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jueves, 30 de octubre de 2025

Fantomas vuelve (1965). Pantomima pop

 


En la vertiente más popular del cine hay una regla que nunca falla: si una idea funciona, hay que continuar con ella hasta que el público diga basta.  Sean los superhéroes, los monstros o los personajes cómicos, todos los que contaron con un éxito inicial derivaron en series de calidad irregular hasta caer en el olvido por repetición, falta de ideas o aburrimiento del espectador.  Que el éxito de la adaptación cinematográfica de un personaje tan dado a la serialización como es  Fantomas diera lugar a una secuela, no resulta sorprendente, aunque  sí puede serlo el enfoque humorístico y pop dado a un villano oscuro nacido de las páginas del folletín, y como la secuela de su primera  adaptación pasaría del cine de aventuras  con toques de comedia a la pura comicidad gestual.




Ha transcurrido un año desde que Fantomas, la mente criminal que aterrorizó  Francia, ha sido dado por eliminado. El inspector  Juve  es condecorado con honores por su labor policial, pero el reportero Fandor y su  ahora prometida Helène tienen dudas acerca de la desaparición del criminal. Una emisión pirata da la razón a estos últimos, cuando Fantomas demuestra que parafraseando a Jacques Brel, está vivo, bien y dispuesto a continuar con sus planes de conquista mundial gracias al  rayo telepático que ha desarrollado tras secuestrar a un científico.  Ahora, el profesor Lefevre,  uno de sus colegas de profesión, se encuentra en el punto de mira del delincuente. A provechando el congreso en Roma  al que este debe asistir,  Fandor  idea un plan a al que a regañadientes se le unirá el inspector Juve: hacerse pasar por el científico,  sorprendiendo a Fantomas  cuando este  intente capturarlo. Aunque  quizá no sea una buena idea  intentar engañara un genio del mal y maestro del  disfraz.




Un año después de la primera  adaptación, un poco sui géneris, de Fantomas, y ante el arrollador éxito de esta, se estrenaba esta secuela,  una coproducción  francoitaliana, donde el tono es todavía más diferente y alejado el original.  En esta entrega,  en pleno boom del cine de espías (como dice el propio inspector Juve, de los “cero cero algo”) recurren a elementos como el uso de gadgets de espionaje, invenciones científicas rompedoras y de  bases secretas en lugares recónditos, pero dotadas de todo tipo de comodidades que roza lo kitsch: Fantomas  abandona su primera guarida para disponer de una base instalada en un antiguo volcán, decorado con tonos chillones y  colores primarios que  en más de una ocasión recuerdan a lo que haría  Mario Bava  con su versión de Diabolik, pero también a las  infraestructuras de las que los villanos de James Bond hacían gala.  Los aparatos de los que este dispone también están presentes, pero utilizados como elemento paródico y aparatoso, como una mano falsa o un cigarrillo pistola,  empleados para mostrar la vis cómica de Louis de Funes pero que  acaban teniendo su utilidad de forma inesperada, haciendo que la película mantenga un tono  propio de la comedia  gestual. Donde no importa lo que hagan los héroes,  porque  todos está destinado al fracaso y  huida en el último momento del villano.


Este cambio vino provocado no solo por el auge del cine de espías  y por extensión, sus parodias, sino por el éxito de la carrera de Louis de Funès. El gendarme de Saint Tropez eclipsaría  pronto el equilibrio  mantenido entre la comedia y la acción del primer Fantomas, cuya contrapartida era  Jean Marais en  el doble papel de Fandor y el genio criminal, para inclinar la balanza en favor de de Funês. Incluso  su papel de inspector Juve sufre  una transformación bufonesca,  en la que el policía un tanto ridículo pero astuto casi parece un chiste al lado de su adversario y donde el triunfo de sus gadgets absurdos parece  útil solo para  mantener la pantomima. La presencia de este tiene también un mayor peso frente a la de Marais, quien sigue manteniendo la parte de acción gracias a sud dinámicas, en una de als mejores secuencias de la película, pero  que también acaba cediendo a la comedia de enredos en sus apariciones como  cebo del antagonista. La secuencia central, con los personajes confundiendo al verdadero  Fantomas una y otra vez con sus perseguidores, resume el tono general de la cinta: mas inclinada a la comedia de equivocaciones, hilada mediante distintos gags en varios escenarios separados (la casa del profesor,  la comisaría, el tren, el congreso científico..) y  centrado e n las consecuencia humorísticas de cada una más que en la trama  principal, que aunque sencilla, acaba olvidad entre la sucesión de escenas  de equivocaciones y persecuciones.


La irregularidad en relación a su predecesora no implica que sea una película floja. Lo es, en comparación a ese primera Fantomas, pero el enfoque de esta segunda  viene determinado por la búsqueda de lo que iba a funcionar. Estos elementos que la hacen inferior, como la inclinación hacia uno de los actores, la presencia anecdótica de la protagonista femenina o la inclusión de un personaje infantil, el hermano de esta, que directamente ni sabemos que pinta aquí, no invalida el conjunto, una película dinámica (salvo que no te guste  Louis de Funès. Entonces no podemos hacer nada),  con una gran imaginación visual y una paleta de colores enloquecidos, secuencia que  en algunos momentos  la equilibran un poco, como  la pelea de Fandor contra los secuaces de Fantomas o el baile de disfraces que este  ofrece en un intento de atraer a la heroína a su lado. O incluso la secuencia aérea final, que hoy pasaría desapercibida pero que en los créditos es anunciada con orgullo como una de las primeras tomas realizadas por un camarógrafo aéreo.

Entre la parodia de los “cero cero algo”, con de Funès convertido en el protagonista absoluto de la película y con este Fantomas cinematográfico definitivamente alejado de su original folletinesco, Fantomas vuelve es la prueba, menos lograda que su predecesora, pero acertada, que a mediados del siglo XX también había lugar para los genios del mal de otra época.

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