Moore tiene muy mala suerte con las adapciones al cine. Y no por falta de presupuesto o de esfuerzo  en filmar una película de primer nivel, sino porque siempre parecen no entender el material original. Estas se quedaban en algo muy simple, sin todos los matices principales, o directamente, algo completamente distinto a lo que narraba al principio. Moore no duda en echar pestes de todas ellas, hasta el punto de parecer un poco rancio el hombre...porque no todas han sido un desastre, y ahí está Watchmen, que siempre me pareció una adopción muy digna y mejor película. Pero cuando pasa lo mismo hasta con uno de sus guiones menos complejos, y con más potencial para la gran pantalla, hay que acabar reconociendo que algo de razón tiene. Solo hace falta comparar La liga de los hombres extraordinarios con el comic para confirmarlo.



Es el año 1899 y Europa se ve amenazada por una misteriosa figura conocida como El Fantasma, dueño de unas máquinas de guerra con un potencial destructivo  nunca visto. En un intento por evitar que estas sean vendidas al mejor postor,k el gobierno inglés convoca a un grupo de hombres cuyas habilidades pueden hacer frente a un enemigo tan poco común. Personas tan sobresalientes como pueden serlo Allan Quatermain, Mina Harker, el Doctor Jekyll y otros que se hicieron un nombre en la Inglaterra victoriana y quienes no han sido olvidados todavía.



Como adopción, la película decepcionó a los fans del cómic. Los personajes, ya de dominio público, que Moore había utilizado, están ahí pero solo de nombre. La liga de los caballeros extraordinarios es un tebeo de aventura, con un trasfondo que se iba oscureciendo, sobre unos personajes un tanto crepusculares y una Inglaterra  donde no se escondía la sordidez de la era victoriana. Quatermain pasaba sus días como opiómano, Nemo no escondía su odio a los llamados países civilizados y Mina Harker, pese a ser la líder indiscutible, convivía aún con las habladurías sobre su divorcio de Jonathan y lo sucedido con el conde Drácula. La liga de los hombres extraordinarios, es, en cambio, una cinta de aventuras para toda la familia, tan para todos los públicos que todos los elementos han sido limados y descafeinados hasta el absurdo, donde los personajes son héroes retirados dignamente, piratas nobles y donde la peor parte se la llevan Mina y el hombre invisible, convertida en una mujer fatal con poderes vampíricos y en un simpático ladrón muy alejado del pedazo sociópata que era el Hawley Griffin de Moore o del propio H. G. Wells.



Incluso considerándola como producción cinematográfica, sin compararla con el original, tampoco sale bien parada. Parece demasiado pensada como una cinta de acción  para un público muy genérico e incluso muy timorato, que evita la más mínima controversia y donde la ambientación se queda en algo secundario, poco más que un gimmick para que personajes de dominio público  se muevan por un escenario con efectos especiales. Novedades como Tom Sawyer, reconvertido a agente de EEUU y discípulo de Quatermain, sirven para que los espectadores tengan un héroe más cercano a su rango de edad, más reconocible y típico frente a la edad de Quatermain.  Y Mina vuelve a ser víctima de esta reconversión, pegando mordiscos a diestro y siniestro, embutida en un traje más propio de los vampiros de Underworld. El cambio de su personaje a química, ahora viuda, sin motivo aparente, parece deberse a que en algún momento tenía que firmarse a alguien rodeado de botellas de cristal, que también son una cosa muy de hace dos siglos. Y probablemente, para evitar cualquier situación que pudiera resultar controvertida a la hora de caracterizarla.



