En realidad lo de playa no es porque los libros salgan
muchas toallas, chancletas y arenas por todas partes, sino por estar,
literalmente, en la playa. No suelo ir mucho por un sitio que me hace recordar
enseguida todos los adjetivos que H. P. Lovecraft le dedicaba al mar, ninguno
bueno en su mayoría. Pero después de ver como el termómetro del centro (toda
una celebridad local capaz de marcar 48º en los peores días de verano) subía
peligrosamente, decidí plantarme en la costa. No sin antes pasarme por una
librería de saldo y llevarme lo primero que me llamara la atención y que fuera
lo bastante breve como para terminar en unos días. Entre la variedad que había,
y que contaba con poco tiempo, acabé yendo un poco a ciegas, lo que también fue
bastante curioso. Primero, porque a la hora de comprar libros suelo ser más
meticulosa que cuando los saco de la biblioteca, y tardo mucho más en escoger
alguno. Y después, porque acabé saliendo con dos novelas protagonizadas por
detectives. No me había planteado lo socorridos que estaban estos estereotipos
en la literatura de entretenimiento.
P. N. Elrod. La lista sangrienta. La historia de cómo Jack
Fleming, un reportero asesinado por la mafia, se convierte en vampiro, y como
se sirve de su nueva condición para descubrir a sus asesinos, sirve para
comenzar una serie policíaca, con algo sobrenatural, que duraría casi veinte
años. Pese a contar con un vampiro con todas las de la ley como protagonista,
al que no le faltan ninguna de las característica clásicas (como dormir en su
tierra natal, no reflejarse o convertirse en niebla), tiene mucho más peso el
realismo y la trama detectivesca que el fantástico. Quizá por ser el primer
tomo, la condición de vampiro del protagonista se plantea como algo muy
aislado, moviéndose este en un mundo más propio de las historias clásicas de
gangsters y detectives que de uno donde las criaturas fantásticas sean algo
habitual. Algo que la autora maneja bastante bien, y la parte donde este se
adapta a su nueva condición es casi la más interesante, también en parte por
encontrarse con un vampiro muy clásico y muy deudor del cine y la cultura
popular, sin aportar innovaciones.
En cambio, el conjunto resulta bastante flojo: salvo por la
curiosidad inicial y la facilidad de lectura que da el estilo en primera
persona, todo es muy mecánico. Si la condición de vampiro del personaje
principal viene dada por haber conocido a uno, este nunca parece demasiado
sorprendido por esa circunstancia. Y en realidad, esto se queda un poco en un
añadido para darle un poco de atracción a una trama detectivesca que podría
haber funcionado perfectamente sin el elemento fantástico: esta no es nada del
otro jueves, y en algunos momentos, resulta un tanto peregrina al pasar de una historia muy pillada por los pelos sobre
un timo ocultista, a una con mafiosos, listas de personas chantajeadas y
mujeres fatales en apuros, que no pueden faltar. Como si quisiera recorrer los
macguffins y lugares más conocidos del policiaco a modo de carta de
presentación de la saga y los personajes, pero que en realidad se queda en algo
que parece muy visto, aunque al menos, se lee rápido y entretiene mientras
dura.
Simon R. Green. Nocturnia. Este es otro escritor que tuvo
una carrera muy amplia en los noventa dentro del fantástico: la saga
Deathstalker o las aventuras de Hawk y Fisher, son títulos que pudieron leerse
en España y muchos nos quedamos con la copla, aún sin haber abierto ninguno,
gracias a las portadas llamativas de Timun Más. Bueno, y que esta editorial
estaba presente en la sección de fantasía y terror de toda librería.
Nocturnia es el primer tomo de una serie orientada a la
fantasía urbana, donde no falta un lugar oculto entre las calles de Londres
donde practicamente todo es posible, y ninguna de estas cosas, buena. En él
conviven personas y objetos de distintas épocas, pero también todo tipo de
seres sobrenaturales. Todos deben cumplir las normas establecidas por Las
Autoridades, quienes aparentemente regulan la vida en Nocturnia sin que poco
más se sepa de ellas. John Taylor es una de esas personas que han nacido allí,
y como muchos de ellas, tiene un don: encontrar todo aquello perdido. Y aunque
hace años que ha abandonado la ciudad, ganándose la vida como detective en
Londres, no tiene más remedio que regresar cuando una clienta le encarga
encontrar a su hija desaparecida.
De nuevo, al tratarse de una novela que comienza una saga,
la trama principal es un poco una excusa para conocer al protagonista y sobre
todo, el mundo en el que se desarrolla: gran parte de los capítulos se dedican
a explicar los lugares característicos y otros que probablemente aparezcan en
entregas posteriores, así como la historia del protagonista, dotándolo de un
trasfondo que servirá para mantenerlo ligado a ese escenario en sus siguientes
aventuras. En el primer caso, resulta bastante natural, al recurrir a un
personaje ajeno a ese mundo al que se le debe explicar lo que sucede ahí y sus
normas. En el segundo, queda bastante forzado, al incidir todo el rato en lo
sarcástico y cerrado que es el protagonista...cuando al final acaba contándole
su biografía a su cliente en muy pocas páginas.
Objetivamente, no podría considerarla una gran novela: solo
pretende entretener y ofrecer al lector el mayor número de cosas fantásticas
por página. El estilo, además, es muy pobre, limitándose a emplear giros como
“no quieras saber esto si quieres seguir durmiendo por las noches”, “es mejor
no saberlo” o “no te lo preguntes” para recordar lo siniestra y malrollera que
es la ciudad en cuestión, hasta el punto que a veces parece una caricatura.
Pero al menos, como diversión, funciona, y muy bien: el mundo que ha inventado
es tan acelerado y tan loco que me ha divertido mucho. no se trata de fantasía
urbana de la buena sino una donde va a pasar de todo, y donde tampoco faltan
guiños al multiverso de Moorcock, a quien no se corta de homenajear incluyendo
una mención a Jerry Cornelius y todo
tipo de secundarios y figurantes estrafalarios a los que siempre le dedica un
poco de tiempo para mencionarlos.
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