Este año parece que me estoy poniendo al día con el sector
público: si en los últimos libros aparecieron bastantes detectives, esta semana
le toca a la policía. Aunque en este caso, no podían ser más distintas, porque
uno es un thriller en toda regla, y el otro las simpáticas aventuras de un
animalito detective. Ahora que lo pienso, en ambas aparece una universidad, y
ninguna muy bien parada. Parece también que por coincidencias, que no quede.
Jean Christophe Grangé. Los ríos de color púrpura. A finales
de los noventa se estrenaron en Francia varias películas de misterio y
aventuras que gozaron de un éxito merecido. Los ríos de color púrpura, El pacto
de los lobos y Vidocq eran originales, macabras y se alejaban de muchos clichés
habituales en el género que provenía de Estados Unidos. Lo que también tenían en común estas tres
producciones era su autor, responsable de las novelas que inspiraron las dos primeras,
y el guión de la última.
En el caso de Los ríos de color púrpura, la versión
cinematográfica difería en varios aspectos del texto original, manteniendo la
trama principal del libro: dos policías investigan una serie de asesinatos en
una comunidad montañosa de Francia. Las víctimas, mutiladas y colocadas en
posición fetal, provienen de una prestigiosa universidad situada en el lugar.
Esta es famosa por la calidad de su enseñanza, pero también por el aislamiento
de su profesorado: durante generaciones, muchos estudiantes se han convertido a
la vez en profesores y formado familias con sus compañeros de estudio y
trabajo..Una versión mucho menos metafórica de la endogamia en las
universidades, pero que conduce a los personajes a lo que ha sucedido en la
localidad: las tasas de mortalidad entre los niños durante las últimas décadas,
la aparición de unas huellas en la escena del crimen de alguien que falleció
hace años y una nota donde se hace referencia a los ríos de color púrpura.
En este caso, el libro me ha gustado más que la película,
vista hace unos cuantos años. Aunque esta captaba muy bien la atmósfera de la
historia, en el texto resulta mucho más opresiva, y donde cualquier elemento
aparentemente apacible esconde una realidad más oscura: desde la universidad y
sus secretos, hasta el pueblo, un lugar apartado donde los cabezas rapadas son
un problema común, pasando por el escenario, en el que el aspecto de paisaje
idílico oculta también la contaminación derivada de la actividad industrial de
la zona. Incluso los personajes principales resultan muy poco amables, el único
motivo por el que son positivos es porque están del lado de la ley: ambos
policías tienen un carácter un tanto nihilista, casi obsesivo con su trabajo y
también una importante carga de violencia reprimida. Lo único que los mueve es
el cumplimiento de sus funciones y la tendencia a aislarse de otros personajes,
incluso lo que aparecen retratados de una manera más amable. Incluso el
desenlace, pese a contar con la correspondiente resolución del enigma, es mucho
más desesperanzador y trágico de lo que esperaba en una novela de intriga, pero
también muy adecuado. No es precisamente una lectura optimista, pero sí una que
atrapa casi desde la primera página, y que me ha animado a comprobar si El
pacto de los lobos de Grangé también está a la misma altura.
Jiro Akagawa. Los misterios de la gata Holmes. Con un título
así, era imposible no fijarme. Y con la portada, donde aparecía retratada una
bonita gata tricolor, todavía más. Por lo visto Holmes y el desastroso policía
Katayama, apodado Princesita por sus compañeros dada su aversión a la sangre y
su torpeza, son unos personajes de éxito en Japón, donde la serie de libros ha
cumplido sus treinta buenos años y cuenta con adapciones en televisión y manga.
El primer volumen de la saga sirve para presentar a ambos, a
partir de un caso por el que el detective debe acudir a una universidad
femenina: una de sus alumnas ha sido brutalmente asesinada, y se sospecha que
puede estar relacionado con las actividades de prostitución a las que algunas
estudiantes se dedicaban. Entre sospechosos y posibles aliados, conoce a
Holmes, la gata del rector, quien demuestra una sorprendente perspicacia a la
hora de señalar al protagonista aquellas pistas que pueden ayudarle a resolver
el caso. Lo de sorprendente, porque cualquiera que haya tenido gatos sabe que
cuando no están de quiero, no se enteran de que tienen comida en el plato
aunque la tengan delante. Además, como decía Jean Cocteau, no hay gatos
policía.
Pese a contar con una trama policial de carácter más serio,
el tono del libro es más ligero, y cuenta con momentos cómicos bastante
efectivos, como el protagonista dando por error la lista de la compra en lugar
de una dirección a un taxista, o el vigilante del colegio mayor aficionado a
las obras y fanático de las gruas. Dentro de esto, lo más simpático es la
propia Holmes, cuya actitud recuerda un poco a otras ficciones con animales
como Rex el perro policía: señala con la pata, maúlla e indica las pistas que
su compañero ha pasado por alto.
La historia es divertida, sus personajes son entrañables, y
por eso no es difícil entender su posterior éxito. Aunque en algunos aspectos,
parece que los años desde que se publicó la primera entrega se notan un poco:
las actitudes de algunos personajes son sorprendentemente machistas para el
lector actual, donde a las pocas páginas se encuentra con la preocupación del
protagonista por si su hermana se casa y al cuidar de otro hombre, ya no lo
puede cuidar a él, y especialmente, la forma de actuar de secundarios como las
estudiantes o parte del profesorado. Tratándose de una novela policiaca tirando
a cómica, estas situaciones resultan hoy bastante chocantes, aunque no pasan de
ser una curiosidad más, como podrían serlo muchas de las situaciones que pueden
leerse en una novela pulp de los años 30. Y, dada su brevedad, su
entretenimiento, el hecho de que las segundas entregas tienen la ventaja de
conocer ya a los personajes y porque, sí, aquí un gatico es un punto a favor,
espero poder leer alguna aventura más de Holmes y Katayama.
2 comentarios:
A la gata Holmes hace tiempo que le había echado el ojo... xD
A mí fue lo que me convenció para empezar el libro. Porque el detective humano es un manta como pocos XD.
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