El guión se queda también en una historia de aventura steampunk muy poco trabajada, donde se suceden  las correspondientes presentaciones, peleas, giros inesperados y secuencias de acción donde se olvidan de lo más básico en favor de la espectacularidad: una cosa es querer mantener algo de sentido de la maravilla y del género de aventuras. Otra muy distinta es intentar hacer creer que un submarino puede  navegar por los canales de Venecia ¿Profundidad? ¿Calado? ¿Qué es eso? Se salva en cambio, la estética, donde dedicaron más tiempo y presupuesto. Casi todas las escenas exteriores suceden de noche y los tonos, en la iluminación y el vestuario, son muy oscuros. Los excesos quedan para los interiores: bibliotecas recargadas, con escaleras imposibles y llenas de objetos y decoración enrevesada, de una forma que por un momento sí recordó a los dibujos del comic. Incluso la parte final, en un escenario tan improbable como una fortaleza en el medio de un paisaje nevado, llega a tener su gracia y no habría desmerecido en una historia steampunk algo mejor contada.



El reparto sufre bastante la pobreza del guión. Una Peta Wilson inexpresiva intentando a ratos hacer de mujer fatal, y a ratos haciendo exhibición de artes marciales. Stuart Towshend está igual de soso y el actor que interpreta a Nemo parece más disfrazado que caracterizado como su peresonaje. Se va salvando Jason Flemyng con un doctor Jekyll algo más digno, aunque su participación sea algo más breve y Richard Roxburgh hizo pleno esos dos años: M en esta, después saldría interpretando a Drácula en Van Helsing. Ponga un inglés haciendo de malo en sus producciones.

La liga de los Hombres extraordinarios fue todo un palo. Para los seguidores del comic y para el propio Sean Connery, que se había reservado el papel principal  y que se encontró con una producción muy floja como cierre a su carrera. En todo caso, una decepción como adopción y como película de entretenimiento, aunque el tiempo le ha sentado algo mejor: más que nada, porque comparada con Van Helsing hasta tiene un pase.

jueves, 7 de julio de 2016

Stephen King y Cell. Zombies, móviles y teorías varias

 
Después de ver hace unas semanas la versión cinematográficade Cell, me di cuenta de una cosa: que hace años que no  había vuelto a leer nada de Stephen King, y que del libro en que se basaba la película, me acordaba de cuatro cosas contadas. Muy por encima, del planteamiento, nudo y…nudo. Porque del desenlace, no era capaz ni de recordar si este terminaba en “Fin” o con el lugar y fecha en que King termina de escribir sus libros, como hacía a menudo. La película, pese a lo atropellado del guión, sirvió para solucionar estas dos cosas: releer la novela que la inspiró y de paso, algo del autor.

 


Pese a que el guión seguía la trama principal de una forma bastante fiel, el texto original es un tanto diferente: una calle cualquiera es el escenario donde el protagonista presencia la locura que empieza a sufrir todos aquellos que contestan sus móviles en un momento determinado. La desorientación inicial de las víctimas da paso a una locura asesina  contra todos los seres que los rodean, de la que este, un hombre de mediana edad y una joven, consiguen salvarse al encontrar refugio en un hotel. Las primeras horas serán suficientes para que la ciudad, y probablemente el estado, caiga en el caos absoluto. Pero también para que se produzca un cambio en todas las víctimas de lo que los supervivientes llaman La Señal: la locura da paso a un comportamiento uniforme, muy similar al de una colmena o una banda de aves. Las teorías sobre lo sucedido son tan variadas como vagas: desde el Apocalipsis bíblico a un virus informático capaz de afectar el cerebro humano. Algo que, en el fondo, de poco sirve al protagonista y a sus amigos, quien intenta ante todo, encontrar a su hijo.

 Una de las cosas que más llama la atención es el escaso período de tiempo en el que sucede toda la narración, que no debe alcanzar el mes. El autor la utiliza también como recurso, haciendo que los personajes, y de paso los lectores, recuerden el poco tiempo que ha pasado, haciendo mucho más evidente las consecuencias de lo sucedido: la facilidad con la que la sociedad se desmorona, y la dificultad de los supervivientes para adaptarse a una situación nueva. Y que se aleja mucho de uno de los clichés más habituales en el género de zombies, que serían los enemigos humanos: mientras que gracias a Walking Dead la presencia de saqueadores y bandas en una historia se ha vuelto habitual, en el mundo de King, lo sucedido ha sido tan brusco que los personajes están demasiado ocupados intentando vivir un día tras otro como para enfrentarse con nadie. En realidad, la impresión general que producen unos personajes a otros es la de recelo. Cada grupo de supervivientes mantiene la distancia con cualquier desconocido, algo que se potencia en un momento clave de la trama, cuando los protagonistas quedan directamente aislados y rechazados por sus semejantes.

