Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

jueves, 3 de julio de 2025

Autopista al infierno (1991). Orfeo en cuatro latas

 


El descenso de Orfeo al Hades es la historia de esta figura mitológica que ha permanecido en la cultura. El viaje a través de la oscuridad por amor, en vano al final por un gesto inocente inspiraría, del mismo modo que lo haría Prometeo, Pandora o la poesía de Homero, narrativas posteriores en las que pese a las variaciones introducidas, se adivinaba ese mito original. Un mito que no quedaba limitado a la narrativa más elevada, sino que podía verse en un guion de serie B, tan aparentemente absurdo y falto de prejuicios como tremendamente creativo como solo podían serlo esas producciones hechas con más ingenio que medios. Y en la que ese Hades original se transformaba en un escenario tan improbable como una carretera que atravesaba el desierto de Nevada.


Charlie y Rachel son dos enamorados, pero demasiado jóvenes, que deciden tomar una arriesgada decisión a espaldas de sus padres: huir a las Vegas y casarse en secreto. Aunque su camino a través de una carretera secundaria que recorren intentando no llamar la atención es interrumpida por una monstruosa figura, vestida como un policía , que se lleva a Rachel. Aconsejado por el empleado de una gasolinera, quien los había advertido sobre la naturaleza de aquel camino, Charlie cruza el umbral entre ambos mundos para poder salvar a su novia. Aunque el infierno sigue sus propias reglas .y una de ellas es que deberán salir de allí ante de que amanezca.





En España, el infierno sería un bar con serrín en el suelo y garrulos gritando con un partido de fútbol de fondo (al menos para mí)


Esta es una de esas películas cuya realización se encuentra a caballo entre ambas décadas: aunque estrenada en 1991, cuando el cine de entretenimiento comenzaba a derivar hacia el blockbuster espectáculo y los efectos digitales se iban abriendo paso, mantiene los códigos de la serie B de los años anteriores, mezclando el terror con la comedia alocada, utilizando efectos especiales artesanales y con una premisa tan extraña como es esa revisión del mito de Orfeo y Euridice desprovista de todo atisbo trágico y trasladada al microcosmos de las carreteras que cruzan Estados Unidos y la cultura popular que el país fue desarrollando durante el siglo XX.
El guion de Brian Hegeland, responsable también de historias mucho más serias y recordadas como L. A. Confidential y Mystic River, adopta en clave de fantasía y humor, la leyenda del viaje al Hades, aquí transformado e n un paraje desértico en el que los escenarios tradicionales han sido sustituidos por referencias, tan inesperadas como bien traídas. El purgatorio es un bar de carreteras, donde la condena es escuchar la charla de una camarera que nunca sirve café, un local de alterne bautizado como Hoffa´s, en honor al sindicalista (y probablemente, como guiño a la franquicia de bares con tetas family friendly Hooters), y donde estos escenarios conviven con guiños a frases hechas como que El infierno está pavimentado de buenas intenciones…En este caso, literalmente. Tampoco falta una sala donde ciertos personajes ilustres, como Imelda Marcos o Gadafi, tenían un asiento reservado. Toda una versión estrafalaria del recorrido por el infierno en el que el personaje de referencia será esa primera figura, Hellcop, con gafas de espejo y el rostro marcado con citas bíblicas, que cumple su cometido de forma tan implacable como muchos asesinos de series entonces populares. Una sucesión de escenas en equilibro con las situaciones que viven los protagonistas, tales como morir y regresar, replantearse la decisión que los ha llevado a ese lugar, o un momento en el que el héroe es tentado por un grotesco súcubo que si bien no desentonaría en una historia más seria, aquí se plantea desde su enfoque más cómico y solo son una parte más de esa particular odisea.


