En la vertiente más popular del cine hay una regla que nunca falla: si una idea funciona, hay que continuar con ella hasta que el público diga basta. Sean los superhéroes, los monstros o los personajes cómicos, todos los que contaron con un éxito inicial derivaron en series de calidad irregular hasta caer en el olvido por repetición, falta de ideas o aburrimiento del espectador. Que el éxito de la adaptación cinematográfica de un personaje tan dado a la serialización como es Fantomas diera lugar a una secuela, no resulta sorprendente, aunque sí puede serlo el enfoque humorístico y pop dado a un villano oscuro nacido de las páginas del folletín, y como la secuela de su primera adaptación pasaría del cine de aventuras con toques de comedia a la pura comicidad gestual.
Ha transcurrido un año desde que Fantomas, la mente criminal que aterrorizó Francia, ha sido dado por eliminado. El inspector Juve es condecorado con honores por su labor policial, pero el reportero Fandor y su ahora prometida Helène tienen dudas acerca de la desaparición del criminal. Una emisión pirata da la razón a estos últimos, cuando Fantomas demuestra que parafraseando a Jacques Brel, está vivo, bien y dispuesto a continuar con sus planes de conquista mundial gracias al rayo telepático que ha desarrollado tras secuestrar a un científico. Ahora, el profesor Lefevre, uno de sus colegas de profesión, se encuentra en el punto de mira del delincuente. A provechando el congreso en Roma al que este debe asistir, Fandor idea un plan a al que a regañadientes se le unirá el inspector Juve: hacerse pasar por el científico, sorprendiendo a Fantomas cuando este intente capturarlo. Aunque quizá no sea una buena idea intentar engañara un genio del mal y maestro del disfraz.
Un año después de la primera adaptación, un poco sui géneris, de Fantomas, y ante el arrollador éxito de esta, se estrenaba esta secuela, una coproducción francoitaliana, donde el tono es todavía más diferente y alejado el original. En esta entrega, en pleno boom del cine de espías (como dice el propio inspector Juve, de los “cero cero algo”) recurren a elementos como el uso de gadgets de espionaje, invenciones científicas rompedoras y de bases secretas en lugares recónditos, pero dotadas de todo tipo de comodidades que roza lo kitsch: Fantomas abandona su primera guarida para disponer de una base instalada en un antiguo volcán, decorado con tonos chillones y colores primarios que en más de una ocasión recuerdan a lo que haría Mario Bava con su versión de Diabolik, pero también a las infraestructuras de las que los villanos de James Bond hacían gala. Los aparatos de los que este dispone también están presentes, pero utilizados como elemento paródico y aparatoso, como una mano falsa o un cigarrillo pistola, empleados para mostrar la vis cómica de Louis de Funes pero que acaban teniendo su utilidad de forma inesperada, haciendo que la película mantenga un tono propio de la comedia gestual. Donde no importa lo que hagan los héroes, porque todos está destinado al fracaso y huida en el último momento del villano.
Este cambio vino provocado no solo por el auge del cine de espías y por extensión, sus parodias, sino por el éxito de la carrera de Louis de Funès. El gendarme de Saint Tropez eclipsaría pronto el equilibrio mantenido entre la comedia y la acción del primer Fantomas, cuya contrapartida era Jean Marais en el doble papel de Fandor y el genio criminal, para inclinar la balanza en favor de de Funês. Incluso su papel de inspector Juve sufre una transformación bufonesca, en la que el policía un tanto ridículo pero astuto casi parece un chiste al lado de su adversario y donde el triunfo de sus gadgets absurdos parece útil solo para mantener la pantomima. La presencia de este tiene también un mayor peso frente a la de Marais, quien sigue manteniendo la parte de acción gracias a sud dinámicas, en una de als mejores secuencias de la película, pero que también acaba cediendo a la comedia de enredos en sus apariciones como cebo del antagonista. La secuencia central, con los personajes confundiendo al verdadero Fantomas una y otra vez con sus perseguidores, resume el tono general de la cinta: mas inclinada a la comedia de equivocaciones, hilada mediante distintos gags en varios escenarios separados (la casa del profesor, la comisaría, el tren, el congreso científico..) y centrado e n las consecuencia humorísticas de cada una más que en la trama principal, que aunque sencilla, acaba olvidad entre la sucesión de escenas de equivocaciones y persecuciones.
La irregularidad en relación a su predecesora no implica que sea una película floja. Lo es, en comparación a ese primera Fantomas, pero el enfoque de esta segunda viene determinado por la búsqueda de lo que iba a funcionar. Estos elementos que la hacen inferior, como la inclinación hacia uno de los actores, la presencia anecdótica de la protagonista femenina o la inclusión de un personaje infantil, el hermano de esta, que directamente ni sabemos que pinta aquí, no invalida el conjunto, una película dinámica (salvo que no te guste Louis de Funès. Entonces no podemos hacer nada), con una gran imaginación visual y una paleta de colores enloquecidos, secuencia que en algunos momentos la equilibran un poco, como la pelea de Fandor contra los secuaces de Fantomas o el baile de disfraces que este ofrece en un intento de atraer a la heroína a su lado. O incluso la secuencia aérea final, que hoy pasaría desapercibida pero que en los créditos es anunciada con orgullo como una de las primeras tomas realizadas por un camarógrafo aéreo.
Entre la parodia de los “cero cero algo”, con de Funès convertido en el protagonista absoluto de la película y con este Fantomas cinematográfico definitivamente alejado de su original folletinesco, Fantomas vuelve es la prueba, menos lograda que su predecesora, pero acertada, que a mediados del siglo XX también había lugar para los genios del mal de otra época.
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