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jueves, 28 de noviembre de 2024

Lecturas de la semana. Antologías reacondicionadas

 


No hay  visita a librería de segunda mano sin que salga de allí con alguna antología de relatos.  Los que hace años aparecían en Todocolección a precios astronómicos  han ido asomándose a tiendas físicas a tres o cinco euros, haciendo que me plantee si el acceso a la versión digitalizada de estos libros descatalogados hace muchos ha tenido algo que ver, si  hoy  no hay tantos lectores interesados en estas colecciones o si los de la mano invisible tenían razón y el mercado se regula solo. En todo caso,  Bruguera  sigue siendo un poco ese lugar seguro  de selecciones adquiridas a  editoriales anglosajonas o belgas,  troceadas y  remontadas en muchos casos haciendo que convivan  relatos de Tolstoi  con uno de  Jean Ray. Y las de Martinez Roca,  esa selección de terror de los ochenta donde años después  reconocería a muchos de los nombres que a parecen en su índices.


Laurette Pizer. Las mejores historias siniestras. Los nueve relatos de la antología  Stories  Sinister & Strange son solo una parte de los veintisiete que Bruguera  incluyó en su edición. Esta   era una selección  de relatos marcados por lo insólito, sin que este tenga que ser necesariamente sobrenatural,  y por historias donde la suspensión del realismo adquiere un matiz siniestro. A además de tratarse en gran parte, de relatos escritos por autores  cuya carrera ha estado orientada hacia la narrativa realista e incluso a la descripción casi periodística.  Miriam, de Truman Capote, es la primera  que el lector puede encontrar en un cuento  donde la aparición de una niña en la vida de la protagonista, sin el menor componente siniestro en apariencia, adquiere un tono inquietante.  Qué era aquello, de Maupassant, se mueve entre lo real y la locura propio de su autor, y Lappin y Lappinova de Virginia Woolf relata mediante la  huida hacia la fantasía de la protagonista, el final de una relación matrimonial.  Una antología en la que ha incluido autores europeos y  japoneses, quizá por la tendencia de muchos de ellos a moverse en esa línea que separa lo real de lo extraño.  A Tolstoi,  Olesha, Ryosuke  Akugawa e incluso Borges se le añaden, a la selección de  Bruguera, un  primer relato de Herman Hesse, narrando una mezcla entre magia y fe,  un crimen perfecto de  Katherine Mansfield, la visión, casi cercana al eroguro, del arte de tatuar narrado por  Juichiro Tanizaki y una selección igual de variada  donde si bien  hay narraciones abiertamente fantásticas como  El ascensor al infierno de  Par  Lagorkvist o  El doble de Susan Sonntag, mantiene una  coherencia similar a la de la colección original de Pizer, , con relatos de Thomas  Mann,  Robert Graves o Roald Dahl.


Si las colecciones de  Bruguera siempre tenían ese punto caótico, como de corta y pega   con lo que había en archivo,  y  que esto se haya coinvertido en uno de sus principales atractivos,  en este caso, el resultado de estas historias siniestras es sorprendente: los relatos añadidos  mantienen cierta línea similar  con la primera selección, haciendo que esta mantenga una unidad temática superior a las  Selecciones Horror.


Charles L. Grant. Las mejores historias de  terror  II y III. Aunque había mencionado alguno de los dos tomos en otra entrada, estas  dos entregas de  Súper Terror de Martinez Roca son en realidad  la antología  Nightmares, publicada en Playboy  Press en 1979.  El prólogo, publicado en el volumen II de la edición española, no manifiesta ninguna intención en cuanto a tema sino  una aproximación un tanto general a la idea del miedo a y la intención de que los relatos  elegidos ”asusten” al lector como lo había hecho el terror clásico.



Esta es una selección de  autores recientes, al menos entonces,  como el Soportar a los niños de King que  da comienzo a la colección, y donde se encuentran escritores  conocidos por el lector gracias , precisamente, a las antologías de Roca de esa época: Dennis Etchinson, con un elegante cuento sobre vampirismo, seguido de la aproximación, más ambigua, a al mismo tema  por Chelsea Quinn  Yabro. Y  lo menos conocido, como  tan breve como efectivo, de Bill Pronzini,  muy deudor del estilo efectista de los comics de la EC, una aproximación a la ciencia ficción con  La anacoreta de Beverly Evans (de nuevo,  estas colecciones era a menudo  la  forma de descubrir autoras que no fueran  Anne Rice) o los asesinos en serie de  Barry N. Malzberg.

La segunda parte de la antología comienza con un relato de Richard Christian Matheson, que recuerda inevitablemente a  El diablo sobre ruedas. Una segunda mitad en el que además de  otro conocido como Ramsey  Campbell, que siempre me ha gustado más como escritor de relatos cortos, se caracteriza  por  una mayor tendencia al humor negro  o la justicia poética:  Los amantes fugitivos de Ray Russell recuerda en la ironía de su desenlace a las Historias de terror del ciclo Poe de Corman. El personaje de  Lo mató con un palo de William  F. Nolan  recibe el final que merece todo maltratador de animales, No puedo dejar de decir adiós de   demuestra, al igual  que el cuento de  King, que los niños dan un mal rollo tremendo, y  La criatura (The Ghoul en el original), cierra la colección con  mucho humor negro  y planteando uno de los mayores  temores desde que la edad de jubilación empezó a  atrasarse por el bien de la economía: ¿y si los gobernantes descubrieran los beneficios laborales dela nigromancia?

La antología  quizá es un poco  menos actual que  las publicadas habitualmente en  Súper Terror,  que recurría a  selecciones con  lo mejor del año de publicaciones estadounidenses dedicadas al terror y al fantástico, pero precisamente, esa variedad y un poco, la falta de temática común, hacen que sean  de esas lecturas  para arreglar una tarde.  

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