El reparto, al menos en cuanto a ala protagonista, es el aspecto más flojo: la pareja d formada por Chad Lowe y Christy Swanson son lo más pavisoso que podría haberse elegido (además de ser etas última la primera y también más aburrida encarnación de Buffy), y la aventura que ambos viven mantiene su interés gracias al guion, su ejecución visual y sobre todo, al elenco de secundarios. Desde toda la familia Stiller interpretando distintos cameos, y donde podemos ver a Ben caracterizado como Atila, hasta el personaje de Richard Fansworth, muy breve pero con interés. Y especialmente, el diablo encarnado por Patrick Bergin, con una moral ambigua, mucho más próximo a la figura burlona, pero ciertamente amistosa con los humanos, en lugar de la encarnación del Grran Adversario de la religión oficial. Y es que este personaje, Beezle, a modo de guiño para el público, resulta, como el diablo de las creaciones populares, mucho más cercano, buen perdedor y amable, que la zarza ardiendo con tendencias autoritarias que lo desterró al infierno.
Con un dúo protagonista tan poco carismático, el aspecto más destacable, además del resto del reparto, son su s efectos especiales: entre unos exteriores de aspecto lunar se mueven desde extras con disfraces más sencillos hasta caracterizaciones más cuidadas y tangibles como ese Policía del infierno o directamente exagerados como un súcubo, diseñado en puro látex y en el que no escatiman detalles grotescos para su diseño. Se asoma también, muy poco, esos primeros efectos digitales, que entre el presupuesto y lo primerizo, destacan terriblemente para mal, como ese coche atravesando un abismo en el que la infografía canta como poco. Y todavía lo hace más en comparación a secuencias como un Cerbero, casi recuerdo de otra época, filmado en stop motion.




Entre cruces de caminos, cactus, desierto y bares de carretera, esta autopista al infierno es, tanto una de esas películas un poco perdidas entre dos décadas, como una revisión de un mito clásico, donde la tragedia es sustituida por el humor y lo fantástico.







jueves, 26 de junio de 2025

La guarida (2022)


Un conflicto bélico  puede ser un escenario para el fantástico. Por la  oposición entre el horror real  y el sobrenatural, o porque, al contar con uno s personajes más preparados para la lucha que  un paisano, puede  en muchos casos,  alejarse   de una visión mas inquietante como  la ofrecida en Deathwatch  o  el bunker para acercarse al cine de acción.  Una alternativa por la que Neil Marshall  optó en su primer largometraje y que veinte años después  retomaría, cambiando el bosque  poblado por licántropos de Dog soldiers   por las criaturas que, tras el final de la guerra fría, permanecen ocultas en un bunker de Afganistán.


 La guarida comienza en una de las guerras que hemos vivido durante el siglo XXI, lo bastante lejos para que  no nos preocupe pero lo bastante cerca como para que la decisión habitual sea enviar  tropas: durante una misión en Afganistán, una piloto es derribada por los rebeldes. Tras perder a su navegador, abatido por ellos, consigue salvarse en el último momento  ocultándose en un  bunker de la anterior, guerra, abandonado por los soviéticos hace más de treinta años. El material  del lugar y unas notas que no consigue traducir, le advierte de lo que se oculta en el lugar. Perseguida por los enemigos en los pasillos del complejo,  estos son asesinados por unas criaturas monstruosas que  permanecían encerradas. Sus advertencias y las heridas de guarras que muestra, una vez  rescatada por una patrulla amiga, no son suficientes para convencerlos de lo que ha encontrado y que deben, ante dodo, intentar eliminar a esos seres. Aunque no será necesario: con las puertas del bunker abierto, y en medio de la noche, estos comenzarán a atacar el campamento.



