Después de ver hace unas semanas la versión cinematográficade Cell, me di cuenta de una cosa: que hace años que no había vuelto a leer nada de Stephen King, y
que del libro en que se basaba la película, me acordaba de cuatro cosas
contadas. Muy por encima, del planteamiento, nudo y…nudo. Porque del desenlace,
no era capaz ni de recordar si este terminaba en “Fin” o con el lugar y fecha
en que King termina de escribir sus libros, como hacía a menudo. La película,
pese a lo atropellado del guión, sirvió para solucionar estas dos cosas: releer
la novela que la inspiró y de paso, algo del autor.
Pese a que el guión seguía la trama principal de una forma
bastante fiel, el texto original es un tanto diferente: una calle cualquiera es
el escenario donde el protagonista presencia la locura que empieza a sufrir
todos aquellos que contestan sus móviles en un momento determinado. La
desorientación inicial de las víctimas da paso a una locura asesina contra todos los seres que los rodean, de la
que este, un hombre de mediana edad y una joven, consiguen salvarse al
encontrar refugio en un hotel. Las primeras horas serán suficientes para que la
ciudad, y probablemente el estado, caiga en el caos absoluto. Pero también para
que se produzca un cambio en todas las víctimas de lo que los supervivientes
llaman La Señal: la locura da paso a un comportamiento uniforme, muy similar al
de una colmena o una banda de aves. Las teorías sobre lo sucedido son tan
variadas como vagas: desde el Apocalipsis bíblico a un virus informático capaz
de afectar el cerebro humano. Algo que, en el fondo, de poco sirve al
protagonista y a sus amigos, quien intenta ante todo, encontrar a su hijo.
En lugar de quedarse en una historia más sobre un grupo
moviéndose mientras esquiva o mata a los zombies/infectados correspondientes,
procura ofrecer algo que al menos, resulta novedoso: la evolución de los
infectados y la existencia de una mente colectiva, explicado en forma de
teorías que los personajes van exponiendo según sus conocimientos y opiniones.
La actuación posterior de los infectados a partir de ese punto acaba resultando
también mucho más amenazadora, y también, muy deudora de la ciencia ficción: a
los símiles informáticos y las teorías diversas se les unen párrafos tan
inesperados como la telepatía entre las criaturas, su utilización contra los
supervivientes, o que algunas de estas se dediquen directamente a levitar como
si fueran Jean Grey. Lo que en algún momento resulta un poco extraño y bastante
lejos del aspecto uniforme y amenazador que se les quería dar previamente. Pero
no tan extraño como uno de los elementos más chocantes que se introducen en la
historia: que las víctimas de la señal se dediquen a escuchar música de
ascensor. Aunque en la versión cinematográfica lo sustituyeron por el Trololo,
que es todavía más desconcertante.
De nuevo, el aspecto más positivo de King son los
personajes. Este no ha sido de los libros más extensos, pero aún así, se toma
su tiempo a la hora de introducir acción o avance de la trama. Pero por suerte,
el tiempo que se ha tomado es muy útil para poder caracterizar a sus
personajes, hacerlos cercanos, y que gracias a esto sea mucho más sencillo
aceptar las hipótesis y decisiones que pone en boca de estos. Quizá sea el
protagonista, y su viaje para encontrar a su hijo, el responsable de ponerlos
en marcha, pero sus acompañantes son los que resultan mucho más reales: superan
un trauma adquiriendo un tic nervioso de lo más anodino, o usan las armas de
fuego más como una advertencia que algo que utilicen regularmente, les vienen a
la cabeza memorias o ideas peregrinas en cualquier momento…cosas que recordaba
mucho de King, y para bien. Aunque en este caso, se nota demasiado que estos
están muy subordinados al objetivo principal de la historia, que es el viaje
del protagonista: pese a incidir que todos ellos tienen familia, parecen
bastante de acuerdo en darlos por perdidos y seguir al héroe a donde sea, hasta
el punto que en algunos momentos, toda su caracterización no tiene mucho
sentido, porque parecen unas comparsas: van a donde se les diga y como se les
organice.
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