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jueves, 9 de mayo de 2024

Mark Samuels. La era del futuro degradado. El porvenir es color estática

 


Se va notando que han pasado casi cien años desde el fallecimiento de Lovecraft: este ha dejado de ser “la” influencia  del terror posterior a 1940 para convertirse en una de las influencias. El terror cósmico fue dando paso a su versión menor pero igual de inquietante, el weird. Y Thomas Ligotti empieza a sonar no solo como escritor sino como referencia  para las siguientes generaciones: El secreto de la ventriloquía de Jon Padgett, es casi un homenaje al este. Laird Barron lo menciona de forma indirecta e incluso le proporciona una aparición en su relato More Dark..y, conociendo a Ligotti, ha sido lo más lejos que ha debido salir de su casa en 30 años. Aunque en algún momento, el Rarito de Detroit sale de su mutismo y es capaz de pronunciarse sobre algún escritor reciente. Y para que este señor salga a decir algo, el libro ya puede ser bueno. O por lo menos, despertar mucha curiosidad.


Este ha sido el caso de Mark Samuels, escritor británico fallecido unos meses antes de que Valdemar publicara una antología suya en castellano. Esta, con el título de uno de sus relatos, recoge unos quince relatos aparecidos previamente en  recopilaciones que abarcan unas dos décadas de producción literaria.


Este lo convierte en uno de los escritores más recientes en aparecer en la colección Gótica, junto a Thomas Ligotti con quien guarda alguna similitud derivada de esa influencia reconocida por  Samuels. Influencia que es mucho más marcada en el cuento  que abre el libro: Maniquíes en los aspectos del terror. Casi un homenaje  en el que  no faltan los tópicos característicos de la narrativa de Ligotti: ciudades deterioradas, edificios vacíos, un narrador que actúa más como testigo que como protagonista y  adelanta el título, maniquíes utilizados como atrezzo macabro y un intento de reflejar esa sensación de extrañeza y pesadilla del terror weird.


Cada escritor tiene sus temas recurrentes, algunas veces, reconozcámoslo también, rozando el tópico o el chiste. Ligotti no sería Ligotti sin las ciudades desvencijadas, Padgett utiliza la ventriloquía como hilo conductor de su libro de relatos y como una suerte de magia negra, y en Samuels, conceptos tan distintos entre sí como el moho, las formas de vida fúngica, y el ruido de estática de las emisiones analógicas. Conceptos que, aunque sacados de su contexto parecen un poco “cada escritor weird con su neura”, Samuels utiliza como un continuo, algo para describir una fuerza animada capaz de acabar con otras formas de vida, carente de consciencia pero con voluntad de supervivencia propia. Y que  aparecen en distintas situaciones como las criaturas  parasitarias de Vrolyck, una fuente de contagio que afecta por igual a cuerpo y psique en Cesare Thodol o el horror cósmico en su   versión más tradicional, descrita en El moho negro.


De forma similar utiliza algo tan aparentemente anodino como la estática, esa niebla gris acompañada de un ruido blanco bastante estridente propio de la tecnología analógica y difícil de evocar para los nacidos después de los noventa, que emplea  como medio de comunicación o de contagio entre mundos, o como una forma simbólica de un vacío (bien como un posible infierno, o un futuro muerto). Recursos  que quedan reflejados en Interferencia externa y La era del futuro degradado.

Aunque estos elementos aparezcan en la mayoría de los cuentos de la colección, Samuels no se ha quedado limitado al weird y al horror cósmico. Se nota que había tenido tiempo de desarrollar una carrera y pulir un estilo, en el que más que el propio Ligotti,  cuenta con muchas más referentes, que sorprenden encontrar en una corriente literaria tan centrada en si misma como suele ser el fantástico anglosajón.  No duda en mencionar abiertamente a Grabinski, Ewers y  autores europeos de entreguerras. Kafka se asoma a menudo en sus relatos, mediante protagonistas que  sin ser únicamente una voz en la narración, asisten desvalidos a situaciones donde el horror y el absurdo conviven. El abogado de Regina contra Zoskia,  heredero de un pleito entre loa responsable de un manicomio y el resto de mundo, no desentonaría en las oficinas donde se desarrolla El proceso. Las referencia a lugares indeterminados de Europa, y a la atmósfera entre el sueño y lo real, están también presentes en la plaza de media noche o Dentro del complejo.