Aunque Marshall sea también el responsable del episodio de Juego de Tronos de la Batalla de Aguasnegras, y de la nueva adaptación de Hellboy en 2019,  durante la primera década del 2000  lo conocimos por   dos temas: las criaturas subterráneas y la tendencia a  poner  un muro para separar escocia del reto de Gran  Bretaña, bien el histórico como en Centurión, bien el futurista de Doomsday (comprensible. Si mi país vecino fuera Inglaterra, hace mucho que estaría ya apilando ladrillos).  Con su película más reciente hasta la fecha retoma un par de temas de entonces: el grupo de soldados en un entorno hostil y  los seres de  un medio tan ajeno al de los protagonista como puede serlo el interior de la tierra, o en este caso, un lugar más lejano.  En este caso, la idea funciona  correctamente y da todo lo que se podía esperar  del director: una mezcla de acción, terror de serie B, monstruos  de aspecto tangible en el que no se escatima ni los trajes de látex, las tripas y las babas y un grupo de protagonistas caracterizados por encontrarse fuera del estamento militar adaptado (en este caso,  una unidad poco menos  que de castigo par soldados degradados) entre los que se mantiene el honor y la lealtad frente a  un alto mando que actúa desde lejos. Un guion  con un buen montaje en el que no faltan las secuencias claustrofóbicas y las luchas desesperadas, pero que en realidad, queda muy lejos de su primera  Dog Soldiers y de  sus mejores películas.


Desde el principio, la idea resulta predecible. No sería algo negativo si lo que se cuenta, se narra bien, pero resulta demasiado familiar y  tanto escenarios como personajes, demasiado vistos. Desde el  primer momento sabemos que la piloto protagonista con una familia que la espera  va a salvarse  pase lo que pase,  pero todos los momentos en los que esta se encuentra en peligro resultan predecibles: los monstruos se toman demasiado tiempo  con ella a la hora de intentar matarla. Si al resto los liquidan de un zarpazo,  con ella echan un rato persiguiéndola, intentando estrangularla con un apéndice prensil  o cualquier truco necesario hasta que venga un secundario a ayudarla.




Se intuye también que del grupo inicial muy pocos van a salvarse, que alguno tendrá que sacrificarse por el resto…pero en este caso, son todos. Cada uno acaba siendo asesinado por los monstruos en una parte distinta del escenario para que el resto pueda continuar, y cuando esta decisión la toman   hasta tres o cuatro personajes seguidos, es imposible no preguntarse si estamos ante el escuadrón con menos capacidad de supervivencia de toda la historia militar.

La trama, divida en dos partes, también sufre de esa predictibilidad: una primera, donde se descubre el escenario al que se volverá en el desenlace y la segunda, en el campamento militar donde sus integrantes serán reducidos la grupo protagonista. El regreso a este primer escenario resulta igual de forzado, aunque escuden en el tópico de “hay que acabar con los monstruos”, y este sirve para que los personajes conozcan el origen des u enemigo. Un giro que no resulta lógico cuando desde el principio queda claro que la mejor opción habría sido no acercarse por allí.  Se suceden unas serie de situaciones que se van llevando por lo adecuado de la filmación, que no da descanso, y que al menos sirve para   poder  ver unas imágenes tan interesantes como esas criaturas medio humanas o una construcción que parece sacada de los bocetos de Giger. Y que no  esconde su inspiración. Todo ello, salvado por un Deus ex Machina que lo mismo sirve para asegurarse la victoria de los protagonistas, que para meterles presión  mediante ese misil dirigido que, pase lo que pase, hará estallar la base en un tiempo límite.



La guarida  es una vuelta a los primeros temas de Marshall, muy de serie B, con intención de mantener en vilo   al espectador y que sigue  funcionando b bien peso a todo. Pero que queda demasiado lejos  de esas primeras películas: soluciones forzadas, una protagonista  con un blindaje argumental que la hace intocable frente al resto y un desfile  subterráneo rutinario que  queda muy lejos de ese primer grupo de militares, que, perdidos en algún lugar de Escocia, se enfrentaban a un grupo de hombres lobo mientras explicaban  la condición de estos de la forma más gamberra posible.

jueves, 19 de junio de 2025

El incinerador de cadáveres (1969). Aseguramos su descanso eterno

 


