jueves, 2 de mayo de 2024
El guerrero americano (1985). Hic sunt ninjas
jueves, 25 de abril de 2024
Lecturas de la semana. De franceses y saldos
En las últimas visititas a tiendas de segunda mano, además de antologías de Martínez Roca o de Bruguera, he podido encontrar libros un poco más difíciles de localizar. M-as de una vez, entre decenas de copias de J. J. Benítez, Dean Koontz, y recientemente, de Stephenie Meyer y Charlaine Harris, han aparecido ejemplares impecables de la colección de fantasía de Círculo de lectores ,copias de la colección Marabout fantastique (informo que varios de estos se encuentran a salvo en mi casa), y también novelas policiacas de Bruguera que podían ser de todo, menos rutinarias…además de algunos libros de los que solo cabe preguntarse de dónde demonios han salido. Estos, sin duda son los más desconcertantes y divertido a a la hora de encontrarlos. Y es que, ¿a quién no le va a gustar una novelita de terror de una editorial perdida, con publicidad en las contraportada más que dudosa? porque esta semana viene un poco de ambas.
Pierre Véry. El traje de los domingos. Cada sábado por la noche, un estrafalario personaje se cuela entre las paredes de una villa de Senecay, para realizar una visita a dos hermanas que lo aguardan con intenciones muy distintas_: una está dispuesta a matarlo antes de que este acabe con ella. Otra lo aguarda perdidamente enamorada de él. Sin dejar tras de sí más rastro que una carta para cada una, las visitas vespertinas del señor Domingo se repiten en la casa desde hace años. Naturalmente, ambas hermanas, como sabe todo el pueblo, están locas de remate, al cuidado de la mayor de estas y la fiel criada de la casa. El señor domingo no es sino la invención de dos pobres neuróticas…pero cuando una mañana, un hombre cuya descripción coincide con la del misterioso visitante, aparece muerto en las inmediaciones del pueblo, el suceso pone patas arriba la vida cotidiana de una comunidad, que apenas empieza a recuperarse del final de la guerra. Pero, aunque el cadáver del enigmático señor domingo haya sido visto por varios de los vecinos, María Eva, una de las dos hermanas, asegura que ese es un impostor.
Las novelas de Véry siempre han sido una rareza dentro del noir. Desde textos para un publico más joven, hasta las saga familiar de los Goupi, sus tramas, que transcurren en los aledaños de París o en ciudades de provincia, se caracterizan por una atmósfera extraña, opresiva, y por personajes que con toda su banalidad rozan lo siniestro, a veces, dotados de cierto patetismo y humanidad. El traje de los domingos describe un entorno cerrado, una mansión de familia bienvenida a menos, con tres mujeres atrapadas: dos en una locura compartida, y una en su papel de cuidadora o carcelera, algo que no queda claro hasta el desenlace. Y un pueblo donde la aparición de un cadáver desencadena cierta locura que parecía estar latente y una nueva ola de asesinatos.
Una trama tan retorcida en su apariencia que esconde en realidad motivos tan simples para ponerla en marcha como los que impulsan todo crimen: la venganza, la envidia o la frustración es lo que mueve a esos protagonistas aparentemente grises, pero que esconden tras su apariencia de normalidad matices tan complejos como el sentimiento de culpa y la desesperación de una solterona, las habilidades detectivescas de un instalador de gas (paradójicamente, es el personaje ajeno a ese entorno el que aporta lucidez y esclarece el caso), y sobre todo, la explicación a esa locura compartida, que no es sino causada por una périida tan real como la de un ser querido en la guerra, que en la novela se menciona como algo reciente. Pese a su tono intemporal (y que leída hoy hace pensar únicamente en “algún momento de la segunda mitad del siglo XX”), men
ciona todavía a jóvenes regresando de los campos de prisioneros, de desaparecidas y de viudas.
Entre lo real y lo fantástico, la historia presenta un relato donde la campiña francesa queda muy lejos del entorno idílico o costumbrista. Entre giros inesperados, personajes marcados por comportamientos extraños, la sensación continua de estar ante un secreto que el lector no puede descifrar hasta la última página, y donde permanece cierto toque de humor negro que prevalece desde el primer capítulo
jueves, 18 de abril de 2024
Halloween Ends (2022). Dont´fear the reaper, que la gente es peor
El lapso de tiempo y ese cambio en el tono sirve para establecer el tema de esta entrega. Si la primera era el trauma del superviviente, la segunda la histeria colectiva, esta serían los juicios públicos y la cultura de la cancelación: un solo error, por parte de uno de los personajes principales, supone ser condenado y rechazado por su entorno, siendo el público el que puede conocer las dos versiones d la historia y tener una visión más amplia, planteando la duda de si ese hombre del saco no se hace, si la historia que conocíamos hasta entonces de Michael Myers no sería también la que han contado la mayoría, y no la verdad.
