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jueves, 18 de septiembre de 2025

Lecturas de la semana. Fantasmas vintage

 


Los fantasmas, si son un  elemento que ha aparecido en la narración fantástica desde el principio de esta,  el probar su existencia  también se convirtió  en un objetivo desde que  en la  era de la razón (sea  cual sea esa)  muchos de los fenómenos entonces atribuidos a las hadas, al manas en pena y otros seres sobrenaturales encontraran una explicación racional basada en la ciencia. Los fantasmas, como   el enigma de lo que pasa después de morir,  serian estudiados por quienes querían probar su existencia, bien como  un fenómeno físico todavía no explicado, o como la prueba de que quedaba de nosotros algo más que una esquela.  


En muchos ensayos se intentaba encontrar  esta  posible explicación, o la prueba  definitiva sobre lo incorpóreo. No so lo reflejaban la manera de pensar de su autor sino también  su enfoque de la ciencia según los conocimientos recientes. Estudios donde se e defiende el éter como un elemento, o la electricidad como  mayor descubrimiento científico y  la apertura de un mundo de posibilidades pueden leerse c hoy con la misma sensación de inocencia y optimismo que las novelas de John Carter de Marte.

Para otros, la figura del fantasma  se queda en una curiosidad un mero interés personal mediante el cual recopilar relatos ligados a las leyendas familiares y a los lugares,  más una forma de imaginar  que pudieran ser reales y de disfrutar de una velada junto al fuego.  Dos enfoques distintos, en dos libros que tiene en común la nacionalidad de sus autores: un reputado astrónomo  y un escritor de ciencia ficción, franceses ambos, que en un momento de su carrera, decidieron escribir sobre una faceta distinta de lo inexplicable.


Camille Flammarion. Les Maisons Hantées.  A través de los testimonios remitidos a Flammarion y mediante el análisis de estos, el astrónomo francés defiende la existencia del alma como entidad separada del cuerpo, así como la  permanencia de esta.  Distintos fenómenos como la aparición a kilómetros de distancia  ante sus seres queridos de aquellos que están a punto de morir, fenómenos extraños en castillos y hogares, poltergeist,  personas altamente sensitivas a los fenómenos ultraterrenos e incluso  posibles  posesiones espirituales  son recogidas en un ensayo a través del cual intenta  dar una explicación que justifique  la veracidad de  fenómenos tan improbables y subjetivos como  espectros de recién fallecidos que anuncian su muerte,  que se aparecen para denunciar agravios e incluso sucesos físicos como  ruidos inesperados  y objetos lanzados desde la nada.

La carrera de Flammarion   como astrónomo y divulgador científico brilla por su ausencia en este ensayo  centrado exclusivamente en sus creencias espiritistas, que  defiende a capa y espada con poco o  ningún argumento c científico más allá de exponer que hay fenómenos que todavía no comprendemos, que el  magnetismo es una fuerza física a tener en cuenta en esta clase de sucesos, así como la electricidad fenómeno al que  no duda en recurrir a la hora de argumentar en cuanto a hechos inexplicables y descubrimientos recientes (menos mal que no vivió para ver la fisión del átomo. Hubiera  alucinado mucho pero no en el buen sentido). Una serie de  explicaciones  que  poco sustento tendrían como argumentos científicos  más allá de justificar  los testimonios enviados por sus servidores y transcritos e a lo largo del texto. Porque si una señora asegura  que un antiguo no vio se presentó en forma astral  para despedirse antes de morir, un señor  explica que en su casa  llovían misteriosamente céntimos  belgas o en unas cas a de Coimbra, en un castillo de Calvados o  en una  habitación de la  Auvernia tenían lugar todo tipo de fenómenos extraños, tienen que ser total y absolutamente cierto. No hay  ni un  solo ápice de escepticismo, ni  contraste de los hechos, solo  esos testimonios y un profundo a fan de seguir creyendo en lo que expone.