A menudo  deformar la realidad es una mejor forma de reflejar esta misma. Lejos del retrato fiel y objetivo que una corriente realista proporcionaría, el absurdo, el humor negro, acercarse un poco al fantástico  aporta una visión distinta. No necesariamente mejor, pero quizá si más aguda en la que es posible  mostrar  con mayor profundidad todos los matices de esta. Y también, poder enfrentar  temas mucho más crudos o controvertidos. Esto  ha supuesto  que las tendencias en cine o literatura alternaran entre ambas visiones: el realismo y neorrealismo de los cincuenta  dio  paso a una nueva ola cinematográfica que abrazaba una narrativa distinta. Incluso al otro lado del telón de acero, el realismo soviético daba paso también a una nueva ola de cineastas. Planos más agresivos,  montajes más moderno o que volvía  a lo descubierto en el expresionismo, y cierta visión kafkiana de lo narrado hacían que el cine se moviera en ese terreno entre lo real y lo extraño. La película de  Juraj Herz se mueve, de esta manera, entre  los salones de la Europa de Entreguerras,  reuniones familiares bien, burdeles…y los hornos de un crematorio.


Hace  19 años que  Karel  Kofrkingl y Lankme  se conocieron delante de  la jaula del leopardo. Hoy han formado una familia con sus hijos, su gato, y en la que  Karel desempeña un puesto en el crematorio local.  Lector asiduo  del libro tibetano de los muertos, considera su trabajo una labor sagrada en la que los setenta y cinco minutos que se tarda en incinerar  un cadáver supone la diferencia entre  los sufrimientos de este mundo y la liberación de la próxima vida. Una filosofía que comparte con todos sus conocidos y amigos durante las veladas familiares.  En una de estas reuniones un antiguo camarada  del ejército le habla  sobre el  inminente control de  Checoslovaquia por parte de Alemania  es cuando  su extraña filosofía de vida  comenzará a retorcerse de modo que se adaptará perfectamente a las necesidades del nuevo régimen. Aunque para ello tenga que liberar del sufrimiento terrenal a unas cuantas almas.


Hace  19 años que  Karel  Kofrkingl y Lankme  se conocieron delante de  la jaula del leopardo. Hoy han formado una familia con sus hijos, su gato, y en la que  Karel desempeña un puesto en el crematorio local.  Lector asiduo  del libro tibetano de los muertos, considera su trabajo una labor sagrada en la que los setenta y cinco minutos que se tarda en incinerar  un cadáver supone la diferencia entre  los sufrimientos de este mundo y la liberación de la próxima vida. Una filosofía que comparte con todos sus conocidos y amigos durante las veladas familiares.  En una de estas reuniones un antiguo camarada  del ejército le habla  sobre el  inminente control de  Checoslovaquia por parte de Alemania  es cuando  su extraña filosofía de vida  comenzará a retorcerse de modo que se adaptará perfectamente a las necesidades del nuevo régimen. Aunque para ello tenga que liberar del sufrimiento terrenal a unas cuantas almas.


Adaptando una novela  de Ladislav Fuks, la película narra entre el terror y la comedia negra, el desarrollo de un personaje, ese incinerado r de cadáveres, concebido desde el primero momento como una figura inquietante.  La primera aparición de este, en el que su voz, monótona y pausada habla de su vida familiar idílica, y sus aspiraciones profesionales para el futuro, se alterna con un montaje de las fieras del zoológico, tan brusco e incoherente con el contexto del monólogo como los créditos que anuncian en fotomontaje, el comienzo de la historia. La estampa familiar de los cuatro miembros de su familia, deformados a través de una lente, presagian también esa visión distorsionada del orden social y a partir del cual se presenta a su protagonista. Karel (lo tratamos por su nombre de pila. Escribir checo es muy difícil), abstemio, no fumador, creyente en la filosofía oriental y devoto padre de familia. Pero también  asiduo visitante de burdeles, capaz de moverse sin complejos a través de la hipocresía social que él mismo practica, y también de retorcer sus creencias para adaptarse al nuevo orden imperante. Un personaje que habla con la misma zalamería de su labor como encargado del crematorio que delatando a sus empleados, o dando ese último paso en el que la ambición se mezcla con la locura y es capaz de sacrificar a su propia familia  en favor del cargo que, en un delirio casi mesiánico, cree estar llamado a desempeñar. 