Pero este es también uno de los problemas de la película. Nos solo no es un slasher, ni una entrega de Halloween al uso, lo que en realidad es interesante, sino que el desarrollo de la trama planteada acaba resultando irregular, dedicando demasiado tiempo a la cotidianeidad de los protagonistas y a sugerir que el personaje de Corey tiene un lado oscuro, lo que no termina de estar claro (o eso, o es que en realidad los del pueblo me caen bastante mal) y donde Michael Myers e o más bien, la idea que prevalece de Michael Myers, se convierte en una presencia que afecta a los vecinos, pero cuya aparición real resulta un tanto extraña. Esta se ha limitado a estar escondido, convertido en una criatura de instintos animales…pero que por algún motivo decide perdonar la vida a alguien que parece reconocer como sucesor.
Una idea que si bien resulta original, no ha sido ejecutada correctamente, haciendo que las casi dos horas de película resulten excesiva y que este cambio de enfoque se quede solo en una buena intención, pero no en el resultado que esperaban. Algo que sí consiguen en los que respecta a los protagonistas clásicos de la saga: como buen cierre, definitivo parece, el guion hace un guiño al espectador y termina con el Michael de la forma más lógica posible, haciendo que su regreso sea imposible, y permitiendo, por fin, que ese primera final girl que fue Laurie Strode pueda disfrutar de un merecido descanso,. Lamentablemente, este final no está a la altura de las películas anteriores, por lo que lo máximo que se le puede agradecer es ese final adecuado para los habitantes de Haddonfield. Y esperar que Michael no vuelva en ningún reboot de la saga, aunque parece difícil.
jueves, 11 de abril de 2024
Lecturas de la semana. Lo real y lo imaginario.
Volvemos a las colecciones de relatos, aunque esta vez se correspondan con selecciones de un solo autor. Dos, en este caso, que salvo compartir idioma no podían ser más distintos. Uno, escritor de novelas y relatos fantásticos, poco conocido en España por desgracia. El otro es nada menos que el ejemplo que nos viene a la cabeza cuando pensamos en el Realismo del siglo XIX y junto a Molière, el terror de los estudiantes franceses de varias generaciones.
Thomas Owen. Cérémonial nocturne. Seudónimo empleado por Gérald Bertot, es junto a Jean Ray (además de ser familia política de este) uno de los principales autores de ficción extraña (¡como si todo lo fantástico no fuera raro!) en lengua francesa durante los cincuenta y sesenta. Habitual junto a Ray y Marcel Brion en las colecciones de Marabout Fantastique, sus relatos, muy breves en su mayoría, se caracterizan por la aparición de lo insólito en la vida de los protagonistas, si bien a veces tienen una forma más tradicional, desde los fantasmas, los vampiros o el doppelgänger, está, la mayoría de las veces, marcada por lo absurdo. El ritual nocturno que abre la colección, describe una esxtraña costumbre que el protagonista debe cumplir cada vez que regresa a la casa familiar de noche, y cuyo inclumplimiento da lugar a un fenómeno tan aterrador como inofensiv. Los sueños premonitorios, el ser textigo de un hecho del apasdo que se mezcla incomprensiblemente con el presente, relatos sobre veladas donde altgo ocurre o la autoestopista cuya existencia todos niegan hace que los personajes que los protagonizan sean poco menos que tesgigos de lo extraño, gente de a pie que por un momento ha presenciado esa ruptura en lo cotidiano que puede darse en una calle vacía, en un pasillo en medio de la noche o en un parque iluminado.
También hay espacio para el humor, como Un pequeño niño hermoso, donde da una vuelta a los niños siniestros haciendo aparecer a una criatura que no tendría que envidiar nada al Damian de La profecía. Y que En el cementerio de Bernkastel hace aparecer como protagonista a Jean Ray, enfrentándose a vampiros y posesiones como al autor le gustaba hacer en sus relatos: a puñetazo limpio, que no hay criatura sobrenatural que no se achante ante eso.
La colección se cierra con la novela corta Extranjero en Tabiano, un relato bastante largo y tono pausado donde descr4ibe las costumbres de un país extraño que recuerda tanto a Kafka como a los cuadros del Bosco.
Actualmente, salvo un recopilatorio muy corto publicado por La bilbioteca del laberinto, no ha sido traducido al castellano. Una pérdida, tanto en su caso como en el de la prolongada ausencia de Jean Ray en las editoriales españolas, visto que estos, desde las Narraciones terroríficas de Acervo, no ha aparecido en las librerías. ¡y no podemos vivir solo de señoras victorianas!