No puedo ver a la tierra lusa como hogar de espectros sino como el de la música pimba


No es un libro  para ser tomado como ensayo científico, sino como una lectura bastante amena durante  la cual, lo más interesante son esos casos de poltergeist y fenómenos atribuidos a fantasmas. Estos abarcan varios lugares de Francia, siendo uno de los más antiguos hacia 1880 y el más reciente, durante el abandono de París en la Gran Guerra. Otros aportan  casos más recientes y en lugares incluso más lejanos, no solo en Portugal sino en ciudades coloniales de Asia. Estos nunca llegan a ser completamente teatrales: ruidos, golpes, objetos que se mueven cuando convenientemente no hay nadie, que sirven de fundamento a eses intento de Flammarion de justificar sus creencias. Una lecturas curiosa, con el mismo  valor probatorio que un programa sobre fenómenos extraños  emitido por la radio de madrugada  pero con la misma  validez  que este: no son  tanto  las pretensiones científicas, ni ese tono de divulgación un tanto obsoleto, que  lo convierte  ya en ficción, sino   ese momento de suspensión de la realidad que   la lectura de estos casos produce. Además de  ciertos momentos involuntariamente cómicos derivados de una mentalidad muy distinta a la actual:  para el sufrido testigo de un poltergeist en Indochina, lo peor no ha sido el susto, sino que su asistente  salió por patas ¡Con lo bien que cocinaba!


George Langelaan. Diez fantasmas. Langelaan, el escritor anglofrancés conocido por La mosca e Historias del Antimundo (menudo miedo me dio  en su día La dama de ninguna parte)  se consideraba también un cazador de fantasmas. Pero lejos de buscar estos mediante evidencias,  solo aspiraba da conseguir todo tipo de historias sobre  ellos,  tarea que este libro lleva a cabo recopilando distintas narraciones  de Escocia, Irlanda, Inglaterra y Bretaña. Comenzando por una primera anécdota de su infancia,  narrada con mucho sentido del humor, en la que su abuelo quitaba hierro a una  aparición en el baño de su casa, porque “solo era un fantasma”, los relatos escritos por  Langelaan  a partir de las historias narradas por conocidos y amigos recogen la figura del fantasma en  su acepción mas clásica. Un eco de un suceso traumático que  ha marcado un lugar para siempre. Estos, como  crímenes pasionales, suicidios, ejecuciones, venganza y duelos a muerte, son las historias recibida en el libro. Muchas,  caracterizadas por ese componente tráfico, como todas las leyenda locales. Algunas, no exentas de cierto humor e incluso  con la aparición de algún falso espectro.


La primera curiosidad de este libro es el cambio realizado por la edición española: Noguer  redujo  los Treize Fantômes originales a diez, sin  saber a donde han ido los otros tres (¿estarán en el éter?¿los habrá exorcizado un editor?). Una pérdida  un tanto fastidiosa  cuando no se puede encontrar la edición francesa. Al menos,  los diez relatos de los que disponemos compensan esta desaparición. Ya el prólogo, con ese humor,  sirve para  que  Langelaan exponga el comienzo de su interés por  lo sobrenatural. No como algo verídico sino   por la fascinación que despiertan  a todos los que nos gusta que nos cuenten historias.  Los relatos siguientes, desde la tragedia romántica en una aldea de pescadores bretona, los fantasmas que habitan todo castillo que se precie o uno sobre salteadores de caminos, cuyo desenlace es muy similar a la leyenda del cazador, la loba y la esposa del castellano. Y en los que es posible  ver aspectos comunes según el origen de estos: los fantasma irlandeses son los que sin duda tienen un componente más trágico y fatalista, más marcado por l o  pasional y lo inevitable.  Escocia será el ligar dela nobleza, las traiciones y los duelos. Pero todos siguen eses estilo informal, donde presentan el escenario, a su narrador, generalmente  un a anfitrión y esa historia ligada al lugar o a la familia.  


Algo así como una guía de viajes  de lugares reales y hechos imaginario, sonde la existencia o no de los fantasmas no es importante: estos serán reales en la medida en que su historia siga siendo narrada y escuchada.

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