El personaje interpretado por  Rudolf  Hrusínskky, de gestos untuosos,  que no duda en invadir el espacio personal de sus interlocutores, resulta siniestro en todos y cada una de sus apariciones. Un personaje que parece estar esperando el momento adecuado para explotar y al que solo su fachada de padre de familia, y el comienzo de una guerra, lo separan del destino que  Peter Lorre Mostraría en su retrato del  vampiro de Dusseldorf. Este, con su aspecto inquietantemente inofensivo, su pelo engominado (en ese corte que en mi pueblo llamábamos lametón de vaca) que atusa de forma casi inconsciente con el mismo peine que segundos antes, ha utilizado para adecentar un cadáver, es la figura principal a través de al que se prseese4ntan el resto de personajes,  desde esa familia que pronto desaparecerá de la escena a una serie de secundarios casi caricaturescos y propios del continente entre las dos guerras_: trabajadores demasiado ancianos para seguir en activos,  con problemas de hígado”, adictos a la morfina, empleados   incomodos ante la visión de un cadáver y mujeres vistas como  presa u objetos, al margen del estamento  familiar de su protagonista. Incluso el matrimonio,  enfrentado en una permanente discusión que parece interrumpir cada secuencia, pero que marca el tono de la película: lejos de un reflejo realista de como una ideología puede modificar el pensamiento de una persona, este se plantea como una comedia negra, con tintes surrealistas y que a partir de su segunda mitad se acerca al terror convirtiendo a su protagonista  en un asesino sin remordimiento, pero a través del cual la realidad se va mostrando distorsionada. La misteriosa figura femenina que aparece observándolo en los alrededores del tanatorio o la visión de su propio  doppelganger anunciándolo como próximo Lama, justificando su delirio. Este, finalmente apoyado  por un miembro del nuevo gobierno, hace que este último segmento sirva para  la transformación de su protagonista, primero asesino, ahora verdugo útil.


El blanco y negro de la película, donde recrea esos últimos años de la década de los treinta, alterna entre recordar al expresionismo (algo  bien traído teniendo en cuenta la época de la historia) y una filmación donde el uso de planos muy forzados, de lentes de ojo de pez y tomas distorsionadas lo alejan de cualquier representación realista y aprovechan esa forma de rodar, mucho más arriesgada y novedosa, que las tendencias anteriores.




El incinerador de cadáveres, desde sus primeros minutos, anuncia la extrañeza de cada una de las reflexiones de su protagonista, ese funerario devoto de su oficio que comenzará a verse a sí mismo  como a un agente liberador, pero también cada escenario, donde la familia y lo considerado correcto conviven de forma  paralela con su versión más sórdida.

jueves, 12 de junio de 2025

Lecturas de la semana. Series inconclusas


Hoy hemos asumido que habrá determinados libros que no llegaremos a ver terminados. Martin ha manifestado públicamente que dejemos de incordiar, y de Rothfuss nadie espera ni que empiece el tercer volumen de su crónica del asesino de reyes (da igual porque se supone que Kvothe iba a contar su historia en tres noches y en dos libros no ha pasado nada. Hala, ya lo he dicho). Pero, ¿qué pasa con aquellas que sí han tenido una continuidad, pero no traducidas? Narraciones originales, pero para las que los números no cuadraban como para continuarlas. Estas, además del factor económico, suelen caracterizarse por tratarse de historias con un personaje común, aunque autoconclusivas ¡, o con muy pocos cabos sueltos como para poder funcionar como un único libro sin continuarlo. Eso, con un poco de suerte, porque también puede darse el otro caso, en el que una saga con intención de continuidad queda condenada a quedarse ahí , con un final abierto. En este caso, una vuelta por las librerías de segunda mano ha traído muestras de ambas.


Steven Brust. Taltos. A Vlad Taltos, oriental, miembro de la casa Jhereg y como todos los de su raza, alguien inferior a ojos de los dragaeranos, le ofrecen dos miembros de esta raza un trabajo tan lucrativo como peligroso: adentrarse en la tierra de los Muertos y traer de vuelta el alma de uno de los miembros de su linaje. Un trabajo que, por su condición, es precisamente, un humano el que puede llevarlo a cabo. Aunque la especialidad de Taltos, además de unos cuantos trucos de brujería y el uso de la espada, sea más bien la de enviar a gente a l otro barrio previo pago y no al revés.

