Una de las cosas que no puede faltar en una estantería nacida en los ochenta es uno, o varios, ejemplares de Timun Más. Desde los ejemplares de Elige tu propia aventuras hasta un montón de colecciones y subcolecciones de fantasía y terror. Pero sobre todo, de las primeras. Sus tomos, en una fardona tapa dura con sobrecubierta primero, y ya en edición de bolsillo más adelante, eran algo habitual en toda sección de género fantástico en librerías y grandes superficies. Aunque este catálogo,en su mayoría fuera franquicias derivadas de Dungeons and Dragons, también había sitio para obras independientes y para autores conocidos. E incluso para sacar una colección destinada al público más jóven, algo curioso teniendo en cuenta que el público objetivo de toda la sección lo era. Esta, de vida muy breve consistía en obras menores o, efectivamente, destinados a los más jovenes, que se caracterizaban por tener una extensión más breve que el resto de textos publicados por la editorial y que, como amante del papel y de las ediciones antiguas sin posibilidad de recuperación, reconozco que tenían una presentación francamente bonita. Esto son dos de los cuatro que se publicaron en su momento.
Charles de Lint. El país de los sueños. Nina, una joven normal y corriente se ve acosada por pesadillas en las que, convertida en un animal, es perseguida por un depredador. Lejos de ser simples pesadillas, sospecha que hay algo más tras ellas, y que su prima, una joven huraña y resentidad quien se ha trasladado a vivir con su familia tras la muerte de su madre, tiene algo que ver con ellas. Con un argumento así de simple comienza una historia enlazada de forma muy curiosa con la mitología nativo americana (y en su desenlace, de forma un tanto forzada, con la celta), que se resuelve de forma muy sencilla y que hoy día su lectura acaba resultado un ejercicio de nostalgia: escrita en los noventa, esta acumula en su primera mitad un montón de tópicos sobre distintas tribus urbanas y corrientes alternativas: los padres de la protagonista, una pareja de antiguos hippies, el cliché de los progenitores asiáticos estrictos, y sobre todo, la adolescente siniestra coqueteando con el ocultismo cuyos motivos para sospechar de ella son...que lleva una cazadora de cuero y la camiseta de un grupo punk (llega a tener un manual de D&D y aquello sería el acabose).
Estos elementos no terminan de envejecer demasiado bien pero que caen en lo rancio, por lo que el tipo de caracterización no deja de tener su punto gracioso en una historia que constituye una narración breve de fantasía de lo más efectivo. Y donde, en muy pocas páginas, el autor consigue que entre tanto estereotipo, los personajes principales consigan la caracterización y la empatía necesarios para la historia.
Una historia que, por lo visto, forma parte de la serie de Newford, de más de quince tomos, caracterizada por tratarse de novelas independientes con una misma ciudad como escenario. Aunque El país de los sueños fue la única que pudo verse publicada en español.
Robert Silverberg. Cartas de la Atlántida. Junto con Tanith Lee y Louise Cooper, Silverberg fue uno de los nombres conocidos que fueron publicados en la colección. En este caso, con una novela corta en la que el arqueólogo de un futuro lejano, se comunica con una de sus colegas de trabajo mientras desarrolla su labor de investigación en un reino del que siempre se tuvo dudas sobre su existencia: alojado en la mente del príncipe heredero de la Atlántida, el narrador describe la vida diaria de este y su entorno, sus sospechas y teorías acerca de la sociedad atlante y una particular amistad con el huésped cuyo cuerpo ha tomado prestado.
De este libro, compuesto por una serie de cartas de las que no se sabe su respuesta, puede decirse que no pasa nada: se limita a ser una descripción de un mundo pasado, como la que está haciendo el narrador, pero que por su brevedad, y por el tono melancólico en la que se describe, funciona perfectamente: la forma de narrar recuerda en cierto modo a un tipo de ficción que podría haberse desarrollado en el siglo pasado, describiendo todo tipo de tecnología y civilizaciones sin más límites que la imaginación, algo que permite el elegir un escenario sobre el que se ha especulado tanto como es la Atlántida. Y que en su mayoría funciona por ese sentido de la maravilla hasta que Silverberg decide resolver su trama mediante un recurso un tanto magufo de dotar a sus habitantes de un origen extraterrestre, y que resulta fuera de lugar en comparación al tono que adopta la narración en todo momento.
2 comentarios:
Eran unos libros increíbles. Yo todavía conservo alguno por casa.
Un abrazo.
Yo conservo El unicornio negro de Tanith Lee. La colección era muy buena y es una lástima que se quedara en cuatro libros nada más.
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