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jueves, 9 de mayo de 2019

La espía roja (2019). La espía que me robó el abrigo


Esta es la historia de cómo quise ir al cine y acabé viendo una película distinta, no una, sino dos veces en el mismo día. Shazam llevaba ya demasiado tiempo en la cartelera y en la última semana fue relegada al pase nocturno. La siguiente opción era, como era de esperar, las tres horas de Los Vengadores, esperando que la sesión de cuatro garantizara el tener plaza, pero muchas personas habían tenido la misma idea y las entradas se agotaron pronto. Plantada delante de la taquilla, y sin intención de esperar al siguiente pase, decidí tirarme a la piscina y meterme al cartel que aparecía al lado, y que no podía ser más distinto del que anunciaba el enfrentamiento de Thanos contra el grupo de superhéroes: Judy Dench, sobre fondo negro, haciendo adivinar que lo que esperaba al otro lado tenía que ser una película muy seria, o por lo menos, un drama.




Ahora sí, esta es la historia de cómo una ancianita de ochenta años fue detenida e interrogada por los servicios de inteligencia británicos como una de las últimas espías para los soviéticos durante la guerra fría. Joan Stanley, una prometedora física, filtró secretos que permitieron al bando soviético ponerse casi a la par en la carrera nuclear. Cincuenta años después, confiesa, ante los agentes del MI5 y ante la atónita mirada de su hijo, como fue contactada en los círculos socialistas de la universidad y su posterior conversión en espía. Pero sus motivos, como esta revela, eran muy distintos a un mero interés monetario o simpatías políticas.






La premisa está basada en el caso real de Melita Norwood, quedándose únicamente con ese punto de partida a favor de articular una obra de ficción. También opta por la brevedad, porque aunque esta podría alargase para dar un drama más sólido y más propio de los que participan en distintos premios, se queda en una hora y cuarenta donde abarca las dos líneas temporales de una forma muy rápida y muy concisa. Casi aséptica: no hay demasiada emotividad, ni desarrollo, ni siquiera acción como se esperaría en un argumento de espías al uso, sino mucha discreción y rapidez, como la que necesitan los personajes para poder sacar la documentación, moverse y compartir información.



Quizá lo más curioso ha sido el tratamiento de la protagonista, en concreto, su actitud y motivos. Si bien esta se presenta en un principio como un personaje tirando a inocente, no llegan a plantear en la trama la pérdida de esa inocencia sino la evolución de su protagonista, siendo muy consciente esta de las decisiones que toma y por qué, aunque es interesante como en todo momento parece quedar la sensación de haber sido manejada por aquellos para los que trabajaba. A veces, de una forma muy sutil y con bastante humor: Sonia, uno de los primeros integrantes de esta red, se comporta como ella desde el principio como una amiga, quizá demasiado cercana y manipuladora…aunque Joan acabe preguntándole, tiempo después, donde está el abrigo que le prestó. Se ve que espiar para los rusos no da para ropa cara ni exime de ser un poco jetas.




Al quedarse únicamente con el caso real como inspiración, la trama se separa de este, aportando un enfoque distinto, pero también adecuado para un público al que la guerra le queda lejos, y el concepto de traidores a la nación solo provoca un levantamiento de cejas: su protagonista no manifiesta afinidad política, sino que su labor como espía viene determinada por lo que ella cree que será una forma de igualar fuerzas entre ambos bloques y evitar una nueva guerra. La interpretación resulta difícil de creer si no es a partir de una protagonista caracterizada como alguien más idealista de su entorno, y con una trama secundaria centrada en torno a la fidelidad entre los personajes. Uno, presentado como alguien que antepone su ideología a sus seres queridos, y otro, a quien como contrapunto se le atribuye una mayor integridad y será el elemento decisivo para el desenlace.

La impresión general de La espía roja es la de eficiencia y discreción. La aparición de Judy Dench, breve en el papel de narradora, es la más emotiva frente a la historia que se va presenciando con ella, y la mezcla acaba siendo un cruce muy curioso entre el género de espías, despojados de todo encanto, y el drama con tintes románticos.



2 comentarios:

Kaoru dijo...

Tengo ganas de ir al cine, pero Tolkien no llega a España hasta el mes que viene y no hay nada ahora mismo que me llame una mierda. XD
Ésta creo que no caerá, al menos por ahora. No me llama mucho.

Renaissance dijo...

Bueno, yo acabé viendola de doble rebote y lo cierto es que no estuvo mal. Me sorprendió para bien porque no es el tipo de película al que iría en otras circunstancias.
Creo que a Los Vengadores se les va a solapar la de Hellboy, pese a que ha tenido bastantes malas críticas y peores resultados: tengo simpatía por los fracasos anunciados.
(Por cierto, he borrado el comentario anterior por duplicado)

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