El personaje de Streven Brust fue originalmente publicado en Martinez Roca, al menos, los tres primeros libros de una serie que continua en la actualidad y anda por la veintena. Esta sigue las andanzas de Vlad Taltos, un honrado miembro de los bajos fondos en un mundo donde no solo existe la magia, sino dos razas distintas: los humanos, llamados Orientales, y los dragaeranos, quienes paradójicamente son los que se consideran humanos pero su longevidad y dominio de la magia , los acerca mucho más a los elfos de la fantasía tradicional. Y en la que se añade al escenario fantástico la animadversión entre ambas, aunque esta permita cierta convivencia. Una forma muy curiosa de añadir cierta nota de conflicto social para una saga un poco más centrada en la picaresca de eses protagonista, ciertamente un mafioso honorable, que en la alta fantasía.
Taltos sería la cuarta entrega, y planteada como precuela a las anteriores: la trama tiene lugar antes de los tres primeros libros y mezcla párrafos en los que se narran los primeros años del protagonista, así como sus primeros pasos en los bajos fondos. El estilo es muy rápido y aunque esto supone que sea fácil poder intercalar ambas líneas temporales, no es recomendable acelerar mucho leyendo, sobre todo tratándose de texto en inglés.
Aunque se incluya una parte de la historia del protagonista, de nuevo, este no es precisamente el nombre del viento: es muy breve, y el autor recurre mucho a jugar con elementos de la fantasía que el lector conoce por lo que le será fácil adaptarse e irlo hilando. Del trasfondo , aunque se ha ido desarrollando en los libros anteriores, también es fácil hacerse una idea, junto a los nuevos elementos que se van añadiendo. Tampoco es que se pueda meter mucha complejidad en una novela de ciento ochenta páginas donde parece que hasta los capítulos van tasado para pasarse de extensión. Y la trama, en comparación a este trasfondo y un poco el carisma de su personaje, es casi una historia bastante sencilla donde se juntan unas cuantas peleas callejeras, giros sorpresa y una resolución cerrada. Una novela simple, muy episódica, y en la que lo más atractivo, más que esa trama, es la presencia de ese mafioso que se toma su trabajo como un oficio más, en un mundo donde lo fantástico no impide que sus personajes tengan que convivir con situaciones tan anodinas como organizar gastos, pagar sus impuestos…o evitar una paliza de sus acreedores.


Barbara Hambly. El espíritu del mago oscuro. Cuando Joanna, una programadora que trabaja en uno de los múltiples proyectos del gobierno n una oficina de los Ángeles, es asaltada durante la noche por una figura que desaparece sin dejar rastro, no sospecha que ese sería solo el comienzo de un viaje que la llevaría aun lugar muy lejos del mundo que conocer: arrastrada al otro lado del Vacío junto a Caris, un guerrero, y Antryg Windrose, encarcelado durante años por ser el último discípulo de Suraklin, el mago que estuvo a punto de destruir el imperio de Ferryth, esta busca una forma de regresar a su mundo, pero también de detener a las criaturas que amenazan el hogar de Caris y Antryg, y cuya aparición parece hacer temer que Suraklin haya vuelto.

Hambly cuenta con varios libros publicados en España, una gran mayoría, en Timun Mas. Dos de sus novelas, Cazadores nocturnos y Vencer al dragón, también forman parte de series que se quedaron en un único libro traducido…afortunadamente, su carácter auto conclusivo hizo que pudieran funcionar igual. No ha sido el caso de El legado de Suraklin, una trilogía que se quedó en este único tomo publicado en la colección de Fantasía Épica, en la que lo mismo convivían novelas de franquicia con autores y sagas más interesantes, que se revalorizarían años después. En esta, Hambly utiliza el tema del viaje entre mundos, que había planteado previamente en El reino de Darwath, afortunadamente, publicado en su totalidad. Una idea que parece ser tan propia de los ochenta (también utilizada en El tapiz de Fionavar) como la presencia de clanes ninja hasta debajo de las piedras (empiezo a echar en falta que esos fueran nuestros únicos problemas).