 

 
 
En lugar de quedarse en una historia más sobre un grupo moviéndose mientras esquiva o mata a los zombies/infectados correspondientes, procura ofrecer algo que al menos, resulta novedoso: la evolución de los infectados y la existencia de una mente colectiva, explicado en forma de teorías que los personajes van exponiendo según sus conocimientos y opiniones. La actuación posterior de los infectados a partir de ese punto acaba resultando también mucho más amenazadora, y también, muy deudora de la ciencia ficción: a los símiles informáticos y las teorías diversas se les unen párrafos tan inesperados como la telepatía entre las criaturas, su utilización contra los supervivientes, o que algunas de estas se dediquen directamente a levitar como si fueran Jean Grey. Lo que en algún momento resulta un poco extraño y bastante lejos del aspecto uniforme y amenazador que se les quería dar previamente. Pero no tan extraño como uno de los elementos más chocantes que se introducen en la historia: que las víctimas de la señal se dediquen a escuchar música de ascensor. Aunque en la versión cinematográfica lo sustituyeron por el Trololo, que es todavía más desconcertante.

De nuevo, el aspecto más positivo de King son los personajes. Este no ha sido de los libros más extensos, pero aún así, se toma su tiempo a la hora de introducir acción o avance de la trama. Pero por suerte, el tiempo que se ha tomado es muy útil para poder caracterizar a sus personajes, hacerlos cercanos, y que gracias a esto sea mucho más sencillo aceptar las hipótesis y decisiones que pone en boca de estos. Quizá sea el protagonista, y su viaje para encontrar a su hijo, el responsable de ponerlos en marcha, pero sus acompañantes son los que resultan mucho más reales: superan un trauma adquiriendo un tic nervioso de lo más anodino, o usan las armas de fuego más como una advertencia que algo que utilicen regularmente, les vienen a la cabeza memorias o ideas peregrinas en cualquier momento…cosas que recordaba mucho de King, y para bien. Aunque en este caso, se nota demasiado que estos están muy subordinados al objetivo principal de la historia, que es el viaje del protagonista: pese a incidir que todos ellos tienen familia, parecen bastante de acuerdo en darlos por perdidos y seguir al héroe a donde sea, hasta el punto que en algunos momentos, toda su caracterización no tiene mucho sentido, porque parecen unas comparsas: van a donde se les diga y como se les organice.

 Cell puede parecer una obra menor de King, pero también muy divertida. Relativamente corta, muy cercana a la ciencia ficción, y sobre todo, una sorpresa para quienes la veíamos como la novela que Stephen King escribió cuando se pusieron de moda los zombies.

lunes, 4 de julio de 2016

Generación Z (2015). Un parque temático con zombies no podía salir bien


Después de ver unas cuantas películas de zombies, o, bueno, bastantes. Muchas, si cuento las anteriores a empezar el blog, he comprobado una cosa: los muertos vivientes lo ponen todo hecho un desastre. La mayoría de los comics, libros o películas, cuando pueden, se ponen en el peor escenario posible, haciendo que la civilización sea solo un recuerdo y que la vida de los supervivientes sea más parecida a lo que se ve en los comics de The Walking Dead que a otra opción más optimista. Esta última es mucho más rara de encontrar, quizá porque la primera siempre resulta más sencilla que el integrar a los zombies en una situación cotidiana. Aunque la mayoría de los casos, esta última se queda en un descanso antes de que los zombies vuelvan a suponer una catástrofes, pero al menos, es una variación de agradecer en un género donde siempre es un poco difícil ofrecer novedades.

