Tengo que daros una noticia buena y una mala.
La buena es que los chicos están aquí…La mala,
Es que están muertos.
- Detective Ray Cameron
Antes de que Stranger Things generalizara la nostalgia de los ochenta para todos los públicos muchos teníamos en esa década, o más bien, en algunos aspectos, un lugar que echar en falta y al que volver de vez en cuando. El mejor remedio para el bajón de cualquier millenial mayor es una película de terror de serie B. la estética artesana, la realización más alocada y más falta de complejos que cualquier blockbuster, o el venir acompañada por los recuerdos del videoclub, de haber sido niños, de seguridad y en resumen, de volver a esa época donde no vivíamos con la sensación de que el cielo iba a caer sobre nuestras cabezas. Una búsqueda de nostalgia que no es exclusiva de esta generación: solo hace falta ver muchas producciones de hace cuarenta años para encontrar en ellas muchas referencias y también, esa nostalgia, de una década tan idealizada entonces como desprestigiada y un poco olvidada hoy: los cincuenta. Esta también puede encontrarse como homenaje en una serie B que no duda en tomar como inspiración aquellas producciones llenas de platillos volantes, monstruos y adolescentes en peligro.
Durante la semana de novatadas, en un campus universitario, dos estudiantes sin mucha suerte ni habilidades sociales intentan entrar en una fraternidad. La prueba que deben superar consiste en robar un cadáver de la escuela de medicina y depositarlo delante de la residencia de una hermandad rival. Una tarea bastante difícil e insalubre…pero que para Chris merece la pena si con eso consigue que se fije en él la chica más guapa del campus. Cuando el cadáver que a él y su a migo J. C consiguen, un cuerpo que parece criogenizado en uno de los laboratorios, parece tener vida propia, estos huyen despavoridos dejándolo atrás. Aunque este, de alguna forma, aparecerá, sin cabeza, en una residencia femenina. Desde este momento, convertidos en sospechosos ante la policía, y ganándose la enemistad de los miembros de la fraternidad a la que intentaban acceder, Chris y JC se darán cuenta que algo extraño está sucediendo en el campus: los cadáveres parece no querer quedarse quietos, unas extrañas babosas han sido vistas en los alrededores…pero al menos, la situación le ha servido a Chris para conseguir una cita con la chica que le gusta.
Fred Dekker no ha tenido una carrera tan reconocible como otros de su coetáneos, pero sí cuenta como director de esta Night of the Creeps, como se tituló originalmente, Una pandilla alucinante (mi favorita pro encima de los Goonies en cuanto a aventuras ochenteras. Los monstruos tiran mucho) y guionista de House. Y que en este caso, hace no solo un homenaje al cine de terror de los cincuenta sino también al contemporáneo.
Los primeros minutos, un prólogo en blanco y negro, es precisamente un guiño, muy efectivo, a esa cultura con la que los cineastas habían crecido: el mismo campus, la leyenda urbana del loco con el hacha, el peligro venido del espacio…que servirá no solo como trasfondo para la trama, sino como explicación a una de las secuencia s que precederán lo que sucede en el desenlace. Además de servir para caracterizar a uno de los personajes, el detective Cameron, interpretado por Ray Atkins. Este, en su papel de policía atormentando por su pasado, sirve de enlace con lo sucedido previamente. Un protagonista que contrasta, tanto en edad y caracterización, con sus compañeros de reparto, que interpretan papeles de adolescentes bastante típicos donde el drama de ser un perdedor, según las normas de ese microcosmos tan extraño como son los campus de loas películas de los ochenta, se verá desplazado por unos antagonistas bastante más aterradores. Atkins, la cara más conocida gracias a Halloween III o La niebla, no solo interpreta a este detective resuelto, sino que es responsable de pronunciar uno de los diálogos más recordados de la película.
En este caso, también recae sobre el uno de los guiños: el cine moderno. Los personajes llevan apellidos tan reconocibles como el propio Cameron, Carpenter, Raimi o Cronemberg, pero las referencias no se quedan ahí, sino que se mantienen en el guion: las trama acerca de parásitos alienígenas desembocará en una situación propia del cine de zombies. Los cadáveres de los miembros de una fraternidad, mutilados en un accidente de tráfico, intentarán entrar en una residencia de forma muy similar a La noche de los muertos vivientes. Las criaturas que los animan, con el tiempo, se convertirán también en una fuente de inspiración años después, siendo imposible no recordarlas al ver Slithers de James Gunn.
Aun con el componente terrorífico, con unos efectos especiales donde no escatiman la aparición de cadáveres, ni de babosas espaciales velocistas, también está presente el humor. Un rasgo inseparable de muchas de estas serie s B donde lo improbable del argumento y los medios escasos se suplían con cierta actitud de no tomarse demasiado en serio, donde hasta el momento más inquietante tiene espacio para algún chiste. En este caso, aunque en menor presencia que otras películas, se mantiene gracias a la premisa de un montón de universitarios zombies asolando una residencia, los dramitas sentimentales de sus protagonista (que pasa más de la mitad del metraje siendo insoportable, en comparación con su compañero, mucho más simpático), y sobre todo, la escena de ruptura entre la protagonista y su ex zombificado…hecho del que esta es incapaz de darse cuenta.
La película, con un ben ritmo, una mezcla de terror, ciencia ficción, frases memorables y humor, además de un final abierto que homenajea directamente a El regreso de los muertos vivientes, no solo es una de esas series B clásicas, una película que recordar y volver como sucede Con Gran golpe en la pequeña China, Waxworks o Noche de miedo, sino que, hoy, años después, provoca una sensación muy peculiar de doble nostalgia: por un lado, la nuestra, la de los zombies, la comedia y esos centros educativos que poco tienen que ver con nuestras facultades. Por otro, la que no conocimos, la de los cincuenta, los coches descomunales y las amenazas del espacio exterior.
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