Una parte de la trama se dedica a desarrollar un poco e mundo, que en lugar de limitarse a un escenario fantástico medieval, intentan avanzar un poco mostrando una sociedad donde la magia y un estamento religioso mantienen una convivencia muy precaria y donde el mundo parece estar a punto de entrar en una revolución industrial, siendo la electricidad una energía que tanto la ciencia como la magia utilizan. Esta describe l viaje de los personajes a través del reino, que sirve para desarrollar un poco a los protagonistas, el escenario, y también estableciendo la trama romántica entre dos de ellos. Una bastante personal no por lo intimista sino porque es bastante similar a la que se narraba en El reino de Darwath, y que la descripción de Joanna, la protagonista, guarda un sospechoso parecido con el aspecto físico de la propia Hambly. Salvo esta parte quizá un poco más predecible, la idea de la trilogía, o al menos, de ese primer libro, supone una vuelta muy curiosa a la idea de la similitud entre la magia y la ciencia, sobre todo, a los procesos informáticos que se describen y que entonces, no solo estaban muy lejos de lo que se alcanzaría 40 años después, sino que precisamente, por su novedad y potencial, producían un poco esa sensación de ser casi magia.


jueves, 5 de junio de 2025

Until Dawn (2025). Un, dos, tres, repita otra vez.

 


Los videojuegos se han convertido  ya e n un material para el cine a la misma altura que el comic o la literatura. Tanto en variedad y presencia de estos como…la misma posibilidad de  convertirse en una buena producción o un desastre. La buena de recepción de Fallout o Las of us coincide con adaptaciones tan poco afortunadas como Borderlands. En  cambio, el terror se queda un poco atrás:  igual de lejos que la versión en cine de Silent  Hil y  que  cada tres años, se estrene algo nuevo de Resident Evil, sin mucha fortuna, aunque  este género también sea muy popular en las consolas. Es precisamente uno, relativamente reciente (lanzado  hace  diez años,  poco en comparación a la as anteriores franquicias), y cuya temática difería del survival horror que se hizo popular décadas atrás,  el que ha sido adaptado al cine. Un juego que no solo se separaba de ese formato sino que  su principal característica era  su inspiración más que evidente en muchos  tópicos del cine de terror moderno, haciendo que su estreno, más que una adaptación, sea un poco una vuelta a los orígenes.


Un grupo de amigos emprende un viaje siguiendo  los pasos de la hermanas de Clover, quien desapareció hace más de un año. La ruta los lleva hacia Glore Valley,  una localización oculta tras un muro de lluvia en el que solo encontrarán un centro de visitantes vacío. Cuando cae la noche, estos son brutalmente asesinados para, inmediatamente después, aparecer en el mismo lugar, recordando lo sucedido. A partir de entonces, cada noche se repetirá, enfrentándose cada vez a  una situación distinta tras la que  regresarán con sus cuerpos y sus mentes  dañados por el trauma. En cada repetición, estos descubrirán algo que puede servirles para poder sobrevivir: deben llegar vivos al amanecer. Pero ninguna de las víctimas anteriores  ha sido capaz de resistir el ciclo de muertes durante más de trece noches.



Esta versión de Ulntil Dawn es muy distinta al videojuego. Este, una ventura  orientada a las consecuencias de la toma de decisiones y como afectaban  a las trama y relaciones de los personajes, por encima de mecánicas como disparar o resolver puzles  (lo que no impidió que se me muriera hasta  el apuntador. Eso sí, todos fueron buenas personas y amigos hasta el final) esto venía acompañado por una trama donde lo más característico era el uso de elementos y escenarios del cine de terror, muy referenciales y que dependían del  conocimiento del jugador. Así, las treinta y cinco horas de juego a las que lugares   como caserones aislados, tragedias y guiños al slasher,  suponían que  la adaptación a otro medio fuera un tanto difícil, salvo que se optara por una versión literal y rutinaria.  La alternativa fue otra: tomar elementos  propios de la trama, como las referencias cinematográficas, la dinámica de grupo o determinados escenarios, para desarrollar una historia distinta. Dese este modo, el punto de partida será similar (en este caso, un grupo de amigos  se reúnen en un lugar marcado por una tragedia personal) y contarán con un personaje común como nexo de unión con el juego.(en este caso, el doctor Hill  que interpretó, e interpreta,  Peter Stormare,  aún con ciertas variaciones (junto a un guiño a uno de los protagonistas originales del juego,  Rami Malek).