 


Generación Z (The Last Rezort en inglés. Porque en el título no pueden faltar las zetas, no vaya a ser que el público se despiste) presenta un mundo donde el virus que crea a los zombies ha sido identificado y aislado, convirtiéndose en una de tantas pandemias que sufrió la sociedad a lo largo de los últimos treinta años. Pero la apariencia de normalidad es tan relativa como la derivada de una guerra: mucha gente ha perdido a sus seres queridos durante la pandemia, el estrés post traumático es algo habitual así como los grupos de ayuda para las víctimas. Y los refugiados, así como su asentamiento, son un problema atendido escasamente por unas pocas organizaciones. Pero para una empresa esto ha supuesto una manera de ganar dinero, ofreciendo una isla poblada por muertos vivientes donde los turistas pueden desquitarse haciendo tiro al blanco. El negocio atrae desde aficionados a los videojuegos como a gente que ve en ello una forma de enfrentarse a sus miedos de forma segura. Después de todo, las medidas de seguridad son suficientes para mantener a los zombies alejados de sus clientes. Pero quizá no tanto como para evitar un fallo informático que puede poner en peligro a todos e incluso desencadenar otra epidemia.

 



Aunque el nivel de producción es bastante bueno, y en ningún momento da la impresión de ir escaso de presupuesto, las intenciones de la película recuerdan mucho a la serie B. La mayor parte de la trama transcurre en un espacio limitado, hay un numero relativamente amplio de personajes en el que hay bajas hasta quedar reducido a los protagonistas, un objetivo tan concreto como el salir de la isla en un tiempo determinado antes de que esta sea bombardeada, e incluso cierta cantidad de crítica social, pero como podía verse en la trilogía de Romero, o quizá, en Están Vivos de Carpenter o The Purge 2. Las empresas, pase lo que pase, van a esconder un negocio poco ético. Y las referencias a los refugiados y su situación son bastante reconocibles. Pero ese estilo de serie B es algo muy positivo, porque como historia, es muy rápida y concreta. Va al grano, divierte mucho y solo por el tiempo que dedican a sentar las bases de la historia despierta interés.

 


Incluso los personajes, son, al menos, correctos. Los actores no destacan gran cosa y en algunos casos, se ve por ahí alguna cara palo, pero desempeñan los papeles que les han dado de forma adecuada. Resumiendo, hay una protagonista, un traidor, un personaje silencioso con recursos y un amago de alivios cómicos que por suerte, acaban por no ir por ese camino. Cuando al principio la pareja de gamers gritones parecía pedir con ganas ser asesinados a la primera, se convierten en secundarios más tranquilos y que, aunque no se les llegue a coger simpatía (porque no hay material bastante como para que ninguno caiga bien), no molestan ni llegan a protagonizar situaciones absurdas. En realidad, no se trata tanto de los personajes como de la historia que se quiere contar con ellos. Que aunque sea ir del punto A al B, funciona muy bien.

 

Al principio el trailer sirvió para que se calificara como “un Parque jurásico con zombies”. Y sí, la película no inventa nada. Es imposible que no se reconozca un escenario que marcó una década como el de Spielberg, y otros elementos también se han visto antes. El disparar a los muertos como diversión y no como supervivencia era una parte importante del desenlace de La noche de los muertos vivientes, especialmente en el remake del 89. Hasta los edificios abandonados que se ven, y el truco de sembrar por ahí unos plásticos, recuerda mucho a los escenarios de Zombie 3…aunque esto último es exagerado: primero porque era una película que provocaba risa, y después, porque todos los edificios ruinosos se parecen. Pero, aunque vistos, se integran bien en el guión, y dan una sensación de ser conocidos y no originales, pero no de ser copia de algo que se haya visto.

Generación Z es una película que engaña un poco. Su argumento hace pensar en ese parque jurásico y ponerse en lo peor, o como mucho, en algo para ir viendo entre siesta y siesta. Lo que viene después es una producción muy competente y divertida. Y de la que podrían aprender algunos estrenos que llegan al cine.

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