En cualquier producción reciente, lo mínimo que es espera es que los efectos especiales sean realistas. Que los ejércitos parezcan de verdad, que podamos contar las escamas de los dragones, y que en las explosiones se distingan hasta el cascote más pequeño. Una exigencia de hiperrrealismo no sabemos si relacionada con que lo que nos cobran por la entrada esté justificado, o con que sorprender al público es cada vez más difícil. Y que en el cine de bajo presupuesto tiene su contrapartida en los efectos digitales creados con poco más que el Movie Maker del móvil. El uso de lo digital (en este último caso, en mi opinión carente del más mínimo de esfuerzo, como buena consumidora en su día de muchas cintas de videoclub), ha hecho que el valor de muchas películas recientes sea la presencia de efectos ”artesanales”, donde de algún modo, lo mecánico sea algo tan tangible como los actores con los que comparten plano. Lo artesanal, la importancia no de lo realista sino de la capacidad de reflejar la realidad de forma creativa, es algo que muchas veces se convierte en algo más importante que esa sensación de realidad aumentada que el cine parece buscar a menudo. Una creatividad que muchos animadores, especialmente los que pudimos conocer del otro lado del Telón de acero, han tenido en cuenta. Si Jan Svankmajer es el primer nombre que viene a la cabeza, en este caso Karel Zeman también utilizo la animación para recrear las aventuras de un personaje para el que la veracidad siempre fue algo muy sobrevalorado: el militar, estratega y hombre de mundo, el Barón Munchausen.
Cuando el hombre llegó a la Luna, descubrió que no era el primero: allí lo esperaban el profesor Barbican, Cyrano de Bergerac y el Barón munchausen, quienes ya habían soñado con llegar al satélite mucho antes que la ciencia diseñara el primer cohete. Sorprendido por la presencia de un personaje embutido en un traje espacial, el barón, confundiéndolo con un selenita, decide llevar a Tonik, el sorprendido astronauta, de vuelta a la tierra e instruirlo sobre todo lo que necesita saber del planeta. Su regreso no será el hogar de Tonik, sino el mundo conocido por el barón, en el que una visita al sultán de Turquia se saldará con el rescate y huida con Bianca, una joven cautiva en el harén del gobernante, donde un viaje en barco terminará en un naufragio, una visita a las profundidades del mar, así como del interior de una ballena capaz de alojar varias embarcaciones en su tripa, y su llegada a un castillo asediado por el enemigo. Mientras, Tonik y el Barón intentan conquistar a Bianca, quien para sorpresa de este último, muestra más preferencia por el visitante de la Luna que por el héroe conocido en todo el globo terráqueo.
Esta mantiene en todo momento ese tono de ensoñación, muy inocente, donde la supuesta rivalidad por el afecto de Bianca es poco menos que una anécdota (o más bien, una competencia únicamente en la cabeza del barón, atónito ante la posibilidad de ver rechazados sus encantos). Y que se olvida pronto en favor de la última aventura de este: tras haber recorrido océanos, incluso surcar los cielos atrapado en las patas de un ave Roc, retoma sus hazañas militares en el castillo que servirá de escenario a la última parte de la película.
Este constituye uno de los últimos escenarios en una trama concebida de forma episódica, donde se suceden la llegada a la luna, el palacio, la huida en una embarcación y el momento donde el protagonista, por un solo tornillo (como muestra el gag), no consigue inventar la navegación a vapor. Una serie de situaciones ilustradas mediante stop motion y gravados, extraídos en su mayoría de las ilustraciones de Doré e invirtiendo la coloración con una técnica similar a la empleada en el cine mudo donde precisamente, la intención no es mostrar algo fiel, sino el carácter artístico de unas secuencias que sirven de marco a una narración muy cercan al cuento de hadas, donde la realidad tienen tan poco cabida como en las historias que narra el barón a lo largo de la cinta. Porque esta, en gran parte, se centra en lo visual, con más presencia de los monólogos que los diálogos, sobre todo los pronunciados por Milos Kopecký como Barón. Y donde, a través de los escenarios, es inevitable no reconocer la técnica, e incluso algún dibujo, que los Monty Python utilizarían posteriormente.
2 comentarios:
Otra más que no he visto. Qué buena pinta tiene. De la nueva ola checoslovaca me he visto algunas, las que más me gustaron fueron "El incinerador de cadáveres", "Valerie y su semana de las maravillas" y la fumada de "Las margaritas". Normal que la URSS los acabara invadiendo xD. Si quieres salir del clásico gótico europeo de Italia, Francia, Alemania, Inglaterra y Bégica, Checoslovaquia tiene buenas pelis.
De momento, mi plan para el viernes es buscar la película del Incinerador de cadáveres XD.
Tampoco tengo muy controlado lo que se hacía en Europa del Este , más allá de los pocos recuerdos que me quedaran de las películas que echaban en La linterna mágica ..bueno, y la versión del Viyi, con la mejor escena de monstruos que he visto nunca.
Esta versión del Baron Munchausen es sencillamente entrañable. Mucho más para todos los públicos, es fácil ver de donde cogió Terry Gillian muchas referencias, y la verdad, con el plan quinquenal que llevamos, un mensaje esperanzador que falta nos hace XD.
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