Este tomará  como referente principal, más que  el propio  juego, dos películas:  Cabin in the Woods y Feliz día de tu muerte.  Aunque de forma indirecta, la importancia de la toma de decisiones está presente en el guion. Estos están presentes mediante el uso de elementos  que se emplean como arquetipos (en este caso, el psicópata enmascarado, la bruja o los caníbales inhumanos) y en la estructura de repetición en la que los personajes  obtienen información, marcado por ese horizonte de vidas, u oportunidades limitadas en cada intento.

Esta también emplea la autoconsciencia: los personajes  enseguida reconocen esta anomalía  como algo  que han visto previamente en el cine y  comenzarán a actuar  en consecuencia a este conocimiento, una decisión acertada teniendo en cuenta la hora y cuarenta minutos  de metraje en la que no es posible perder  tiempo preguntándose qué  ha pasado. Esta se resolverá rápidamente reduciendo las otras opciones  pistas obtenidas mediante grabaciones previas, a y a través de las cuales aparecen  una gran cantidad de guiños a otros clichés del terror: desde el  propio  found footage proporcionado mediante pistas hasta  el terror analógico e incluso los kaijus. Aunque interesante, este resulta un poco atropellado haciendo que el guion transcurra en su primera mitad a través de escenarios clásicos,  para lanzarse hacia un desenlace  acelerado (además de  que en esas escenas se quedaron elementos más interesantes que el truco del agua explosiva con el que resuelven el final).


Tratándose de una producción muy visual, donde lo importante son tanto las secuencias terroríficas como esos escenarios  recurrentes, la película hace algo muy bien: el uso de los efectos especiales. Estos  recurren a trucos  más prácticos donde tanto los monstros como las situaciones tienen una consistencia muy real, lejos de la infografía, y casi artesanal. Algo adecuado para una producción que lo que pretende es recurrir a elementos reconocibles del género: todo tiene un aspecto de decorado sólido, con un punto  un tanto irreal necesario para el planteamiento de la trama, pero que funciona muy bien para una película que no innova en nada, sino que  procura hacer bien su trabajo.

Aunque este componente de terror “del de toda la vida” funciona, no pasa lo mismo con el grupo protagonista. En  el juego la caracterización de estos era importante, además de ser algo que se iba construyendo según las decisiones del jugador, pero que a en este caso se recude a  un a un grupo genérico, con un par de rasgos básicos y trauma de fondo en el que precisamente, el tono referencial hace que estos parezcan cuatro arquetipos: historia común, final girl, mejor amigo, médium y rompecorazones. No molestan, pero tampoco despiertan interés y quedan muy lejos de la caracterización que disfrutaron los personajes de Cabin in the  Woods, que no deja de ser la referencia principal de este Until  Dawn.



La gracia del videojuego era poder protagonizar esos escenarios de películas que el jugador conocía, y que seguramente consideraba que podía resolver mejor que el protagonista de estas. Algo que no  tendría mucho sentido con una adaptación literal de la historia. Esta versión, más  libre, y en la que los elementos del juego aparecen de forma indirecta, es una alternativa original, una decisión similar a la primera adaptación de Resident Evil  que da pie a interpretarla como una historia paralela o anterior a la principal. Y que función, como película entretenida, poco ambiciosa y con buenos efectos, pero que no es la más adecuada si se busca algo original o más complejo.

Este es un blog cat-friendly

Este es un blog cat-friendly
...Por si quedaba alguna duda