Como compradora habitual de libros de menos de cuatro euros y más de cuarenta años, he comprobado que no solo de Bruguera vivía la literatura de terror asequible. Otras editoriales, más pequeñas, publicaban títulos bajo la etiqueta de terror, con ediciones más o menos de bolsillo y que hoy son difíciles de encontrar. En este caso, la editorial Geasa, bajo el sello “Relatos terror”, publicó a finales de los setenta varias novelas cortas, seguramente compradas en bloque a la editorial propietaria y con un criterio a la hora de promocionarlas cuando menos curioso: “best sellers europeos” e insistiendo en cada numero que además de los criterios de calidad, interés de la trama o fama del autor, también lo era el número de ventas…¡nada menos que 500.000 ejemplares! Ante todo, que quedara claro que aquí solo había superventas. No parece fácil que hubiera tanto francés para cada novela. Porque estos libros eran en realidad números de la colección Angoisse de Fleuve Noir, una editorial que solía publicar novelas de terror, suspense o ciencia ficción de autores patrios en los que la calidad era variable. Fue El retorno, de Alphonse Brutsche, un seudónimo de Jean Pierre Andrevon, el primer número que encontré de la colección. Una historia de aparecidos muy macabra del estilo de Aterrados de Rugna. El asesino está en casa, de José Michel, era más bien un thriller claustrofóbico que terror.
Estos dos números son los últimos que he podido encontrar hasta la fecha, en la librería que suelo visitar cuando vuelvo por vacaciones y donde hay que reconocerle que he encontrado auténticas rarezas y frikadas vintage.
Kurt Steiner. La llama y la sombra. En un pequeño pueblo cerca de Edimburgo, durante una atención rutinaria, el médico local comete un error que cuesta l vida a una paciente. Tras ocultar el error que condujo a esta situación, este sospecha que algo extraño sucede: desde el primer momento supo que su medicación había sido la correcta. Pero también, uno de sus vecinos ha desaparecido, no solo del pueblo, sino también de la memoria de sus habitantes, para ser sustituido por una enigmática joven que vive junto a su padre alcohólico. Cambios en la realidad, percibíos únicamente por él, quien presencia como cada uno de ellos parece destinado a provocar su ruina o llevarlo a la muerte.
La novela juega mucho con esa característica del fantastique que es esa a falta de lógica, convertida en una ventaja: poco importa el porqué, sino lo extraño de la situación. En este caso, el motivo de estos cambios en la realidad, las criaturas que lo provocan, ni el motivo por el que él protagonista ha sido elegido como víctima, son desconocidos.
Steiner, un seudónimo de André Ruellan, recurre a un entorno tan vinculado a las historias sobrenaturales como es Gran Bretaña, además de alejar la narración de un público al que seguramente, le parecería Edimburgo un entorno más exótico. O cando meno, tan detallado como le permitió la guía de viaje con la que seguramente escribió el primer capítulo: mientras el escenario principal se limita a ser un simple pueblo con casas y árboles, el autor enumera todas las calles principales de la ciudad: la Royal Mile, Princess Street, Greyfriars…un intento o bien de dar veracidad, o de ir rellenando el número mínimo de páginas, aunque para los lectores que ya disponemos de Google Maps, tiene su gracia el descubrir al momento que es lo que hay en el número 12 de Candlemaker Row, donde debería estar la tienda de fotos que menciona la historia.
El resultado es un poco irregular, no llega a provocar esa sensación de extrañeza que le sentaría muy bien a una narración sobre falsas realidades y fuerzas ocultas, pero tiene esa velocidad de lectura y sencillez en l ejecución que lo convierte en una curiosidad de otra época.
Jean Murelli. El órgano del horror. Tras el fracaso de la última sesión de un reputado mentalista, el periodista encargado de hacer el reportaje desaparece misteriosamente. Lejos de tener algo que ver con ello como parte de una venganza, el mago advierte a su compañero que algo ha sucedido. La última pista de su paradero lo conduce a un pequeño pueblo de la campiña francesa. Los únicos visitantes han sido, precisamente, un periodista al que nadie ha visto, pero también un misterioso científico y su esposa. Este es solo una de varias personas que han desaparecido en el pueblo durante las últimas noches, precedidas por los acordes de un órgano.
Si la colección de Fleuve Noir tiene como los bolsilibros Bruguera, un poco de todo, después de tres números con historias bien planteadas dentro de su sencillez y limitaciones, esta es una de las más flojas. Su desarrollo es un batiburrillo de tópico del terror de los sesenta, donde hay médiums, pueblos siniestros, brujería, posesiones demoniacas, m ad doctors, secuaces siniestros y silenciosos y hasta viajes astrales. Es que no queda ni un palo por tocar, y ninguno sale bien.
La trama comienza con los periodistas genéricos, el veterano descreído y el más joven, quizá más respetuoso con las fuerzas que no comprende. Continúa con un viaje a un pueblo siniestro que no es tanto, presenta al interés romántico, una femme fatale que quiere dejar de serlo (en este caso, una bruja obligada a cumplir los deseos de su amo demonio y científico loco) y un antagonista de orígenes exóticos, que no contengo con intentar acercarse a la trama de la explicación racional también incluye características sobrenaturales y n final abierto intentando dar una sensación ominosa que, bueno, más que final no feliz para su protagonista, tampoco hace gran cosa.
Al igual que las anteriores, esta es breve, casi con una longitud que parece establecida en las 200 páginas de la colección lo que hace que como lectura no de tiempo de abandonarla. Una curiosidad, d las flojas, dentro de una colección casi desconocida. Aunque me gustaría pode r encontrar alguno más de los ocho o diez libros que publicó Geasa.
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