De Flaubert puede decirse que es uno de los escritores con menos probabilidades de aparecer en mi lista de lecturas, pero a veces, es inevitable no acabar en algún momento, leyendo acerca de sea realidad, anodina, cruda y sin matices ni grises imaginarios, que el reflejaba perfectamente.
jueves, 4 de abril de 2024
Karel Capek. La guerra de las salamandras. Que el fin del mundo nos coja pescando salamanquesas
El siglo XX ha dado el término distopía c como narración literaria (o como realidad, según tengamos de alegre el día): un escenario en el que una situación improbable se convierte bien en un reflejo de la realidad o en un relato moral sobre lo que puede convertirse esta si la humanidad cede a la codicia, al fanatismo o a la l violencia. Si 1984 o Un mundo feliz son el paradigma de lo que puede llegar a ser ese futuro, Mercaderes del espacio, e incluso Neuromante, ahonda todavía más en ese posible escenario en el que el capitalismo y la libertad de mercado devoran, literalmente, hasta el último de los bienes necesarios. Y si bien estos entran dentro de la ciencia ficción, se aprecia en ellos cierta sorna, muy leve, mediante la que todos los personajes se limitan a aceptar la realidad que les ha tocado, pero sin que esta fuera lao bastante evidente como para que pudieran ser consideradas una sátira. Tema al que en cambio, sí recurre el checo Karel Capek, , que si bien ha abordado la ciencia ficción y sido el responsable del término robot, afrontó con cierto sentido del humor, de una forma que podría considerarse más bien un “me río por no llorar”, y que también está presente en su novela de 1936, una de las más conocidas en las que se plantea: ¿qué pasaría sin en este siglo, donde nos hemos peleado con todos, colonizado todo lo colonizable, pudiéramos aprovechar el trabajo de unos simpáticos anfibios con habilidades motrices? ¿qué podría salir mal?
La guerra de las salamandras comienza con el descubrimiento del capitán Van Toch, en una remota isla del sudeste asiático: una población de criaturas bípedas, similares a una extinta especie de salamandra, que sorprenden al capitán con su habilidad de imitar sonidos humanos, pero, sobre todo, de manejar pequeñas herramientas, y que suponen para este toda una oportunidad en el negocio de la recolección de perlas. Las salamandras, trasladadas de isla en isla por el capitán como parte de su iniciativa mercantil, se convierten primero en una curiosidad circense, en un ejemplar zoológico, y posteriormente, en una oportunidad empresarial para quienes sepan aprovecharlo, como ha hecho el Sindicato de Salamandras dirigido por H. H. Bondy y sus socios, quienes a partir de entonces, dirigirán el mercado y distribución de salamandras como fuerza de trabajo para todo el mundo. Pero con la proliferación de estas, a parecen nuevas cuestiones en la sociedad: desde trabajadores indignados, pasando por ciudadanos preocupados por el bienestar de los bichitos, e incluso una nueva clase de reptiles educados, gracias a la labor humanitaria y la preocupación de muchas damas por su bienestar espiritual, que aprenderán a comunicarse con los humanos e incluso uta utilizar con ellos sus mismas técnicas para enriquecerse.
La novela se plantea como una crónica en la que un punto de partida improbable se emplea para mostrar un reflejo muy acido de la sociedad. De una forma similar a la que Pierre Boulle llevaría a cabo años después con El planeta de los simios. Salvo que en el libro de Capek opta por un enfoque mucho más irónico, y que oscila entre la narrativa coral, la crónica y la novela experimental. Una parte de la trama avanza mediante las acciones de determinados personajes, como el capitán Van Toch o el señor Povondra, el portero que en un momento concreto, permite el acceso de este al despacho de quien financiará el comienzo de la explotación de las salamandras. La presencia de estos supone una aplicación muy particular del efecto mariposa: acciones muy pequeñas supones un cambio de gran importancia en el mundo, como el caso del señor Povondra quien llega a lamentar una decisión que pone en marcha los hechos que condenarían a la humanidad años después. Y es también, a través de los recortes de periódico recopilados por él, con los que Capek hace avanzar la trama a nivel global. Estos narran el desarrollo del comercio, los conflictos y los cambios en la sociedad que suponen, pero también reflejan con ironía e imitando un estilo periodístico complaciente, situaciones que son muy similares a las reales. Los conflictos con las salamandras y la modificación de la geografía global por el beneficio económico no esconden si no el colonialismo, la esclavitud, el racismo y la creencia ciega en el campitalismo como feneficios inagotables que estaban presentes en aquella sociedad de los años treinta, y que casi cien años después, continúan estándolo.
Alternando entre esos capítulos con personajes identificado, a través de los cuales se puede intuir el paso de los años, y los textos a modo de crónica periodística, la novela adquiere un tono un casi experimental, mitad crónica, mitad narrativa, y gran parte sátira, llegando incluso, en el desenlace, a romper la cuarta pared entre la ficción y el aturo cuando este se plantea que es lo que puede hacer para salvar a sus personajes. La solución de Capek, cargada de reflexiones, no es otra que recordar que la historia siempre se repite, y que las salamandras han aprendido tan bien de los humanos que estas, con el tiempo, acabarán cayendo en los mismos errores. Teniendo en cuenta la fecha de publicación, su desenlace abandona rápidamente ese tono de humor absurdo que había mantenido como herramienta para reflejar los defectos de la sociedad para acabar con una advertencia casi apocalíptica.
La guerra de las salamandras, recurriendo a un sentido del humor muy propio de Capek, y también deudor del Buen soldado Svejk de de Jaroslav Hasek, es tanto una sátira de ciencia ficción como un reflejo de una sociedad que, desde 1936, parece no haber cambiado tanto.