Igual que, sorprendentemente, la revisión de temas clásicos. La posesión, la comunicación con los muertos, pasados por la visión de Samuel, la suplantación de identidades o el terror tradicional aparece también en Las manos blancas, Apartamento 205 o Centinelas. Y uno de los aspectos más destacables de Samuels, al menos en esta selección, es que este consigue demostrar que no es un escritor limitado a determinados temas y lugares fijos. Este es capaz de probar con planteamientos distintos de los habituales, algunos propios de la ciencia ficción, como el virus que se transmite a través del lenguaje en Tyxxloqu (nota: revisar este fin de semana la película Pontypool) e incluso desarrollar en un cuento, con una estructura mucho más lineal que las anteriores, una mezcla de horror cósmico con giros más propios de la serie B. Porque la sensación que deja La niebla carmesí es que ese escenario no desentonaría en una entrega final de la Trilogía del apocalipsis de John Carpenter.

Posibles ideas para próximas portadas


Es una lástima que a Mark Samules se le haya tenido que conocer a título póstumo, y que su carrera  haya quedado sin algún texto un poco más largo que sus colecciones de relatos. Queda, al menos una interesante antología, más variada que lo que su recomendación por parte de Thomas Ligotti podría haber hecho esperar. Y aunque la portada de la edición española no haya sido tan desafortunada como la elegida para Canciones de un soñador muerto, la que han decidido en Valdemar demuestra que en la editorial tienen un sentido del humor muy raro: he pasado todo el libro meditando acerca del parecido entre el personaje de la ilustración y Mariví Bilbao en La que se avecina.

2 comentarios:

Anacrusa dijo...

Si Valdemar decide publicar tu libro, mejor ir dejando testamento xD.

La verdad es que no conozco de nada al autor. No me suena de ninguna antología y después de ver que lo publicó Valdemar busqué un poco y tampoco hay demasiado. De hecho la edición inglesa de este libro tampoco es fácil de conseguir.

Lo del moho y las formas de vida fúngicas sólo se entiende si vives en regiones húmedas, como Reino Unido o el norte de Esapaña. Así se explica lo de la araña gigante de Tolkien xD. Nada que no solucione un deshumidificador y algo de insecticida. A ver quién se atreve a escribir un relato sobre deshumidificadores poseídos.

Lo de que cite a Granbinski y Ewers es de hacerle la ola. Del primero sí que hay cositas en inglés, Valancourt publicó un libro suyo hace poquito. Pero lo de Ewers es de nota.

Otro libro que va para la saca en cuanto termine "El traje de los domingos", que me tiene enganchado.

Lo de Mariví Bilbao no lo vi venir xD.

Renaissance dijo...

Respiré tranquila cuando vi que El hombre sin nombre de Laird Barron lo había publicado La biblioteca de Carfax y no Valdemar, que el hombre ya ha estado a punto de doblar la servilleta XD.

Reconozco que Samuels, antes de que la editorial anunciara que lo iban a publicar, no me sonaba en absoluto. Pero con un título como La era del futuro degradado, tenía que estar bien sí, o sí. Parece que ha escrito mucho en editoriales pequeñas, y se mueve por circuitos similares a Ligotti. Lo cierto es que la antología me ha gustado mucho pero me temo que entre su fallecimiento y lo minoritario, se nos va a quedar en una antología anecdótica. Además, me ha gustado que este vuelva la vista hacia el fantástico europeo, a menudo menciona países del este y a señores europeos de entreguerras, lo que siendo un autor británico, es casi una rareza. El fantastico en lengua inglesa tiende a mirar mucho hacia sí mismo, es más una corriente separada del fantastique o lo que se hacía en el continente.

Y recuerdo desbloqueado, aunque este, más que magdalena de proust, es de neurosis de guerra: la pedazo mancha de humedad que había en la habitación de mis padres, imposible de sacar por mucha pintura antihongos que echaran, y que parecía estar a un mal día de empezar a sacar caras de Belmez. Cada vez estoy más convencida que el moho es el primo cani y chuleta de ese musgo tan bonito que se puede ver en las excursiones al campo XD.

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