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jueves, 21 de septiembre de 2023

El coco (2023). El monstruo (que salía poco) de debajo de la cama

 


Uno de los primeros miedos para cualquier niño es su propia imaginación. Cuando la luz de la habitación se apaga, las siluetas en la penumbra pasan de ser un montón de ropa a algo más. Y cualquier crujido de la madera puede significar que algo anda cerca. Identificado como uno de los primeros temores atávicos, la oscuridad, personificado en este caso como el coco, el monstruo de debajo de la cama, del armario, de las sombras, ha sido utilizado como en muchas narraciones de terror infantiles, pero también como una interpretación de los miedos adultos. En concreto, Stephen King  recurría a este en el relato del mismo nombre, como una interpretación de todos los terrores que cualquier padre primerizo (especialmente cuando esta paternidad es involuntaria)(, sufre, combinado con la posibilidad real de la existencia de algo monstruoso. Un relato breve que, como muchos otros que aparecían en El umbral de la noche, resulta difícil imaginar adaptado al medio audiovisual, aunque finalmente le haya llegado el turno este año con una versión que recurre a varios de  los elementos originales, ampliando un poco más, quizá para alcanzar la categoría de largometraje, lo que King había escrito hace más de treinta años.


El coco es la criatura que, según Lester Billings, asesinó a sus hijos uno por uno, durante la noche. Este, atormentado por el miedo y la culpa, acude a la consulta psiquiátrica del doctor  Harper, intentando convencerlo de la existencia de una criatura cuya presa son los débiles y aquellos que sufren el dolor de la pérdida. La visita, que termina con el suicidio de este en la misma cas adonde el doctor atiende a sus pacientes y vive con sus dos hijas, es otro golpe a una familia  que todavía no ha superado  la muerte de  su esposa y madre de Sadie y Sawyer. A partir de entonces Sawyer, la menor de ambas, verá aumentados sus terrores nocturnos con la presencia de una sombra que se desliza por los rincones oscuros de la casa. Y que, según asegura, esta guarda un inquietante parecido con el dibujo que Billings entregó al padre de las dos antes de quitarse la vida.



Aunque adapta de manera reconocida el relato del mismo nombre de Stephen King, eta cambia el protagonismo hacia un  personaje distinto. Si el cuento era el testimonio de un padre en la consulta, cerrado con un final incierto muy deudor de Twilight zone, el papel protagonista lo tendrá la familia  Harper ante una criatura que ha elegido a sus víctimas  debido a la debilidad de estas. Según el desarrollo del monstruo, es el duelo no resuelto y el dolor lo que los convierte en presas. Un enfoque psicológico un tanto distinto al del relato, donde la paternidad se planteaba como algo no deseado y a que el testimonio de su protagonista sugería una explicación real e inquietante. En este caso, será el de la familia estructurada (frente a la unidad familiar rota y en el umbral de la pobreza del matrimonio Billings) que afronta la pérdida de la madre en algo tan anodino como cercanamente  posible como un accidente, recayendo el foco en la incapacidad de los protagonistas para asumirlo.


En este caso la figura, y especialmente el diseño muy velado y mostrado en escasas ocasiones, del monstruo, es lo más interesante. Si en el cuento este se limitaba a ser una figura abstracta, un monstruo al que se3 le ha dado un nombre, aquí se le dota de un trasfondo ancestral en el que se habla de la antigüedad de la criatura como algo que puede haber nacido de los p4rimeros miedos humanos y adoptado  con el paso del tiempo (como la capacidad que manifiesta de imitar voces humanas). Un transfondo muy cercano  al creepypasta y al folkore moderno que acaba desaprovechado en favor de una trama rutinaria. El noventa por ciento del metraje consiste en la familia deambulando por la casa, haciendo referencia a la tragedia personal y mostrando secuencias cotidianas, que van rellenando minutos entre aparición y aparición del monstruo que da nombre a la película, pero que parece algo secundario en una historia que no tiene claro lo que quiere ser. Esta parece no querer meterse de lleno en el terror directo y quedarse como una película con monstruo genérica, pero igual de genéricos son  sus personajes, que parecen un trámite para que esta pueda pretender ser algo más que terror sobrenatural.

Una ejecución bastante rutinaria para tratarse de una cinta dirigida por Rob Savage, responsable de una  película de terror rodada durante la pandemia con más imaginación que medios como fue Host, o aquella locura entre mascarillas y personajes negacionistas horribles que fue Dashcam.



Aunque el ritmo es adecuado, el desarrollo también adolece de esta aproximación un tanto sosa a la historia: tras una primera parte de escenas cotidianas, hacia el desenlace  el tono cambia y se convierte en una secuencia de caza y persecución, con un mayor cantidad de  sustos y donde, tras todos los intentos de ser una producción más sutil, decide mostrar directamente a la criatura que debería haberla protagonizado y demostrar una vez más, como esta ha sido desaprovechada. Unos escasos minutos para mostrar en primer plano un diseño muy acorde con ese trasfondo que se había creado, y contra el que se usa el primer elemento que constituye su debilidad: en este caso, el fuego no solo como fuente de luz sino para eliminar, tanto el monstruo como los objetos que ataban a los protagonistas al pasado.  O quizá, una forma de terminar  rápido una historia que  no acaba  de funcionar del todo. Se le prende fuego, y a otra cosa.

El coco (sigo siendo incapaz de referirme a este asustaniños como boogeyman), se convierte en una de esas películas que acaban siendo menos de lo que prometían. Ejecutada correctamente, esta se queda en una cinta de sus pensé, con algún sobresalto, en la que las escasas referencia a los miedos atávicos  de los niños y sus padres resultan algo anecdótico.

2 comentarios:

Anacrusa dijo...

Salvo que la cosa se arregle un poco el mes que viene con Sitges, vaya año más flojo de terror que llevamos. A ésta de Rob Savage le tenía muchísimas ganas y me ha dejado un poco meh. Claro que peor ha sido lo de André Øvredal y "El último viaje de la Deméter".

El "filtro Netflix" se ha cobrado otra víctima más con Savage xD. Del mundo de guerrilla de donde venía quedan algunos planos y movimientos de cámara, pero también le han encasquetado una fotografía que dice a kilómetros "Netflix". Y aunque al final de la película amague con un giro a lo "The Twilight Zone", este no puede ocultar el final feliz con el que acaba la historia: duelo superado, familia feliz.

La película no me parece un desastre como he leído en algunos sitios, pero sí anodina, como dices en tu entrada. Si le sumas las ganas que tenía de verla por venir de quien viene, pues ha sido un poco decepción. Me sirvió para echar la tarde de ayer, así que tampoco me voy a quejar mucho xD. A ver qué nos trae el año que viene el bueno de Savage.

Ahora en serio, ¿qué está pasando este año con el terror? xD. La única peli que recuerdo de decir "cómo mola" es la de "Talk to Me", y tampoco ha sido un locurón.

Renaissance dijo...

La verdad es que este año, salvo el estreno de 30 Monedas (que ya se que el primer episodio va a ser la caña, y después va a tirar a irregular, pero me gusta igual XD), tampoco me he encontrado nada que haya destacado mucho. Lo máximo que estoy pidiendo ya es que me diviertan y no sean demasiado pretenciosas, pero lo que se ha estrenado, nada que ver con la hornada de películas que salió hace un par de años.

Empiezo a pensar que Netflix es un poco el nuevo telefilme, porque la realización es muy similar en todos, y en el caso del Coco, elimina todo lo desolador que tenía el relato original para desarrollar una historia de familia bien avenida y trauma superado. Nada que ver con Lester Billings, para el que una criatura monstruosa asolando en los armarios de su casa era el menor de sus problemas..

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